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EDITORIAL

ZP y Polanco, adalides del populismo latinoamericano

¿Es sumándose al compadreo y a la demagogia –tan característicos entre los mandamases tercermundistas–, como Zapatero cree que va a obtener una neutralidad y una seguridad jurídica para nuestros inversores en Bolivia?

La visita a España del dirigente populista boliviano, Evo Morales, ha servido para poner de manifiesto que José Luis Rodríguez Zapatero, lejos de corregir, no hace otra cosa que radicalizar la guía retrograda, liberticida y tercermundista que marca el rumbo a la política exterior de nuestro país desde el 14-M.
 
Quien, como Morales, ha hecho de la asilvestrada retroutopía indigenista y del socialismo más totalitario y casposo, sus principales propuestas de gobierno, es lógico que elija la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez en sus dos primeras visitas oficiales, tras su elección como nuevo presidente de Bolivia. Más aun si tenemos en cuenta, además de los liberticidas lazos ideológicos que les unen, las cuantiosas ayudas económicas que, como candidato, Morales ha recibido de ambos mandatarios latinoamericanos, con los que acaba de arremeter contra el liberalismo y de calificar de “terrorista” al gobierno de los EEUU.
 
Que tras Castro y Chávez, el tercer mandatario en darle una cálida bienvenida a Morales, sea el presidente de un Gobierno europeo, supuestamente aliado de EEUU y defensor de la libertad económica y política, es una vergüenza para nuestro país, aunque sea compatible, lamentablemente, con la trayectoria de Zapatero, tanto en su política exterior como en la doméstica.
 
La puntilla que puede suponer la llegada al poder de Evo Morales para las, ya de por sí, mermadas libertades políticas y económicas de Bolivia, es un riesgo reconocido hasta por el ministro Montilla, en su eufemística referencia al "cambio en las reglas de juego" que se van a impulsar en aquel país. Sin embargo, hay que señalar que, al margen de las diferencias que, afortunadamente, aún nos separan de Bolivia, ese "cambio en las reglas del juego" también se están dando, tanto política como económicamente, en la España del Estatut y de la OPA, desde la llegada de los socialistas al poder.
 
A no pocos ingenuos representantes del wishful thinking, que han defendido la visita de Morales y que, en nombre de la elasticidad y de la diplomacia, no quieren ver la falta –o la nocividad– de principios que dicho recibimiento entraña, hay que recordar que, por mucho que aleguen la necesidad de establecer cordiales relaciones con el nuevo gobierno de Bolivia por el bien de los inversores españoles, Zapatero no ha hecho otra cosa, ni antes ni después, que alentar esa deriva populista y totalitaria que se va extendiendo en América Latina. No lo decimos sólo por el impulso indirecto que, para un dirigente como Morales, supuso el acercamiento previo de Zapatero a Castro y a Chávez, sino también por la ayuda directa que, antes de las elecciones, el Gobierno español ofreció doblar a Bolivia si el confeso seguidor del Che Guevara resultaba vencedor en los comicios.
 
El encuentro con el presidente del Gobierno español, sólo ha servido para que Morales –y también ZP– despliegue su demagogia y sus proyectos liberticidas. Si Morales ha anunciado sin recato alguno que está dispuesto a "nacionalizar los recursos" de Bolivia –que "son del pueblo" – , nuestro presidente le ha ofrecido la condonación de "la mayor parte de la deuda" contraída por Bolivia "a cambio de educación"; una demagógica medida en contra de los intereses generales de España, pero que beneficiara a determinados y escogidos empresarios españoles que, como Jesús de Polanco, harán pingües negocios con la venta de libros de texto.
 
Al margen de las prisas que imponga Prisa por recibir a Morales, ¿cree Zapatero que es sumándose al compadreo y a la demagogia –tan característicos entre los mandamases tercermundistas–, como se va a obtener una neutralidad y una seguridad jurídica para nuestros inversores en Bolivia? Lo mismo cabría preguntar a no pocos empresarios dispuestos al chalaneo.
 
Evidentemente, si el objetivo de Zapatero con esta visita fuera legítimo, jamás, ni antes ni después, hubiera respaldado a un reaccionario populista como Evo Morales. Lo que ocurre es que la demagogia, para algunos, es una buena opción, tanto para estar en política como para hacer negocios. Tanto en la Bolivia de Morales, como en la España de ZP... y de Polanco.

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