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Eduardo Goligorsky

Colau y las pescaderas

Felicitemos a esas pescaderas y, por supuesto, a Félix de Azúa.

Félix de Azúa dijo que Ada Colau "debería estar sirviendo en un puesto de pescado", no que debería ser pescadera. Las pescaderas son la élite del mercado: basta ver cómo utilizan sus instrumentos con precisión de cirujano para convertir los frutos de mar en bocados de cardenal. Junto a esa élite trabajan, en los puestos del mercado, personas menos capacitadas que envuelven la pieza ya lista, cobran, dan el vuelto y sí, friegan los mostradores y los suelos. Nada deshonroso, por supuesto, pero marcado por la incapacidad para obrar con la destreza con que lo hace la élite, o sea las pescaderas. También en el quirófano hay cirujanos, anestesistas, instrumentistas y enfermeras. Nuevamente: élite y colaboradores.

Hay suficientes testimonios de que no se necesita pertenecer a la casta o tener título universitario para desempeñar correctamente la función pública, ya sea en cargos electivos o por oposiciones. Y también los hay de que miembros de la casta y diplomados universitarios pueden defraudar a la sociedad por su incompetencia o su deshonestidad.

No está de más hablar de las virtudes de la meritocracia, pura y simple. Tienen méritos las pescaderas y los cirujanos en sus respectivas especialidades. Y tanto Félix de Azúa como muchos ciudadanos opinamos que Ada Colau no los tiene para ser alcaldesa. Las pescaderas que se han fotografiado sonriendo junto a la señora Colau se pondrían muy serias si los manteros vendieran rape y mariscos frente a sus paradas o si sus hijas se negaran a vacunarse contra el papiloma después de haber visto un documental retrógrado patrocinado con el logo del Ayuntamiento. Creo que muchas pescaderas expertas en su oficio serían excelentes alcaldesas porque tendrían la lucidez suficiente para permitir que la Guardia Urbana cumpla con sus funciones, que el Ejército ofrezca oportunidades de estudio y trabajo a los jóvenes de Barcelona, que la ciudad y los vecinos recuperen los espacios okupados, y que los creyentes asistan a actos públicos en el Salò de Cent sin sentirse ofendidos.

Felicitemos a esas pescaderas y, por supuesto, a Félix de Azúa.

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