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EDITORIAL

Volcarse en Cataluña

Los separatistas podrían acabar saliéndose con la suya. Para ello bastaría con que las fuerzas españolas cometieran la felonía de no hacer nada.

El nacionalismo catalán ha quemado las naves y apostado decididamente por la independencia. Ya ni siquiera se reparten los papeles, todos están en lo mismo, en el enfrentamiento total y la ruptura de España. Hasta Josep Antoni Duran i Lleida, que se ha pasado media vida ofreciéndose para servir como ministro de casi cualquier Gobierno de la Nación, da ahora en cerrar sus discursos, devenidos soflamas, con el grito de "Visca Catalunya Lliure!".

Con su formidable maquinaria de intoxicación y propaganda, el nacionalismo vocea la especie de que Cataluña es un unánime clamor por la autodeterminación y la independencia, y esgrime como prueba atrabiliarios acontecimientos prefabricados como el aquelarre estrellado de la última Diada.

Pero la realidad es muy otra, como se desprende, por ejemplo, del más reciente sondeo publicado por La Vanguardia. Ahí encontramos que los catalanes que no se sienten españoles no son siquiera un tercio, apenas un miserable 27%, cuarenta puntos por debajo de la cifra que engloba a quienes se sienten catalanes y españoles: 67%. Significativamente, el porcentaje de sólo catalanes registra un abrupto descenso de cinco puntos desde la infausta Diada, mientras que el de quienes se sienten tan catalanes como españoles ha crecido seis puntos; en cuanto al de quienes se sienten más catalanes que españoles, ha caído tres puntos.

Esta encuesta es sólo un ejemplo. Hay muchos más, y más significativos. En todos los ámbitos: político, económico, cultural... Y es que, verdadera y afortunadamente, Cataluña no es esa mole monolítica y áspera que pinta la barahúnda nacionalista.

Así las cosas, en los próximos comicios autonómicos PP y PSOE deben salir a por todas, con arrojo y sin el menor complejo (¿de qué?). El PP debe dejar de incordiar a la gente de Ciudadanos, que está haciendo una labor admirable, y medirse con su auténtico rival, la desleal, hipócrita y oportunista CiU, que juega la baza de la responsabilidad pero en los hechos está demostrando ser un tremendo factor de perturbación e inestabilidad. En cuanto al PSOE, debe aprovechar la marcha de Ernest Maragall y compañía para, de una bendita vez, hacer una política plenamente española y enfocada en el servicio a sus votantes, no a las élites nacional-progresistas, tan despectivas y altaneras con todo aquello que suene o huela a cinturón industrial y a España. Por lo que hace a Ciudadanos, debe seguir siendo lo que es, un corajudo altavoz cívico, una valiosísima piedra de toque, un acicate. Todos ellos, además, han de hacer de caja de resonancia de iniciativas procedentes de la sociedad civil que tengan por objeto reivindicar la españolidad del Principado, como la emotiva y ejemplar concentración que se celebró el pasado viernes –Día de la Hispanidad– en la Plaza de Cataluña de la Ciudad Condal.

Los separatistas no son más ni, mucho menos, mejores. Pero podrían acabar saliéndose con la suya. Para ello, bastaría con que las fuerzas españolas –económicas, políticas, sociales, culturales– cometieran la tremenda felonía de no hacer nada.

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