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EDITORIAL

Zapatero, para muro el de Ceuta y Melilla

A la mínima oportunidad que tiene, al presidente del Gobierno le sale la vena antiamericana y el complejo de superioridad moral tan típico de la izquierda indocumentada europea

Hace no mucho tiempo Juan Carlos Girauta comparó a José Luis Rodríguez Zapatero con Zelig, personaje de ficción inmortalizado por Woody Allen que terminaba haciendo, diciendo y pareciendo lo que sus interlocutores deseaban. Así ha sucedido, una vez más, en su visita a México. Ante el presidente Felipe Calderón se ha despachado a placer contra los Estados Unidos que son, en la nación azteca, continuo motivo de chanza y blanco de todas las denuncias e imprecaciones.

Ha dicho Zapatero en un ataque de originalidad que "no hay muro por alto, ancho, o largo que sea" que pueda "imponerse al sueño de una vida mejor". Evidentemente es así, la humanidad ya lo ha comprobado, y no precisamente por la valla que están construyendo los norteamericanos, sino por el telón con el que los antepasados ideológicos de Zapatero partieron Europa en dos. Los muros pueden disuadir –y de hecho disuaden–, pero no impiden que la gente se desplace y los desafíe, especialmente cuando la recompensa al otro lado justifica el riesgo.

Perogrulladas de este género son muy de Zapatero, perito como es en hablar mucho y no decir nada. No lo es menos su manía por los Estados Unidos, sólo comparable en intensidad e inquina a la que tiene al Partido Popular. A la mínima oportunidad que tiene, al presidente del Gobierno le sale la vena antiamericana y el complejo de superioridad moral tan típico de la izquierda indocumentada europea.

Lo chocante de esto no es que Zapatero se transforme en Zelig ni que haya aprovechado la ocasión para atacar a los Estados Unidos. Lo chocante es que para ambas cosas haya utilizado un argumento tan peligroso, tan de ida y vuelta como la valla fronteriza entre México y Estados Unidos. Zapatero sabe que en Ceuta y Melilla no hay una valla sino tres, la última, la célebre “sirga tridimensional” instalada por su Gobierno tras los incidentes del año 2005 en la línea fronteriza con Marruecos. Y como lo sabe, lo que el presidente ha hecho en México es simple demagogia encaminada a atraerse al auditorio.

No debería, sin embargo, bromear en exceso con este tema. Estados Unidos y España comparten la condición de frontera entre el primer y el tercer mundo, con todos los problemas que eso acarrea, incluyendo las habituales tragedias humanas que se dan tanto en Tijuana como en Melilla. Lo que Zapatero demuestra hablando de este modo es que carece de la más mínima talla de hombre de Estado, es decir, que sigue siendo lo que ha sido siempre, un político profesional mediocre, sectario hasta la náusea y con una formación que deja mucho que desear. Es normal que, según salga de España, la arme. Lo lleva en el carácter.

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