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EDITORIAL

Venezuela ya no puede más

Abandonados por la mayor parte del mundo y masacrados por su propio Gobierno, los venezolanos demócratas están dando un memorable ejemplo de valentía y heroísmo.

La situación en Venezuela empeora por momentos: la crisis económica es más dura cada minuto, las instituciones se están hundiendo a ojos vista y la dictadura chavista muestra un rostro más salvaje cada día, no sólo en la brutal represión de las manifestaciones, sino en los cientos de detenciones y en el trato a los disidentes ya presos, de los que es ejemplo y estandarte el heroico Leopoldo López, de quien no se tienen noticias ciertas desde hace un mes.

Resulta imposible cerrar los ojos a la realidad de que Maduro y el chavismo no sólo no están dispuestos a dejar el poder, sino que no van a admitir ningún diálogo que no sea una trampa para ganar tiempo, tratar de desunir a la oposición y, de una forma u otra, atornillarse en la cúspide de su putrefacto sistema.

Es también evidente que ha llegado el momento de que la comunidad internacional dé un paso al frente y no se limite a declaraciones más o menos bienintencionadas, sino que ha de ejercer toda la presión necesaria para convencer al chavismo de que su tiempo ha acabado y de que no tiene otra salida que dejar que la libertad y la democracia vuelvan a Venezuela.

Una presión que por razones obvias debería liderar España, algo que no está ocurriendo en este momento por tres razones: el lamentable papel que ha venido protagonizando José Luis Rodríguez Zapatero, gran palmero internacional del régimen y pelele de su estrategia contra la oposición; la no menos ominosa actuación del ministro de Exteriores, que ni tan siquiera logra ofrecer una imagen de firmeza y seguridad en sus declaraciones a la prensa y que se muestra completamente incapaz de articular la respuesta que la delicadísima situación requiere; y, por supuesto, la falta de verdadero interés de Rajoy por cualquier asunto que no sea su propia supervivencia política.

Mientras tanto, abandonados por la mayor parte del mundo y masacrados por su propio Gobierno, los venezolanos demócratas están dando un memorable ejemplo de valentía y heroísmo. Un ejemplo que no sólo ofrecen líderes políticos como el propio Leopoldo López, su esposa Lilian Tintori u otras figuras de la oposición, como Henrique Capriles o María Corina Machado, sino que está en prácticamente cada calle de Venezuela, allí donde la gente se enfrenta como puede a los criminales que los sojuzgan y a la escoria pandillera que les hace el trabajo sucio.

Los venezolanos que están jugándose la vida por sus libertades son el exacto opuesto de quienes, lejos de Venezuela y protegidos por las libertades que no dudarían en erradicar, se han lucrado con la dictadura chavista y, por mucho que ahora se sientan de lo más incómodos cada vez que se habla de esa tragedia, querrían imponer en España un sistema tan criminal y empobrecedor como el que puso en pie su llorado Hugo Chávez Frías.

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