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EDITORIAL

Una denuncia que no puede quedar ahí

Si la denuncia es cierta estaríamos ante algo mucho más grave que las posibles revelaciones que pueda contener. Estaríamos ante la prueba de un intento deliberado de orientar las investigaciones por motivos políticos.

La denuncia que Díaz de Mera ha realizado en la cadena COPE tiene una característica esencial que lo hace más verosímil de lo normal. Ya había hablado antes de la desaparición del informe que ponía negro sobre blanco las relaciones de ETA con el 11-M. Pero lo dicho por la radio es mucho más: ha detallado que fue encargado por Telesforo Rubio, aunque duda de que éste lo hiciera por su propia iniciativa, que se elaboró en la UCI por un hombre y una mujer y que no fue remitido al juez como se debía haber hecho, porque las conclusiones del mismo no concordaban con la "orientación previa" que se le quería dar.

Lo de menos es, en realidad, el contenido del informe. Si la denuncia es cierta –y, sin duda, por su procedencia y nivel de detalle merece mucha más credibilidad que los "rotundos desmentidos" del portavoz del Gobierno de los GAL– estaríamos ante algo mucho más grave que las posibles revelaciones que pueda contener. Estaríamos ante la prueba de un intento deliberado de orientar las investigaciones por motivos políticos. Aquellos que se llenan la boca invocando el honor y el prestigio de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ante los cada vez más numerosos indicios de manipulación de las pruebas clave del 11-M serían quienes estarían boicoteando las investigaciones policiales cuando éstas no resultaran convenientes a sus objetivos políticos.

Si realmente las cosas son lo que la versión oficial dice que son, no debería haber ningún problema en investigar otras alternativas. Una mayor información sólo podría conllevar el desmentido de esas otras teorías sobre la autoría de los atentados. Negarse en redondo a contemplar otras alternativas no hace sino reforzar esas dudas que no dejan de aumentar cada día que pasa.

Aquellos que honestamente –es decir, no hablamos ya del Gobierno– creen que expresar esas dudas supone poner en la picota el trabajo y la honradez de los agentes que forman parte de la Policía y la Guardia Civil deberían recordar que no fueron los periodistas quienes mancharon su honor, sino aquellos compañeros que hicieron la guerra sucia de los GAL y los jefes políticos que la ordenaron. Aquellos que han dedicado su vida a una de las tareas más nobles que pueda concebirse, defender a sus semejantes, cuentan con todo el apoyo y el respeto de quienes sólo quieren saber la verdad. Nadie es tan ingenuo como para pensar que son perfectos y que, entre ellos, no existen garbanzos negros. Es la respuesta que la mayoría de agentes y policías honrados ofrezcan ante esa realidad la que de verdad mejora o empeora la imagen de los encargados de nuestra seguridad.

Es indudable que una parte importante de las investigaciones periodísticas provienen de esas personas decentes que son mayoría en la Policía o en la Guardia Civil, como ha sucedido otras veces. Díaz de Mera ha corrido un grave riesgo al realizar esa denuncia. Ha llegado el momento de que cada uno se detenga y se pregunte si ha hecho todo lo posible por ayudar a esclarecer los horrendos crímenes del 11-M. Y actúe en consecuencia.

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