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EDITORIAL

Una nación que no se rinde

Rodríguez Zapatero ha disuelto la política antiterrorista. Y la ha sustituido por la cesión ante los asesinos con pretensiones políticas, por lo que las víctimas han pasado de ser el soporte moral a ser el obstáculo político de un Gobierno indecente.

Despreciando la lluvia y el frío, más de un millón de españoles han vuelto a manifestarse en Madrid en contra de la política del Gobierno. Se han unido en defensa de la dignidad de las víctimas del terrorismo y, con ellas, en defensa de la dignidad de nuestra democracia. La presencia de tantos y tantos españoles dispuestos a hacer lo que está en su mano para mostrar su oposición a la política de Rodríguez Zapatero da una idea de la creciente indignación que está causando. Cualquier número de ciudadanos manifestándose por las víctimas y la libertad es ya un éxito para quien las valora, y sólo quienes las desprecian de todo corazón pueden recurrir a una cifra para hacerles de menos. Pero el hecho de que en esta ocasión los ciudadanos que han salido a calle en contra del Gobierno hayan sido incluso más que quienes se manifestaron el pasado 4 de junio, no deja de tener relevancia política.

En estos ocho meses, José Luis Rodríguez Zapatero no sólo no ha mostrado el más imperceptible atisbo de interés en escuchar a los españoles que le exigen volver a la defensa del Estado de Derecho y, por tanto, en contra de los terroristas, sino que ha profundizado en su desprecio desabrido y desenvuelto hacia las víctimas. Su decisión de no acudir al congreso de víctimas del terrorismo es solo una muestra más. Este gobierno no escucha más que a quien esté dispuesto a aplaudir su política radical, y se está desvinculando a marchas forzadas de los españoles.

Afortunadamente, la oposición, encarnada en exclusiva por el Partido Popular, está exactamente donde debe. En contra de tantas pretensiones de que el PP está sólo, el arrollador éxito de la manifestación de este sábado, convocado en las condiciones más difíciles y sin el debido apoyo del conjunto de los medios de comunicación, muestra exactamente lo contrario. Los populares, pese a las enormes presiones en su contra, están manteniéndose en la defensa de las instituciones y del Estado de Derecho y en la firmeza frente a ETA, lo que les está granjeando el respaldo de un creciente número de españoles.

Rodríguez Zapatero ha disuelto la política antiterrorista. Y la ha sustituido por la cesión ante los asesinos con pretensiones políticas, por lo que las víctimas han pasado de ser el soporte moral a ser el obstáculo político de un gobierno indecente. Parte de esta renuncia voluntaria a la moralidad es su apuesta por la mentira como estrategia política, contra la que muchos manifestantes han alzado sus pancartas. No resulta paradójico, sino perfectamente congruente que José Alcaraz, presidente de la Asociación de Víctimas del terrorismo, dijera en un momento de su emotivo discurso, en relación con los atentados que condicionaron las elecciones del 14 de Marzo: "Venimos a exigir al Gobierno: Queremos saber la verdad". El lema vacío e hipócrita que lanzaban, descreídos, los socialistas contra el Gobierno de Aznar en nombre de las víctimas y de la sociedad española, es hoy reclamado con toda justicia por los ciudadanos y por las víctimas frente al Gobierno de Rodríguez Zapatero.

En esta tercera manifestación convocada por las víctimas de ETA en un año, además del sobrecogedor número de españoles que han decidido pasar este sábado desapacible de Madrid en la calle, ha resultado llamativa la imagen muchas veces repetida de la bandera española, que les acompañaba. La bandera, que ha sido manipulada por los más serviles, unos para apropiarse de la nación y otros para destruirla, representa como siempre a todos los españoles. Pero hoy más que nunca, la defensa de España se identifica con la defensa de nuestras libertades, por lo que la presencia de nuestra insignia adquiere un significado especial. El de una nación que no se rinde, que no renuncia a sus derechos más básicos, aunque para defenderlos tenga que enfrentarse al Gobierno.

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