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Eduardo Goligorsky

El Califato, agradecido

Es lógico que muchas potencias tengan la mirada puesta en los territorios que pueden convertirse en los despojos de una España implosionada.

Es lógico que muchas potencias tengan la mirada puesta en los territorios que pueden convertirse en los despojos de una España implosionada.
EFE

Lo leí dos veces para convencerme de que lo había entendido correctamente. Era un texto impecable, que derrochaba lucidez, sobre todo si se tomaban en cuenta las circunstancias trágicas en que había sido escrito ("Contra el terrorismo, libertad", LV, 27/8). Comenzaba así:

Los atentados de Barcelona y Cambrils nos han puesto a prueba como comunidad humana que aspira a construir desde hace generaciones el sueño de vivir en un país de convivencia, de libertad, de respeto y de paz. Los terroristas buscan la muerte y la violencia, y sobre todo buscan que nos matemos entre nosotros. Que dejemos de confiar los unos en los otros, para recelar del diferente, para proyectar sombras de sospecha sobre el desconocido, y que acabemos por consolidar nosotros mismos fracturas sociales sobre las cuales, entonces, sea más fácil que triunfe el odio y la violencia.

Generalitat beligerante

Entonces, ¿por qué tuve que leerlo dos veces para convencerme de que lo había entendido correctamente? Porque lo firmaba el mandamás de la campaña cainita y de la legislación inconstitucional –sobre todo de la legislación inconstitucional– que ponen en marcha todo aquello que el artículo denuncia: el enfrentamiento entre conciudadanos, el recelo al diferente, las sombras de sospecha sobre el desconocido y las fracturas sociales sobre las cuales es más fácil que triunfe el odio y la violencia. Lo firmaba el presidente de la Generalitat beligerante, Carles Puigdemont.

Es previsible que los demagogos populistas mientan sin escrúpulos, pero, dadas las circunstancias, este es un caso extremo. El artículo de marras apareció el mismo día en que toda la prensa nacional y gran parte de la extranjera dedicaba páginas y páginas a informar sobre los bochornosos incidentes que protagonizaron, desvirtuando la marcha de repudio al terrorismo y de solidaridad con las víctimas, los energúmenos estratégicamente ubicados por los jerarcas antiespañoles. Un aquelarre que, volviendo al texto mendaz, es

el escenario ideal de aquellos a los que nuestra forma de vivir, de entender la sociedad y de entender el mundo, les representa su problema principal, y cuya destrucción han convertido en el objetivo de toda su acción criminal.

Lo han logrado. El 26 de agosto un puñado minoritario pero estentóreo y exhibicionista de descerebrados hostiles a "nuestra forma de vivir, de entender la sociedad y de entender el mundo" se ensañaron con las autoridades constitucionales del Reino de España, obrando como instrumentos del bando enemigo, cuyo objetivo es destruir España y reconquistar Al Ándalus.

El Califato les está agradecido.

Brutos o mercenarios

Es sintomático, en este contexto, que los mamporreros de la manifestación desplegaran pancartas contra Arabia Saudí. Solo a unos provocadores brutos o mercenarios se les puede ocurrir la idea de mezclar los conflictos internos de España con los de Oriente Medio. Sería el pandemónium. Se burla Enric Juliana ("El Rey y Puigdemont", LV, 29/8):

La CUP empezó agosto asaltando un bus turístico y lo concluye denunciando los negocios españoles con Arabia Saudí, en una ciudad enamorada de un club de fútbol que ha vivido su pico de gloria bajo el patrocinio del emirato de Qatar.

Es lógico que muchas potencias tengan la mirada puesta en los territorios que pueden convertirse en los despojos de una España implosionada. Saudíes y qataríes, rusos y chinos, se zamparían de un bocado a la república mostrenca de Cataluña, desconectada de Europa y de la OTAN. Es lo que les sucede a todos los enclaves menores cuando se dejan encandilar por la soberbia. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi estimuló los nacionalismos en Irlanda y en todas las regiones de Francia, sin olvidar Vasconia y Occitania. Todavía hoy la ANC cuenta entre sus próceres occitanos al nazi Robert Brasillach, ejecutado en tiempos de De Gaulle, y al colaboracionista con Pétain Alfons Mias.

Apetitos incontrolados

El Reino de España es la presa apetecida por el Califato. Cataluña es solo el flanco vulnerable, debilitado aún más por los apetitos incontrolados de sus gobernantes incompetentes (Lluís Foix dixit), manipulados por los extorsionadores anarco-trotskistas. Vaticinó Valentí Puig, adelantándose a los acontecimientos luctuosos ("Puerta giratoria salafista", El País, 9/5/2016):

En Cataluña, y especialmente en Barcelona, en el perímetro de la izquierda radical-populista actual los temas de seguridad, consustanciales con la convivencia y la defensa de la ciudadanía, son considerados generalmente como una forma u otra de fascismo. Ese fue el psicodrama que beatificó a los sin papeles. En ese panorama, el riesgo del yihadismo no se quiere reconocer aunque por suerte la acción preventiva de los Mossos d'Esquadra y de los servicios de inteligencia han atajado numerosos peligros potenciales que la sociedad desconoce.

(…)

Según los datos más fiables Cataluña, con una población musulmana de 400.000 personas, es la comunidad autónoma con un riesgo más manifiesto de radicalización islamista, especialmente en el área metropolitana de Barcelona.

(…)

Hace ya unos años el presidente de la asociación cultural árabe Atlas, el marroquí Omar Charach, advirtió de que los imanes se hicieron con dinero público gracias a las subvenciones y lo utilizaron para inculcar el yihadismo. Uno se pregunta con qué criterio se adjudicaron y se adjudican las subvenciones. ¿Apaciguamiento, futura adhesión a la Cataluña independiente, afán candoroso de integración? (…) Es el objetivo yihadista fragilizar las sociedades abiertas, alterar los usos de la tolerancia, imponer el gran califato.

Espectáculo obsceno

El encarnizamiento de la ofensiva contra la unidad del Reino de España, que coincide con los objetivos del enemigo yihadista, y que no amaina sino que recrudece cuando este asesina con más saña, justifica con creces la gratitud del Califato.

No es paranoia, es la realidad, reflejada en esta enumeración:

"Catalunya, epicentro del yihadismo en España y el Mediterráneo occidental" (El Periódico, 21/8). "Daremos miedo, y más que daremos", amenaza Carles Puigdemont (toda la prensa, 1/7), aludiendo no a los yihadistas sino a sus compatriotas españoles. "El director de los Mossos afirma que la Constitución no los obliga" (LV, 31/7). La ANC y ERC exigen ir hacia la independencia "sea cual sea la participación el 1-O" (LV, 10 y 11/8). "Puigdemont dice que el plan independentista sigue intacto" (LV, 19/8), cuando la sangre de las víctimas aún salpicaba La Rambla. Y, para rematar el espectáculo obsceno, convierten el acto de homenaje a las víctimas y de repudio a los terroristas en una infame cacería de brujos españoles. La guinda: una ley totalitaria de espuria transitoriedad jurídica que convertiría a la república mostrenca en una anomalía retardataria excluida drásticamente de la comunidad de naciones civilizadas.

Sobran los motivos para que el Califato esté agradecido a estos conspiradores endogámicos, alzados contra la ley e insensibles al dolor ajeno, y para que la sociedad catalana los sustituya lo antes posible por sus legítimos representantes parlamentarios elegidos democráticamente. Los necesitamos para cohesionar el Reino de España contra sus enemigos internos y externos y para afianzar la convivencia fraternal. ¡Urnas legales, ya mismo!

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