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EDITORIAL

Zapatero al desnudo

Demagogia a mayor gloria de los nacionalistas, matrimonio gay, y la paz y el diálogo infinitos que constituyen los cimientos de su simple pero electoralmente rentable doctrina política. En suma, Zapatero al desnudo.

Los que no querían café tuvieron ayer dos tazas de zapaterismo en estado puro durante el discurso de apertura del congreso del PSOE. Triunfalismo, bromas fáciles y guiños a su propio partido. Si no fuese porque el estado en el que se encuentra España es cualquier cosa menos envidiable, hasta podría entenderse el discurso, y más cuando éste se produjo en un congreso abarrotado de oídos agradecidos. El problema es que lo que padecemos ya –y lo que se nos viene encima– está muy lejos de las proclamas triunfales y la demagogia boba del que se sabe en la poltrona hasta el año 2012.

Ni política ni económicamente pasa España por uno de sus mejores momentos. Al desafío nacionalista –que ni cesa ni tiene intención de hacerlo, por mucho que los socialistas repitan como posesos la palabra pluralismo– se ha sumado una brutal crisis económica que no ha hecho más que empezar. Estas son las verdaderas coordenadas de la España de 2008 que irán agravándose conforme avance la legislatura. Para Zapatero, sin embargo, todo es tranquilidad, felicitaciones mutuas y un futuro prometedor. Para él, quizá, para los españoles que no viven de la política los próximos años serán un insufrible calvario de inflación y desempleo que pondrá a prueba el absurdo optimismo del jefe del Ejecutivo.

Para Zapatero su primera legislatura ha consistido en una ininterrumpida cadena de éxitos que las urnas convalidaron en marzo. Lo segundo es cierto, lo primero no. Deliberada y conscientemente, Zapatero ha puesto en marcha un cambio de régimen con la aquiescencia de la práctica totalidad del arco parlamentario. Ha creado problemas donde no los había y ha abierto viejas heridas cuya cicatrización llevó mucho tiempo y esfuerzo. No en vano, Rajoy, que hoy se ofrece a colaborar con él en todo lo que sea menester, decía con bastante razón hasta hace no mucho tiempo que Zapatero ha sido el peor presidente de la democracia.

En España, ser o decirse de izquierdas es lo único tolerado por la corrección política y el salvoconducto necesario para recibir el carné de demócrata. Zapatero, experto zascandil de la nada, se lo sabe al dedillo, conoce cuáles son las reglas y las aplica con determinación. Por eso se reitera tan a menudo en la identificación con el mal absoluto de lo que no es izquierda o nacionalismo. Encantado de haberse conocido, sigue insistiendo en los mismos mantras que hace dos, tres o cuatro años. Demagogia a mayor gloria de los nacionalistas, –esta vez, curiosamente, envuelto en la bandera de España–, matrimonio gay, y la paz y el diálogo infinitos que constituyen los cimientos de su simple pero electoralmente rentable doctrina política. En suma, Zapatero al desnudo.

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