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EDITORIAL

Y Gil-Lázaro, ¿qué opina de esto?

Malo sería que las palabras de Fernández Díaz no fueran en serio, porque las palabras importan, y mucho. Pero aún peor sería que realmente se las creyera.

Ayer ya expresamos nuestra preocupación por los que a nuestro juicio son los dos peores nombramientos del gabinete de Rajoy: los ministros de Justicia e Interior. En concreto, el responsable de nuestra seguridad debería abordar con energía casos sin resolver tan importantes como el Faisán o el del 11-M, y procurar que el último comunicado de ETA no se traduzca, como pretenden tantos, en la impunidad de los asesinos sin más contrapartida que unas palabras.

La preocupación se ha visto no ya confirmada, sino enormemente agravada por las declaraciones de Jorge Fernández Díaz tras su toma de posesión. Siendo cierto que la norma general en el nuevo Gobierno ha sido de un excesivo respeto por los cesantes, cuya labor sin duda no merecía tanta deferencia, que el nuevo ministro de Interior llegue a calificar de "ejemplar" la tarea de Rubalcaba y Camacho en la gestión contra ETA no sólo atenta contra el sentido común, contra los votantes que –no lo olvidemos– han preferido humillar a Rubalcaba y contra la sensibilidad de las víctimas del terrorismo, sino incluso contra lo que el mismo PP lleva manteniendo durante los últimos años.

¿Olvida acaso Fernández Díaz que el diputado popular Gil Lázaro estuvo más de dos años interrogando a Pérez Rubalcaba en el Congreso por el caso Faisán? Si considera ejemplar la labor de los dos ministros, bajo cuyo mando tuvo lugar el chivatazo, ¿censura entonces la labor parlamentaria de su compañero? ¿O acaso cree compatible gestionar de forma "ejemplar" el fin de ETA con un chivatazo cuyo objetivo era evitar que el aparato de extorsión de la banda terrorista siguiera en funcionamiento?

Hagamos un poco, sólo un poco de memoria. La gestión "ejemplar" de Rubalcaba en Interior ha incluido sus falsos informes de verificación durante el "alto el fuego permanente" de 2006, el chivatazo del bar Faisán y las mentiras para intentar ocultar las negociaciones con ETA tras el atentado de la T-4. Tampoco debemos olvidar el sistema de espionaje Sitel"Veo y escucho todo lo que haces", le aseguró al diputado popular Carlos Floriano– o el nombramiento de mandos policiales a dedo violando las sentencias del Supremo. Y de las palabras de Fernández Díaz cabe suponer que todo esto es propio de una gestión digna de elogio.

España se enfrenta a dos grandes retos: la superación de la crisis económica y la regeneración de la vida pública. Malo sería que las palabras de Fernández Díaz no fueran en serio, porque las palabras importan, y mucho. Pero aún peor sería que realmente se las creyera; nos obligaría a perder toda esperanza de que el Gobierno de Rajoy haga el más mínimo avance en la investigación de los casos 11-M o Faisán. En un día en que los focos deberían haberse puesto en el muy esperanzador equipo económico de Rajoy, Fernández Díaz ha saltado al estrellato de la peor manera posible.

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