Menú
EDITORIAL

Zapatero condena a Israel

Zapatero se ha permitido impartir lecciones de derechos humanos y de pacifismo a un país que lucha por su seguridad, es la única democracia de Oriente Medio y, desde luego, puede medirse con cualquier otra democracia del mundo en calidad de la libertad

El presidente del Gobierno de España se ha permitido condenar a Israel por defender la vida de sus ciudadanos y la integridad de su territorio de la ofensiva terrorista de Hezbolá. Zapatero ha utilizado esta vez el cobarde y demagógico burladero de un mitin preelectoral, como en su día utilizó un corro de periodistas en el Congreso para anunciar lo que no se atrevió a decir donde corresponde, esto es, que está negociando con terroristas que ni siquiera se arrepienten de sus crímenes. Desde la tribuna partidista y con el lenguaje más vulgar e insolente, y no desde los cauces de que dispone un Estado civilizado para comunicarse con otra nación, el mandatario se ha permitido impartir lecciones de derechos humanos y de pacifismo a un país que lucha por su seguridad, es la única democracia de Oriente Medio y, desde luego, puede medirse con cualquier otra democracia del mundo en calidad de la libertad de la que disfrutan sus ciudadanos, en respeto a los derechos humanos de sus enemigos y en honradez de su expectativa de paz.
 
Zapatero ha nivelado el derecho de un Estado libre y legítimo a defenderse, con el terrorismo de quienes secuestran, torturan y asesinan indiscriminadamente a su gente, como si respondieran al mismo impulso moral y fueran intercambiables.
 
¿Habrá que recordárselo a un presidente tan irresponsable con los intereses globales de España como cegado por su odio a la libertad? Israel es aquí la víctima, los terroristas son aquí el enemigo a batir, y no sólo por el bien de una nación democrática concreta, sino de toda nuestra forma de vida. Porque el objetivo de los terroristas es algo más ambicioso que la destrucción de un pueblo del que un mesetario Zapatero parece desconocerlo todo, su tradición de sufrimiento y su ejemplar y milenaria causa por la supervivencia y la libertad. El verdadero objetivo terrorista es la extensión de un califato yihadista capaz de acabar con la civilización occidental, ésa misma que permite a Zapatero frivolizar con la paz mientras los obuses del terror no vuelvan a caer cerca de sus estrechas expectativas de poder.
 
Alguien de su entorno debería ilustrar al presidente español sobre lo que conviene y lo que no conviene a España en sus relaciones con un mundo más ancho que la Meseta castellana y más plural que la ideología tercermundista y anti-occidental que le proporciona tanto confort. Su ignorancia, su sectarismo, o ambas cualidades a la vez, pueden acabar costando a los españoles la pérdida de alianzas vitales para garantizar la seguridad y la libertad de todos.
 
Zapatero es una prueba viviente que verifica la tesis de Whalid Phares en La yihad futura: que la guerra cultural contra la ideología yihadista es tan decisiva como la evolución de la campaña militar contra el terrorismo. El frente cultural se está librando hoy en el interior de las sociedades libres, y no es contra clérigos o lobbies islamistas, sino contra quienes, como Zapatero, equiparan a víctimas y verdugos, terroristas con Estados libres, totalitarios con demócratas, y concluyen, desde su aversión mitológica a la libertad, que siempre hay una justificación para los horrendos crímenes terroristas. Alguien debería hablarle a Zapatero de todo esto antes de sus mítines, más que nada para evitar que España siga haciendo el ridículo y aislándose aún más del mundo normal.
 
Alguien, sí, pero no será el ministro Moratinos, uno de los mejores amigos españoles de los enemigos de la libertad, en general, y de Israel, en particular. 

En Internacional

    0
    comentarios