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EDITORIAL

Zapatero: ¿Presidente por accidente?

Por muchos y muy potentes que sean los medios y los altavoces de los que se sirven –o a los que sirven– los socialistas para "blanquear" la victoria del PSOE, el gobierno que forme Zapatero jamás podrá librarse de la mancha de haber llegado al poder gracias la manipulación, en los dos días previos a los comicios, de los sentimientos y de la información sobre el atentado terrorista más terrible que ha tenido lugar desde el 11-S. Esa será una tarea imposible, incluso para los prestidigitadores de la comunicación que, después de hacer surgir cadáveres de terroristas suicidas de sus micrófonos y de promover manifestaciones "espontáneas" ante las sedes del PP el día de reflexión, se atrevieron a exigir, con la untuosa hipocresía de los falsos predicadores, que el Gobierno dijera la verdad que en ningún momento ocultó.
 
González ha consumado su venganza contra el adversario al que ninguneó y que después le superó en todos los terrenos. Y ha conseguido que el mejor gobierno que ha tenido España en al menos un siglo abandone el poder a golpe de insultos, infamias e, incluso, agresiones. Para ello, los escribas y los fariseos de PRISA, los locutores con ínfulas de periodistas, los showman de la inmundicia en directo, el coro de totalitarios metidos a artistas y la tropa de nostálgicos del Gulag que apedrea sedes del PP a la voz de mando de los admiradores de Castro y de Sadam, todos ellos aliados con los sepultureros de la Constitución y los profesionales de la pancarta, han tenido que emplearse a fondo en los dos últimos años. A fuerza de repetir incesantemente sus consignas sectarias, sus bulos y sus intoxicaciones, crearon el caldo de cultivo adecuado para que la ira y el dolor por los atentados del 11-M se dirigieran, en lugar de a los terroristas, en contra del partido del Gobierno.
 
Consiguieron lo más fácil: llegar al poder. Ahora les queda lo más difícil: administrar su victoria. Una victoria inesperada, obtenida por un partido fuertemente dividido, con un liderazgo débil y en minoría parlamentaria. Un partido que había prometido lo inverosímil y su contrario con la esperanza, no de ganar las elecciones, sino de no sufrir una debacle electoral. Un partido cuyo programa –retirado, por cierto, de su web al día siguiente de las elecciones– era irrealizable sin poner en peligro la estabilidad del marco institucional y todo lo logrado en los últimos ocho años. Un partido con un líder que, en cuatro años de oposición, ha sido incapaz de elaborar un programa sólido y coherente y que tampoco ha sido capaz de reunir un equipo de gobierno sin recurrir a las viejas glorias del felipismo. Ellos sí que salieron del poder por sobrados "méritos" propios que nada tuvieron que ver con la administración honrada del dinero público, con la estricta observancia y respeto al Estado de Derecho en la lucha antiterrorista o con la transparencia que ahora exigen algunos de sus representantes más calificados, como Rubalcaba. Por no hablar, naturalmente, de los resultados de su gestión: 4 millones de parados, 7 por ciento de déficit público, quiebra técnica de la Seguridad Social, grosera politización de la Justicia, etc.
 
Zapatero tendrá que emplearse a fondo en demostrar a los ciudadanos que no volverán los tiempos de la arrogancia, el sectarismo y la corrupción de un PSOE que aspiró a crear un régimen. Que gobernará en interés de todos los españoles, y no sólo en el de sus amigos, clientes y chantajeadores, de dentro y de fuera de su partido. Zapatero tendrá ocasión de demostrar que en sus decisiones nada tendrán que ver las presiones de su grupo mediático favorito. Que su humildad no será obstáculo para poner freno a quienes anhelaban su llegada para enterrar la Constitución, ni tampoco para defender los intereses de España en Europa y en el mundo. Que luchará contra el terrorismo, nacional o internacional, con la misma energía que su antecesor. En definitiva, tendrá ocasión de demostrar que no va a ser presidente por accidente. Francamente, lo tiene bien difícil. Más aún con la dosis de felipismo reciclado –no sabemos si regenerado– que piensa inocular en su Gobierno. El primer examen, en las europeas de junio.

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