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Eduardo Goligorsky

La nariz te delata, Pinotxo

Una mentira trae la otra y la nariz del Pinotxo secesionista sigue creciendo.

Una mentira trae la otra y la nariz del Pinotxo secesionista sigue creciendo.
Carles Puigdemont | EFE

Pinotxo podría ser el hermano gemelo catalán del muñeco Pinocho. Si lo fuera, y si la magia de los cuentos infantiles lo situara en el equipo de gobierno de Cataluña o en su aparato de propaganda, la nariz le iría creciendo palmo a palmo y día a día, acompañando el entramado de mentiras del proceso secesionista, hasta que dejaría de ser un simpático protagonista de fantasías oníricas para convertirse en un grotesco monstruo de pesadilla. Mentiras a espuertas.

Triquiñuelas tácticas

El diplomático Carles Casajuana retrata con nitidez en "La erosión de la verdad" (El País, 28/10) el papel mistificador que desempeñan actualmente las redes sociales y los medios de comunicación que han abandonado la función informativa para consagrarse a la propaganda tendenciosa. Pero omite denunciar que la mentira es el instrumento del que se valen, hasta ahora impunemente, determinados pinotxos autoritarios, abusando del poder conquistado mediante turbios maridajes, para cargarse las leyes, la convivencia entre conciudadanos y la cohesión del país donde vivimos. La nariz los delata y no para de crecer a medida que se multiplican sus mentiras.

Cosa curiosa, Salvador Cardús, uno de los más sobrios intelectuales orgánicos del secesionismo, desmenuza las triquiñuelas tácticas de su pupilo Pinotxo con frío rigor clínico ("Cuando se desconfía de los hechos", LV, 26/10), y al hacerlo miente, a su vez, porque oculta a sabiendas que son Pinotxo y sus cofrades quienes embaucan al rebaño utilizando los métodos torticeros que él describe. Las mentiras que él atribuye, con razón, a Donald Trump y a los promotores del Brexit son de la misma envergadura y toxicidad que las que profieren el muñeco Puigdemont y sus ventrílocuos cuperos, con el agravante de que aquí estos demagogos cometen el fraude de silenciar arteramente que la desconexión de España acarrea automáticamente el Catexit, la salida de Cataluña de la Unión Europea y de los organismos internacionales. Diagnostica acertadamente Cardùs, sin darse cuenta de que retrata la nariz descomunal de sus pinotxos favoritos:

Según [Ralph] Keyes, en la era de la posverdad, las fronteras entre verdad y mentira, honestidad y disimulo, ficción y no ficción, se borran. Engañar se convierte en un desafío, después en un juego, y acaba siendo un hábito. (…) Ni que decir tiene que el periodismo tiene (sic) una gran responsabilidad en esta industria de los ‘hechos’, que, eufemismos aparte, podríamos calificar como fábricas de mentiras. (…) También contribuyen a la desconfianza ciertos estudios de opinión y muchos informes supuestamente académicos a los que nadie exige garantías, y que venden falsedades lo bastante sofisticadas como para no ser fácilmente descubiertas.

(…)

Se trata de si la verdad todavía importa, de si interesan los hechos y de qué capacidad tenemos para discernirlos de las falsedades. Despreciar la posibilidad de acercarnos a la verdad y conocerla podría ser el peor desastre para el futuro de la humanidad. Un riesgo que de momento ya podemos comprobar en cómo está debilitando la democracia.

La madre de todas las mentiras

Si un observador imparcial aplica el criterio que defiende Cardús y coteja la realidad con los argumentos sobre los que se sustenta la hoja de ruta secesionista, le resultará fácil discernir los hechos de las falsedades y verá crecer la nariz del Pinotxo de turno. Y sentirá el impacto del encuentro con la madre de todas las mentiras.

Tal vez ahora me ponga pesado. Pero no entiendo cómo es posible que los secesionistas hayan mareado la perdiz hasta el punto de tenernos a todos discutiendo si es posible o no la convocatoria de un referéndum de desconexión entre Cataluña y España. Esta es la madre de todas las mentiras, desconectada, ella sí, de los hechos. Entrar en este debate en los términos en que lo plantean los secesionistas es hacerles el juego y convalidar sus falacias. El ciudadano catalán que comulga con ese cuento chino vive de espaldas a la realidad. Y el español que pierde el tiempo en rebatirlo desperdicia el arma dialéctica que tiene para disuadirlo.

¿Quieres referéndum? Antes de convocarlo, entérate de que te han hecho tragar la madre de todas las mentiras. Te han ocultado todas las privaciones que acarreará la desconexión con la Unión Europea. Porque de eso se trata: de la desconexión con la Unión Europea que acompañará automáticamente a la ruptura con España. Este debería ser el tema central de la discusión.

Y la encargada de explicar los beneficios de esa ruptura debería ser Anna Gabriel, que la lleva explícitamente en el programa de la CUP, y no Carles Puigdemont, que distrae al personal con promesas quiméricas, ni Raül Romeva, que tiene como únicos interlocutores a los capos ultraderechistas de Padania, Flandes y Finlandia. Ambos apelan al "pragmatismo" de la UE cuando les contradicen con pruebas irrefutables de que Cataluña independiente quedará aislada dentro de sus flamantes fronteras. Ya se ve con cuanto pragmatismo trata Bruselas a los listillos del Brexit. De pragmatismo, nada. Dura lex, sed lex.

Tribu anticapitalista

Precisamente ahora se divulga la grabación de una audiencia secreta que la entonces ministra del Interior y hoy primera ministra del Reino Unido, Theresa May, mantuvo con un grupo de inversores un mes antes del referéndum para explicarles todas las consecuencias adversas que tendría el Brexit (LV, 26/10). E hizo hincapié en los beneficios económicos de la permanencia en la UE:

"Formar parte de un bloque comercial de 500 millones de personas es importante para nosotros". También aludió a que muchas inversiones de las que recibe el Reino Unido llegan porque es parte de Europa y advirtió: "Si no estuviéramos en Europa no habría tantas empresas en la City, ya que muchas lo que buscan es tener presencia en toda Europa y no sólo en el Reino Unido". Asimismo mencionó la seguridad como una de las ventajas de la UE, con herramientas como la orden de detención europea y el intercambio de información entre policías.

Inversiones, empresas, seguridad, orden de detención, policías. Cuestiones todas estas que importan muy poco a Anna Gabriel y su tribu anticapitalista, o más bien les provocan repelús, pero que deberían cohesionar a la clase culta y emprendedora catalana contra la secesión, que se transformaría automáticamente en el Catexit.

Almas cándidas

Es revelador, en el contexto de esta campaña de reclutamiento de almas cándidas, un anuncio destacado que publicó la Generalitat, con la apostilla "La força d'un gran país" y el hashtag #granpaís (LV, 26/10). Pagándolo con el dinero de todos los españoles, extraído del Fondo de Financiación Autonómico, se jactaba de que (traduzco del catalán):

En Cataluña se halla el 60 % de las empresas norteamericanas, el 62 % de las francesas y el 61 % de las alemanas con sede en el Estado.

Los engañabobos que redactaron el texto omitieron especificar, taimadamente, que el Estado es España y que las empresas tienen su sede en Cataluña porque esta es parte de España. Si dejara de serlo se mudarían, como Theresa May previó, en la audiencia secreta, que lo harían las radicadas en la City después del Brexit. La república catalana gobernada por los Oriol Junqueras, Ada Colau y Anna Gabriel, y desvinculada de Europa y Occidente, retornaría a la autarquía franquista y sólo atraería a los especuladores chinos que explotan esclavos en los bantustanes de África y a los cataríes que los explotan en su propio territorio.

Una mentira trae la otra y la nariz del Pinotxo secesionista sigue creciendo. Como diagnostica acertadamente Cardús, "engañar se convierte en un desafío, después en un juego, y acaba siendo un hábito".

Los timadores barajan las cifras y con un 47,8 por ciento de votos (el 36 por ciento del censo) se atribuyen mayorías imperativas y se arrogan el derecho a hablar en nombre de "los catalanes" y de "el pueblo catalán". Mienten cuando tergiversan la historia lejana y próxima. Mienten cuando inventan tradiciones y convierten leyendas en hechos. Mienten cuando alimentan odios cainitas desde el parvulario. Mienten cuando justifican la proscripción del castellano en el sistema de enseñanza. Mienten cuando dividen desde el púlpito a los feligreses en nosotros y ellos. Mienten cuando cuentan manifestantes. Mienten cuando fingen compartir proyectos de futuro mientras intercambian puñaladas traperas.

Mienten, mienten y no paran de mentir. Al pobre Pinotxo secesionista lo delata la nariz, que pesa más que el resto del cuerpo.

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