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Eduardo Goligorsky

Las milicias se entrenan

Las víctimas predilectas de la tribu descerebrada no son los turistas sino los burgueses catalanes, que están en su punto de mira.

Las víctimas predilectas de la tribu descerebrada no son los turistas sino los burgueses catalanes, que están en su punto de mira.
Anna Gabriel | EFE

Apenas estalló la guerra incivil de 1936, brotaron como hongos en Cataluña las milicias armadas de anarquistas, trotskistas, estalinistas y republicanos, que sembraron el terror entre burgueses, eclesiásticos, gentes de derechas y de misa, secuestrando, torturando, asesinando y saqueando. La Generalitat de Lluís Companys se lavó las manos, atribuyendo estos delitos a "incontrolados", aunque los historiadores imparciales han demostrado que estas bandas contaban con la complicidad del Gobierno local. De incontrolados, nada. Después del choque sangriento entre estas milicias, en mayo de 1937, los estalinistas del PSUC monopolizaron la represión contra los franquistas, pero también contra sus rivales internos, en las tristemente célebres checas.

Pescado podrido

La falacia de los "incontrolados" se repite, en circunstancias menos trágicas pero cargadas de malos augurios. Tampoco ahora son un fenómeno espontáneo, fruto de circunstancias especiales. Como dijo el empresario japonés-mexicano Carlos Kasuga Osaka, "los pescados empiezan a pudrirse por la cabeza", tanto si se alude a iniciativas privadas como a Estados.

En Cataluña el proceso de descomposición también se inicia pública y jactanciosamente por la cabeza. Es el presidente de la Generalitat quien anuncia cada uno de los pasos que da o va a dar el contubernio sedicioso para alzarse contra el Estado de Derecho, al mismo tiempo que guarda bajo llave las medidas facciosas que podrían generar más escándalo dentro de España y en la escena internacional. Con el añadido de que el mismo presidente se atribuye, contra toda lógica, el privilegio de desobedecer al Poder Judicial si este lo inhabilita por transgredir las leyes.

El cuadro se completa con un nutrido elenco de funcionarios y legisladores que están enjuiciados por desobediencia, prevaricación y malversación, perpetradas en distintas etapas de la operación secesionista. Nada menos que el flamante director de los Mossos d’Esquadra, Pere Soler Campins, argumentó: "Nuestro ordenamiento jurídico no se acaba con la Constitución española, la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea tiene primacía" (LV, 31/7). ¡Vaya si la tiene, puesto que es inseparable de los pactos de autodeterminación de Nueva York (1966), según los cuales "todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas"! No hay vías de escape legales para los secesionistas.

Si la cabeza del pescado está podrida, la cola no lo está menos. En realidad, no se sabe muy bien si es la cabeza la que engulle la cola o al revés. Porque es en la cola donde anidan las milicias dotadas, como en 1936, de un poder político e intimidatorio que excede en mucho su fuerza numérica. Su eslogan, en la cola, podría ser una frase que acuñó el presidente de la Generalitat, en la cabeza: "Damos miedo, y más que daremos".

Suecas en bikini

Está claro que me refiero a la Candidatura de Unidad Popular (CUP), gente sin oficio ni beneficio que ha barnizado su resentimiento social con pinceladas de anarco-trotskismo mal digeridas. Ensoberbecidos por la autoridad que delegó en ellos la camarilla secesionista a cambio de los votos necesarios para sacar adelante sus proyectos, hacen ostentación de su prepotencia y de su aversión a la sociedad productiva, culta y organizada. Por ejemplo, sus secuaces agrupados en el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans aplican la lección de Puigdemont en las universidades catalanas, repartiendo insultos, amenazas y mamporros entre alumnos y profesores apegados a la libertad de pensamiento, para darles miedo.

Los vándalos de la franquicia juvenil Arran tienen la desfachatez de emplear la lucha de clases como pretexto para ensañarse contra el turismo. Es una versión actualizada de la lucha de clases, que acoge a sus colegas hooligans del turismo de borrachera, mientras mata a la gallina de los huevos de oro, que dejó 8.167 millones de euros en el primer semestre de 2017 (LV, 4/8). Buscan reventar la economía de Cataluña y crear un ejército de pobres como el que sostenía a Nicolás Maduro hasta que la indigencia se hizo insoportable. Tampoco son ajenos a sus desafueros la xenofobia instintiva de sus bases y el temor a que la afluencia de extranjeros despierte interés por la civilización y el progreso de las sociedades capitalistas, que estos descamisados aborrecen. Su reacción es idéntica a la de los guardianes de la moral ortodoxa que reclamaban medidas punitivas contra las suecas en bikini en la época de Franco: turistas corruptoras.

Planes ocultos

La pachorra con que la autoridades municipales de Barcelona actuaron para denunciar el ataque a un bus turístico por cuatro encapuchados, uno de ellos armado con un cuchillo, no tiene nada de extraño. La alcaldesa y sus colaboradores más próximos nunca ocultaron su simpatía por estos chicos rebeldes. Serán en vano las quejas de los empresarios del sector turístico por otros ataques igualmente brutales. Recordemos que en su libro En defensa del derecho a la protesta, el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, se mostró comprensivo con vándalos, okupas, escrachadores, lanzadores de escupitajos a parlamentarios y saqueadores de supermercados.

En cuanto a las pantomimas del consejero de Empresa de la Generalitat, Santi Vila, que prometió llevar la investigación hasta sus últimas consecuencias, cabe preguntarle por qué no busca las pistas en el bloque de parlamentarios de la CUP, que lo sostiene en el cargo. La CUP, que es el pal de paller, la viga maestra del Ejecutivo sectario, se ha hecho solidaria, por intermedio del movimiento Endavant que lidera la ubicua Anna Gabriel, con los ataques perpetrados por sus milicianos (Suplemento "Vivir", LV, 5/8).

Las complicidades entre todas las escamas del pescado podrido son evidentes. Las desnuda, con su habitual ironía, Sergi Pàmies ("El triunfo de la impunidad", LV, 1/8):

Si mañana a usted y a mí se nos ocurre encapucharnos y asaltar un bus turístico, pincharle una rueda y pintar consignas revolucionarias, dudo que al día siguiente nos entreviste nadie que no sea policía o juez. Pero hace tiempo que en Barcelona impera una impunidad selectiva que, amparada por una lasaña de administraciones incompetentes, criminaliza el estricto cumplimiento de las normativas y eleva la infracción y el delito a categorías de gamberrada recreativa.

La impunidad obscena de que disfrutan estas milicias tan estrictamente controladas como las de 1936 –y, por qué no recordarlo, como las de los trabucaires carlistas del siglo XIX y las de los escamots fascistas de 1934– invita a pensar que los planes ocultos del Politburó de la secesión les reservan un papel en la campaña previa al 1-O y, si triunfara el golpe, en el aparato represivo de la república totalitaria. Hoy se entrenan con los turistas, pero su verdadero objetivo es la sociedad civil catalana.

Calvario de la burguesía

Y por si no fueran suficientes las exhibiciones de vandalismo que estos bárbaros nos dispensan diariamente (y que el hoy resucitado Xavier Trias toleró en Can Vies y en toda Barcelona), ellos mismos se han encargado de anunciar el calvario que tienen reservado no ya a los turistas sino a la asediada burguesía catalana. Miquel Porta Perales reproduce en su libro Totalismo el galimatías premonitorio que firma Arran, "Organización juvenil de la Izquierda Independentista en los Países Catalanes". He aquí una selección de sus muchas amenazas, empezando por el título, "¡Que tiemblen! Volvemos a las calles, somos la tempestad después de la calma":

Pero, ¿por qué se utiliza la violencia? A la juventud catalana se nos ha obligado a vivir en la miseria del sistema capitalista y patriarcal, bajo la dominación de los estados que nos oprimen (…) No es la práctica de esta autodefensa, materializada a través de múltiples formas de lucha plenamente legítimas, desde la desobediencia al uso de la violencia, el método que nosotros hayamos elegido sino el camino que nos obligan a tomar para hacer de las vidas de todas las personas unas vidas dignas (…) Las calles son la escenificación de nuestra ruptura (…) Su orden va muriendo poco a poco y nosotros no paliaremos su dolor, sino que lo agudizaremos hasta que desaparezca. Llegó la hora de reapropiarnos de la vida, de la posibilidad de crear una existencia sin ellos, de recuperar y habitar las calles como si ellos fueran las cenizas de una pesadilla que ya dura demasiado. Porque juntos somos un gran incendio.

El documento, subraya Porta Perales, empieza con la siguiente cita:

Preguntaron cómo era posible que quemarais aquellos autobuses y aquellos trenes. Cuando la pregunta correcta, la que deberían haber hecho, es la de cómo es posible que no os lanzarais a quemar todos los autobuses, todos los trenes, todos los bancos, todos los coches de policía, todos los cuarteles, todas las iglesias.

Estos pirómanos y su casquería ideológica forman la base de sustentación de la conjura secesionista. Sus milicias se entrenan acosando turistas, pero estos volverán a sus países y elegirán otro destino para sus vacaciones. Las víctimas predilectas de la tribu descerebrada no son los turistas sino los burgueses catalanes, que están en su punto de mira. Escribió José Ortega Gasset en España invertebrada (1921):

Vano fuera el intento de vencer tales rémoras con la persuasión que emana de los razonamientos. Contra ellas solo es eficaz el poder de la fuerza, la gran cirugía histórica.

El consejo sigue vigente.

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