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Eduardo Goligorsky

El candidato de las tres eses

Secesionista, simpático, servicial, se llama Santi Vila. ¿El Macron catalán? Más bien un arribista predispuesto a surfear la ola del populismo.

Secesionista, simpático, servicial, se llama Santi Vila. ¿El Macron catalán? Más bien un arribista predispuesto a surfear la ola del populismo.
EFE

Siempre que citaba a Josep Antoni Duran Lleida en un artículo, lo tildaba de "secesionista simpático". Era secesionista, dada la disciplina con que acompañaba a sus cofrades de CiU desde los tiempos del ex honorable –hoy más conocido como el insaciable abad del próspero monasterio de la orden Ferrusola–, pero matizaba aquella disciplina con algunos desplantes que justificaban la impresión de que pretendía caer simpático a todo el mundo. Esto pertenece al pasado. Ya no queda margen para las heterodoxias, por muy tibias que estas sean, en el espacio que la CUP gobierna a cara de perro, y Duran Lleida, que no es tonto ni fundamentalista, y sí realista, se desconectó de los aventureros y pasó a cuarteles de invierno, a la espera de tiempos mejores, si estos llegan.

El sepulcro del zombi

Sin embargo, los estrategas de la sedición saben que necesitan contar con una figura capaz de volver a engatusar, con la etiqueta business friendly, a los ciudadanos catalanes emprendedores, de clase media, que anteriormente concedían desprevenidamente mayorías electorales a los precursores del alzamiento mientras estos allanaban, emboscados y pacientes, el camino hacia la independencia. Quizás han encontrado esa figura. O, por lo menos, ya hay un espabilado que se ofrece para ocupar el puesto. Es el candidato de las tres eses: secesionista, simpático, servicial. Se llama Santi Vila.

Para abrirle paso, nada mejor que sellar definitivamente el sepulcro del zombi que todavía insiste en erigirse en primer candidato del PDECat. Lo hace Jordi Amat, sin compasión ("Desván convergente", LV, 2/5):

Era el año 2010 y Artur Mas ganó abanderando la fórmula business friendly. Hoy Mas no descarta la huelga general como forma de presionar el Estado, según revelaba ayer Francesc-Marc Álvaro, ni tampoco la declaración unilateral de independencia, como explicaba el domingo Lola García. En un lustro el expresident ha convertido el PDECat en una alternativa independentista real, sin duda, pero parece difícil que, travestido de cupaire encorbatado, pueda seguir cumpliendo aquella función de religar las clases medias al proceso que él mismo se otorgaba. (…) Quizá los convergentes, ahora que la fase dura de la recesión ha acabado, podrán volver a abrir la puerta de una habitación propia. En ese desván encontrarán la parte viva de su legado.

¿Y quién encarna la parte viva de ese legado? Pues nadie mejor que Santi Vila, consejero de Cultura de la Generalitat insurrecta. Por si quedara alguna duda, la despeja el director de La Vanguardia, Marius Carol, ese mismo día, con su firma y con un título explícito: "El Macron catalán". Afirma, con enrevesada prosa:

A Santi Vila le gustaría ser el Macron catalán, aunque en Catalunya los centristas han desaparecido sin dejar rastro (…) Así, en este contexto, que aparezca Vila diciendo que los partidos tradicionales han estado demasiado temerosos, pues han abandonado las corbatas para lucir calcetines de colores y se han ido al Parlament sin afeitar mientras han fichado independientes entre los que había un puñado de arribistas (eso último no es de la cita del conseller) cuando lo que había que hacer era volver a los valores tradicionales y luchar por los ideales de siempre, resulta tan revolucionario como obvio.

En los últimos días hemos visto a Vila reivindicándose como liberal centrista, criticando los populismos propios y extraños y rechazando las demagogias que se han apoderado de los discursos. (…) En el PDECat, los novísimos lo ven como el mejor candidato a la Generalitat y los pata negra lo consideran el mal menor.

El dedo en la llaga

La consagración le llega al candidato de las tres eses con la firma de José Antonio Zarzalejos ("El populismo y Santi Vila", LV, 7/5). El articulista pone el dedo en la llaga cuando describe los "síntomas de una transformación del proceso soberanista en otro, superpuesto, de populismo". Reseña:

Los últimos acordes de la sinfonía envolvente del secesionismo llevan la impronta de la gestualidad impositiva de los populismos: la reforma del reglamento de la Cámara legislativa para reducir a la mínima expresión el debate parlamentario sobre la ley de transitoriedad, la formulación de amenazas a los funcionarios que no acaten una legalidad inconstitucional y el discurso hostil y hasta ofensivo hacia la naturaleza democrática del Estado español.

A continuación, Zarzalejos está atento a las virtudes que convierten a Vila en un candidato simpático, y omite comportamientos que, como veremos, lo hacen acreedor a las otras dos eses: secesionista y servicial. Estas son las virtudes que enumera el articulista, nada desdeñables pero insuficientes para absolverlo de sus servicios a la "transformación del proceso soberanista en otro, superpuesto, de populismo":

Propugna "volver a los valores fundamentales", también reivindica un "espacio central" y la referencia "de centro, progresista, liberal y socialcristiana", y no se corta un pelo al asegurar que "en circunstancias normales no deberíamos tener ninguna relación regular con alguien como la CUP o incluso sería difícil con ERC, porque tenemos modelos de sociedad muy diferentes".

Alergia a la chusma

Aquí es donde la argumentación chirría. Al elitista Santi Vila le produce alergia el contacto con la chusma de la CUP, pero aclara en la entrevista que le hizo Isabel Garcia Pagan (LV, 30/4) que "no tenemos alternativa a la independencia" y añade, refiriéndose a la CUP:

Son una solución de compromiso. Para mantener el proceso solo podíamos tener unas alianzas. Eso nos ha abocado a tener que transaccionar con un grupo parlamentario que tiene un modelo de sociedad a las antípodas de gente como yo.

E insiste, para justificar el contubernio humillante con la todopoderosa patulea antisistema:

Pero tenemos que hacer de tripas corazón porque hay un compromiso superior, excepcional, acotado en el tiempo y que tiene que ver con el pulso que hemos planteado al Estado.

Cuando la entrevistadora le pregunta si está dispuesto a ser candidato y, en caso de serlo, si optará a la Generalitat o al Ayuntamiento de Barcelona, el competidor de las tres eses, que ya ha exhibido sus cualidades de secesionista sin remilgos y de simpático burgués, hace aflorar su componente servicial:

Estoy absolutamente comprometido a ayudar al presidente Puigdemont. Y hacer esta entrevista en la sede del partido quiere decir que estoy absolutamente dispuesto a ayudar al PDECat. Ayudaré donde consideren oportuno y con el nivel de responsabilidad que consideren.

La xenofobia más obscena

Eso sí, simpático pero sin exagerar. Cuando la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, asistió en Barcelona al acto organizado por los gremios literario y florista para solicitar que la Unesco eleve la fiesta de Sant Jordi a la categoría de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, Santi Vila asumió su papel de secesionista y reaccionó como lo hacen las mascotas cada vez que un extraño invade su territorio. No llegó al abuso de marcarlo, como las bestezuelas, orinando en los límites, pero calificó la visita como "un acto de cinismo, muy indelicada y un despropósito" (LV, 22/4).

Lo cual equivale a decir: nosotros no toleramos la presencia de ellos, en el mejor estilo del populismo maniqueo regurgitado por Ernesto Laclau y Pablo Iglesias. Y el rechazo de la huésped española, equiparándola a una intrusa extranjera sin voz ni voto en el coto cerrado, obliga a agregar, a las tres eses, una equis. La X de xenofobia: la xenofobia más obscena, aquella que practica la intolerancia y la discriminación contra los propios compatriotas.

¿El Macron catalán? Más bien un arribista predispuesto a surfear sobre la ola de populismo que, como bien ha explicado Zarzalejos más arriba, inunda las entrañas del secesionismo. Un arribista que, para satisfacer su ambición, habría pactado en Francia con Le Pen o Mélenchon. O, haciendo gala de su impostada simpatía, con ambos a la vez. El equivalente de Macron no lo encontraremos en el vertedero donde se descompone la casquería convergente, sino en la primera fila de la nueva generación liberal. No hace falta nombrarlo porque todos sabemos de quién se trata.

PD: El instigador de asesinatos masivos Lenin descansa en su mausoleo en la Plaza Roja de Moscú. El instigador de asesinatos masivos Mao Zedong descansa en su mausoleo en la Plaza Tienanmen de Pekín, escenario de matanzas comunistas. No se oyen protestas de las organizaciones de derechos humanos ni de sus corifeos de izquierda. ¡Dejen en paz el Valle de los Caídos, que jamás visité ni visitaré, pero forma parte de la historia! El totalitarismo que hoy nos amenaza no es el que está sepultado y bien sepultado, sino el que pulula traído por los recicladores de aquellas ideologías asesinas.

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