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Eduardo Goligorsky

Desagravio al CNI

Pilar Rahola debería desagraviar al CNI agradeciéndole que le proteja, como al resto de la sociedad, de la amenaza yihadista.

Pilar Rahola debería desagraviar al CNI agradeciéndole que le proteja, como al resto de la sociedad, de la amenaza yihadista.
EFE

Víctima de una crisis de histeria provocada por la negativa de la CUP a votar la investidura de su venerado mecenas Artur Mas como presidente de la Generalitat, Pilar Rahola depositó en el estercolero de Twitter un mensaje agraviante en el que atribuía la autoría del tortazo al Centro Nacional de Inteligencia, el CNI.

Escupe al cielo

Pilar Rahola no debería olvidar el viejo refrán castellano: "El que al cielo escupe, en la cara le cae". El CNI tiene que cumplir tareas más importantes que la de fraguar votaciones en cochambrosos sóviets cuyos miembros se bastan a sí mismos para trucar los resultados a su gusto y paladar. Por ejemplo, el CNI se ocupa de velar por la seguridad de todos los españoles –incluida la señora Rahola, tan catalana ella– en los trances críticos de la ofensiva yihadista. Quien agravia al CNI escupe al cielo.

Precisamente, gran parte del bestseller antiyihadista de Rahola, Prou! (¡Basta!), descansa sobre el cúmulo de datos que agentes, infiltrados e informantes del CNI han obtenido, con gran riesgo para sus vidas, en las mezquitas y células salafistas. Indagaciones en las que han colaborado, por supuesto, con los miembros de los numerosos servicios de inteligencia de los países occidentales que tienen su base de operaciones en Barcelona por un motivo que nos revela el experto Eduardo Martín de Pozuelo en un titular (LV, 28/12/2015):

Barcelona acapara yihadismo. La lucha antiterrorista del Estado detecta en Catalunya y Murcia los grandes focos de riesgo de radicalización islamista.

Sin embargo, no debemos caer en el error de pensar que el yihadismo es la única amenaza que se cierne sobre España. Si el CNI no permaneciera alerta para vigilar las actividades de las organizaciones que incluyen en su programa el desmembramiento de España, estaría defraudando la confianza que los ciudadanos depositamos en él. Vigilar las actividades no implica participar en ellas ni intervenir en sus votaciones, sino estar en condiciones de poner la información en manos de las autoridades competentes cuando se descubra una transgresión de la ley.

Tampoco en este caso el CNI está solo. Es razonable pensar que, una vez más, los servicios de inteligencia de los países occidentales estacionados en Barcelona siguen los pasos de estos insurgentes cuyo odio no se circunscribe a España sino que abarca a los restantes países de la Unión Europea y la OTAN. Su proyecto de desmembramiento, por un lado, y de desarme, por otro, puede ser producto de impulsos irracionales, pero también puede serlo de la connivencia con Putin o con otros enemigos de la sociedad abierta. Alertas, pues, CNI y sus colegas.

Reclutar los detritos

En lugar de escupir al cielo encarnizándose con el CNI que le cubre las espaldas y le garantiza que pueda seguir disfrutando de paz y seguridad para difamar y discriminar a sus compatriotas españoles, Rahola debería ser más escrupulosa a la hora de seleccionar sus compañeros de viaje. Al fin y al cabo, fue ella la que se enroló en una campaña que, por su naturaleza cainita, era ideal para agrupar los detritos del totalitarismo antiliberal, antidemocrático y antisistema. Y no me refiero sólo a la CUP.

En su columna (LV, 21/3/2014), Rahola denunció que ERC, Izquierda Plural y Amaiur fueron los tres únicos partidos que se negaron a votar en el Congreso la condena a los desafueros del mandamás Nicolás Maduro. Y el 4 de marzo de ese mismo año el atrabiliario esquerrano Joan Tardà –el mismo que ahora le pide a Mas que dé un paso al costado– hizo el panegírico del difunto dictador Hugo Chávez en el Auditorio Marcelino Camacho de CCOO, en Madrid, junto a Cayo Lara y al histrión Willy Toledo. Así se entiende que Oriol Junqueras ratifique, un día sí y otro también, las afinidades de ERC con la CUP. No es el CNI el que está urdiendo el contubernio entre ERC, CUP y En Comú Podem.

Es curioso que los protagonistas del proceso nunca se enteren de lo que sucede alrededor de ellos. Es cierto que no cuentan con los servicios de un CNI propio, pero cuando toda la sociedad estaba al tanto de los chanchullos del 3%, ellos parecían vivir en Babia. Doblemente curioso, porque confraternizaban con quienes cobraban esas mordidas y otras mayores. A lo que se suma el hecho de que la familia Pujol-Ferrusola disfrutó del silencio cómplice de los salvapatrias hasta que el patriarca se adelantó –él sí– a la delación de un arrepentido. La omertà no siempre funciona.

Tratativas humillantes

Basta de bromas. En la timba de la secesión todos saben quiénes son los tahúres y cuáles son los naipes marcados. Esto vale para los sobornos y los enriquecimientos de origen inconfesable y también para los pactos torticeros. Quienes negociaron con la CUP antisistema, prometiéndole el oro y el moro, traicionando compromisos y lealtades con los sectores moderados y emprendedores de la sociedad que siempre los habían votado, conocían perfectamente el currículo de sus interlocutores. Y porfiaron en las tratativas humillantes hasta que recibieron el tortazo. De la CUP y no del CNI, el organismo que nos protege a todos –incluidos los que escupen al cielo– de la barbarie yihadista y totalitaria. Además, estaban avisados por los más clarividentes de su propio bando. Lo recuerda el predicador Francesc-Marc Álvaro ("Lo que tenía que pasar", LV, 4/1/2016):

Como escribí a primeros de diciembre, la organización anticapitalista nunca había previsto que un proceso de secesión fuera liderado por un líder (sic) converso de centroderecha con el apoyo de clases medias de orden: su mito es el de una revolución hecha para destruir lo que ellos consideran "enemigos de clase", aprovechando la desconexión. (…) Pero la responsabilidad mayor es de los dirigentes de Junts pel Sí, que cayeron en la trampa populista cuando tenían que negarse a negociar con los cuperos mientras el veto a Mas no fuera levantado.

Claro, el proyecto de Álvaro era muy ambicioso: salvar al mariscal de derrotas Artur Mas, colocarlo en la poltrona presidencial y parir la nueva república. Pero le faltaban herramientas. Él lo sabe. Y lo confiesa:

Es un escenario que sólo ve con alegría –los tuits de ayer eran elocuentes– el mundo de Podemos, los comunes e ICV, que lo aprovechará para intentar forjar una mayoría de izquierdas con Ada Colau de presidenta de la Generalitat y con ERC y la CUP como socios de un eventual tripartito a partir de una reformulación del derecho a decidir y la promesa de referéndum de los podemitas.

Los ciudadanos que sufragamos con nuestros impuestos las actividades del CNI tenemos derecho a pedirle que, con la colaboración de sus similares europeos y estadounidenses, y ciñéndose siempre a la ley, recopile información sobre las confabulaciones que pueden allanar el camino a los enemigos interiores y exteriores de la sociedad abierta. Como cuando los exmiembros de la banda terrorista Terra Lliure, entre los que se contaban quienes asesinaron en 1977 al industrial José María Bultó, presionaron a la CUP para que votara la investidura de Mas (LD 18/12/2015). Sin que Mas rechazara ese apoyo degradante, como subraya Valentí Puig ("El largo túnel con Mas", El País, 4/1/2016).

Pilar Rahola debería desagraviar al CNI agradeciéndole que proteja a quienes, como ella, dicen Prou! a los bárbaros yihadistas. Y que proteja también, agrego yo, al resto de la sociedad amenazada por la patulea totalitaria de variopinto pelaje que ella promociona en sus libelos cotidianos.

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