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EDITORIAL

Zapatero y su peligrosa demagogia obrerista

Lo que realmente subyace detrás de toda la tramoya zapaterista de recuperación de las esencias de la izquierda más retrógrada es una falta crónica de soluciones para los problemas que aquejan al país

El trasnochado aquelarre obrerista que Zapatero y sus acólitos celebraron en la localidad leonesa de Rodiezno el pasado fin de semana, muestra de un modo descarnado hasta qué extremo está dispuesto a llegar el presidente del Gobierno para no responder ante los ciudadanos de una crisis que se endurece a cada día que pasa. Lejos de encarar la situación y hacerse cargo de las imprescindibles reformas que hay que acometer para salir de la crisis en el medio plazo, Zapatero se enroca en un sindicalismo zafio cuyas recetas se han demostrado siempre letales para cualquier economía.

Recurrir al ataque fácil a la banca y a los empresarios sazonando las críticas con guiños y alabanzas a los sindicatos que viven a costa del Estado, podría entenderse si Zapatero fuese un líder de la Oposición jugando todas las barajas electorales posibles. Pero no, Zapatero no está en la Oposición, lleva más de cinco años en el poder y no puede permitirse ciertas expansiones que lo único que van a sembrar es mayor incertidumbre entre los únicos que pueden crear empleo real, es decir, entre los empresarios privados. Zapatero, sin embargo, parece desconocer una verdad tan elemental y en un momento difícil como el actual se agarra aún con más fuerza a sus supersticiones juveniles. A pesar de que los hechos están desmintiendo sus medidas anticrisis, todas muy “sociales” y centradas en el gasto público, lejos de rectificar da un paso más hacia el abismo, cuidando, eso sí de no abandonar la estética retroprogre que hace las delicias de lo más bizarro de su electorado.

Es bastante chocante que Zapatero apele al obrerismo cuando él siempre perteneció a la burguesía de León, lo mismo que Leire Pajín y Bibiana Aído, hijas de papá que, pese a todo, levantan el puño izquierdo mientras cantan La Internacional delante de obreros de verdad, de mineros de León que, ellos sí, en tiempos fueron clase obrera. Esto y no el desbarajuste de ideas que habita en la cabeza de Zapatero es lo peor del indigno espectáculo de Rodiezno. La impostura de creerse por un rato lo que no son ni han sido jamás, posando para la foto ataviados de proletarios en el país con más parados de Europa a los que se les prometen míseros subsidios con los que salir del paso. Si esta es la receta anticrisis del Gobierno Zapatero es seguro que tenemos crisis para muchos años.

Lo que realmente subyace detrás de toda la tramoya zapaterista de recuperación de las esencias de la izquierda más retrógrada es una falta crónica de soluciones para los problemas que aquejan al país. El progresismo español, que ha conseguido conquistar las mentes gracias a su hegemonia en los medios de comunicación y en las universidades, es un yermo de ideas. Más allá del obrerismo de salón y del keynesianismo académico totalmente desautorizado en la teoría y en la práctica, el socialismo no tiene nada que ofrecer. Tal vez por eso Zapatero pone tanto énfasis en representaciones teatrales como la de Rodiezno, tal vez por eso la crisis vaya a durar mucho más de lo que nos tememos.     

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