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EDITORIAL

Una guerra despiadada

La matanza de París es un ataque que debe ser respondido como el acto de guerra que es.

El ataque terrorista múltiple que ha sacudido el corazón de Francia este viernes atañe a todo el mundo civilizado y exige una respuesta sin ambages. El presidente Hollande no ha dudado en poner en alerta a las Fuerzas de Seguridad y al Ejército y declarar el estado de emergencia. No dudar es precisamente lo primero que debe hacerse en estas situaciones, el primer acierto en medio de la tragedia. En el momento de la primera comparecencia del presidente de la República francesa la cifra de muertos rondaba la veintena pero muy poco después ya superaba el centenar y tardaremos en conocer el balance completo, ya que hay muchos heridos en estado crítico. Sin embargo, la firmeza de Hollande no servirá de nada si después no llega la unidad de acción en Europa, ardua tarea dada la costumbre suicida de aplicar políticas de apaciguamiento.

Los jefes de Estado y de Gobierno de las principales naciones occidentales debe asumir de una vez que estamos en una guerra y ejercer su liderazgo para hacer ver la gravedad de la situación a una sociedades infantilizadas muy reacias a aceptarlo. El primer paso para vencer esta guerra es asumir que se está en ella con todas las consecuencias. El presidente francés lo decía con toda la crudeza, una vez conocida la magnitud del ataque, en las puertas de la discoteca donde los terroristas han masacrado a decenas de personas inocentes: "Será una guerra despiadada". No es el momento de vacilar. El enemigo exterior es temible pero no lo es menos nuestra debilidad interior. Muchos querrán cerrar fuertemente los ojos como hacen los niños para sacudirse el miedo. Y, lo que es peor, no faltarán los que, desde la comodidad de nuestras sociedades libres, comprendan o justifiquen la barbarie. Tendremos que oír las estúpidas alertas contra la "islamofobia", aún con los cadáveres calientes de inocentes asesinados a sangre fría por unos tipos que gritaban "Alá es grande". Sin embargo, podemos estar seguros de que no veremos condenas claras y contundentes en los países islámicos, ni concentraciones de repulsa de musulmanes indignados frente a las mezquitas.

El enemigo exterior cuenta con dos enormes ventajas sobre nosotros: su pretendida indefinición territorial y la consiguiente abulia europea. Corrigiendo la segunda, poniendo fin de una vez por todas a las discusiones estériles sobre política exterior y Defensa, sería mucho más sencillo afrontar esta guerra que nos golpea y nos seguirá golpeando desde Siria, desde Irak o desde Libia, países en los que la comunidad internacional no ha hecho sino dar palos de ciego. La matanza de París es un ataque que debe ser respondido como el acto de guerra que es por más que haya expertos renieguen del término. Sólo identificando al enemigo exterior como enemigo del mundo occidental en su conjunto estaremos en disposición de acorralarlo y acabar con él. Hoy los muertos los ha puesto Francia pero no ha de quedarse sola en su respuesta. Nos han atacado. Hay que defenderse.

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