Menú
EDITORIAL

Una maniobra estéril

el PNV no desea en modo alguno contribuir a la gobernabilidad de España, el PNV desea ver un País Vasco independiente y para ello no escatimará los acuerdos que crea necesarios. Los nacionalistas tienen clara la meta, el Gobierno no, y así nos va

Era previsible que el siguiente movimiento del Gobierno tras el revés catalán en la reforma del Estatuto fuese la búsqueda inmediata de otro aliado que le ayudase a aprobar los presupuestos de 2006. No es que la alianza Zapatero-Carod se haya roto, es que, vista la postura maximalista del líder independentista, lo más probable es que se rompa antes de fin de año si los de ERC no bajan el listón reivindicativo. Carod sabe bien que no va a tener otra oportunidad como esta en mucho tiempo; con la Generalidad y la Moncloa entregadas en cuerpo y alma y, sobre todo, con un momento político ideal para los golpes en el pecho y las expansiones demagógicas, ambiente en el que el de Perpiñán se mueve como pez en el agua.
 
Podría ser Izquierda Unida pero carece de la fuerza suficiente, aún le cuelga el pesado baldón de ser un partido comunista y, además, el objetivo no declarado de los socialistas es hacer desaparecer esa formación del mapa. Ya en el pasado Felipe González procuró guardar las distancias con los comunistas y, muy en su línea de aparentar moderación de cara a su electorado, pactó sin remilgos con la derecha vasca y catalana. Es posible que la maniobra que, en estos días de retiro vacacional, estén tramando los estrategas de Ferraz vaya en esa dirección. Con los antaño todopoderosos convergentes ya no tiene sentido llegar a acuerdos, Maragall ha ocupado su lugar y la coalición nacionalista no pasa, precisamente, por su momento más dulce. En el País Vasco, sin embargo, el panorama es diferente. El PNV acaba de revalidar la mayoría en la cámara de Vitoria y se postula como el compañero perfecto para terminar la legislatura sin demasiados contratiempos.
 
Eso, claro está, no es más que una ensoñación carente de todo fundamento y una demostración más del inmarchitable hábito que los socialistas tienen de hacer de la necesidad virtud. Hace quince años, momento en el que PSOE y PNV estaban a partir un piñón tanto en Vitoria como en Madrid, el partido de Arzallus era todavía una formación nacionalista templada y cuyo soberanismo se encontraba aún incubándose en los batzokis de los pueblos. Ni el Pacto de Estella ni el Plan Ibarretxe habían tomado carta de naturaleza y, lo que es más importante, el Gobierno poseía todavía en aquellos años jugosas transferencias para el mercadeo político. La situación ha cambiado radicalmente. El PNV es hoy un partido tan independentista como ERC, un partido que ha formado gobierno gracias a los votos de los proetarras y que no parece dispuesto a ceder un solo milímetro, es decir, que no tiene la más mínima intención de revisar a la baja su plan de secesión. De todos es sabido que el célebre diálogo que reclaman los nacionalistas consiste, esencialmente, en aceptar sus postulados sin mover una sola coma. Por otro lado, al Gobierno apenas le queda nada que ofrecer al Ejecutivo de Ibarretxe. Con contadísimas excepciones todo está transferido al Gobierno Vasco o a las Diputaciones provinciales; desde la policía hasta la gestión de las carreteras del Estado. No hay más que viajar por el País Vasco para advertir que esa Comunidad Autónoma cada vez se parece menos al resto de España.
 
Así las cosas, un acuerdo entre el Gobierno y el PNV para sacar adelante los presupuestos del año próximo no promete sino problemas en el corto plazo. Al igual que Carod, Ibarretxe sabe que pasará mucho tiempo hasta que se encuentre con una coyuntura igual. Con un gobierno central débil, necesitado de apoyos parlamentarios y más preocupado por laminar a su antecesor que por mantener el país en orden. Un pacto de esa naturaleza sería una maniobra estéril, un experimento que podría salir caro a su valedor y que, a la larga, no serviría de nada. Porque el PNV no desea en modo alguno contribuir a la gobernabilidad de España, el PNV desea ver un País Vasco independiente y para ello no escatimará los acuerdos que crea necesarios. Los nacionalistas tienen clara la meta, el Gobierno no, y así nos va.

En España

    0
    comentarios