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Eduardo Goligorsky

Ramas del tronco totalitario

El árbol totalitario tiene muchas ramas y los secesionistas catalanes están encaramados en una de ellas, la nacional-populista.

El árbol totalitario tiene muchas ramas y los secesionistas catalanes están encaramados en una de ellas, la nacional-populista.

Me divierte pensar cómo reaccionaría el flamante primer ministro de Francia, Manuel Valls, si la panfletista Pilar Rahola le recordara que, por el hecho de haber nacido en el barrio barcelonés de Horta, tiene un compromiso irrenunciable con la identidad milenaria catalana. Identidad milenaria es un latiguillo que Rahola repite con obsesión monotemática, ajena al hecho de que dicha condición esotérica reñida con la voluntad de cada individuo, con el pensamiento racional y con el libre albedrío es un ersatz sublimado del racismo. Sustituye el color visible de la piel por algo mucho más vaporoso e intangible que los sectarios pueden manejar a su antojo, distribuyendo arbitrariamente purezas e impurezas, ortodoxias y herejías, medallas para los leales y estigmas para los botiflers.

La identidad milenaria fue el arma mortífera que emplearon en España, en tiempos de la Inquisición, los presuntos cristianos viejos para librarse de sus competidores cristianos nuevos. No eran racistas, en la acepción actual del término, pero lo parecían, como nuestros secesionistas.

Atavismos extraviados

Estoy seguro de que frente a una tentativa de encasillamiento identitario sujeta al imperativo de atavismos extraviados en las tinieblas del pasado, este cartesiano puro y duro que es Manuel Valls le refregaría por las narices a su interlocutora su documento francés, único válido para asignar identidad en el mundo civilizado. Y si en su calidad de primer ministro le tocara resolver un conflicto creado por los irredentistas catalanes que codician el Rosellón, Valls les daría pruebas contundentes de que su opción voluntaria por la ciudadanía francesa no tiene vuelta atrás.

Lo que le sucede a Pilar Rahola es que, así como el burgués gentilhombre Monsieur Jourdain escribía en prosa sin saberlo, ella está montada en una de las muchas ramas del totalitarismo, la nacional-populista, sin darse por enterada. La mitificación de la identidad milenaria, que es, repito, un ersatz sublimado del racismo, está implícita en toda la corriente intelectual que a finales del siglo XIX, inspirándose en los escritos pseudocientíficos del conde de Gobineau y Joseph Chamberlain, fecundó el ideario nacionalista catalán y, más tarde, el del nazismo. Enric Ucelay-Da Cal reproduce (El imperialismo catalán, Edhasa, 2003) varios textos que confirman esta influencia, y entre ellos sobresalen los de Pompeyo Gener i Babot, conocido en los ambientes bohemios como Peius. He aquí algunos fragmentos, que harán ruborizar a Rahola y que, sin embargo, están en los genes del argumentarlo secesionista:

En España, en suma, la población puede dividirse en dos razas. La Aria (celta, grecolatina, goda) o sea del Ebro al Pirineo; y la que ocupa del Ebro al Estrecho, que, en su mayor parte, no es Aria sino semita, presemita y aun mongólica (gitana) (…) Pues bien, la que proporciona la mayoría de funcionarios, de adeptos, y de gente que acata y sufre resignada esa máquina dificultativa del funcionalismo administrativo-gubernamental, es la raza que va del Ebro al Estrecho de Gibraltar, castellanos, andaluces, extremeños, murcianos, etc.

Memorias de la barbarie

No vale objetar que estos disparates se remontan a 1887. Las identidades milenarias no pueden prescindir de ninguna de las vigas maestras que las sostienen y por eso abarcan desde las quemas de barrios judíos en el siglo XIV hasta las matanzas intestinas que debilitaron el frente republicano en mayo de 1937 bajo la mirada impotente o cómplice del presidente Companys, pasando por los fuertes golpes de hoz que supuestamente asestaban a sus enemigos los segadores del siglo XVII. Todavía hoy, los militantes del secesionismo elevan a la categoría de hitos históricos ciertos hechos y circunstancias que Europa archiva en las memorias de la barbarie, con los almogávares a la cabeza. Se jacta Patricia Gabancho, flamante vicepresidenta del Ateneo Barcelonés (El preu de ser catalans, Meteora, 2007):

La cultura catalana pertenece a un país que tuvo sus quince minutos de gloria en la Edad Media, (…) La Edad Media marca la cima del poder cultural, político y lingüístico catalán, la máxima extensión en el mapa: el ducado de Neopatria y el Partenón de Grecia como joya principal de conde-reyes.

Frontera contra natura

La inmersión de Pilar Rahola en el popurrí totalitario va mucho más allá de su entusiasmo por la identidad milenaria. Precisamente acaba de reaccionar con fingida sorpresa ante la denuncia documentada de que quienes la acompañan en la tarea de balcanizar España son aliados incondicionales de dictadores impresentables, lo que no augura nada bueno para la nación que pretenden fundar. Nación que levantará una frontera contra natura entre los incontables García, Martínez, López, Sánchez, Rodríguez, Fernández, Pérez, González, Gómez y Ruiz radicados en Cataluña y sus homónimos afincados en el resto de España (informe de FAES, LV, 15/3). Escribe Rahola (LV, 21/3):

Gracias a la carta semanal de Duran Lleida me entero de la votación en el Congreso de un texto de denuncia contra la represión de Maduro, donde se reclamaba el respeto a los derechos humanos. Todos los partidos lo votaron menos tres: Izquierda Plural, Amaiur y… ERC. (…) ¿Qué hace ERC defendiendo un gobierno que destruye derechos fundamentales, ataca la libertad de prensa, propiedad, opinión, llena las prisiones de opositores, cierra televisiones, reprime con brutalidad y, teniendo unos recursos ingentes, somete a la población a índices intolerables de pobreza, mientras se convierte en el principal comprador de armas de la zona?

Obviamente, la sorpresa de Rahola tiene que ser fingida, porque no puede haberle pasado inadvertido el hecho de que si ERC no solo acompaña sino que dirige el proyecto secesionista es porque ve en este la oportunidad ideal para imponer su propio marchamo totalitario nacional-populista. La carta semanal de Duran Lleida la obligó a darse por enterada, pero la promiscuidad de ERC con las dictaduras castrista y chavista, y su ensoñación con una dictadura propia, forman parte de su ADN: el 4 de marzo del 2014 el atrabiliario esquerrano Joan Tardá hizo el panegírico del difunto Hugo Chávez en el Auditorio Marcelino Camacho de la sede de CCOO en Madrid, en un acto en el que también hablaron los embajadores de Venezuela y Ecuador, el histrión Willy Toledo, Cayo Lara y un representante de la criptoetarra Amaiur.

Rahola debería saber, por su larga experiencia en estos menesteres, que los movimientos que, como el secesionista, promueven la fractura social y la insurgencia contra el orden legal y constitucional atraen como imanes a los traficantes de mercancías ideológicas taradas, a los radicales antisistema y a los nihilistas congénitos. Cuando conversa con sus camaradas de la izquierda secesionista, ¿solo tocan temas relacionados con la identidad milenaria?, ¿no le comunican su fobia a la sociedad abierta, al pensamiento libre y a los valores de la civilización occidental, y su simpatía por las dictaduras tercermundistas? La historia de las alianzas y los frentes en que las vanguardias revolucionarias aniquilaron a las clases medias y empresariales que les cedieron desaprensivamente el poder obliga a pronosticar un final tétrico para esta aventura viciada por las ambiciones hegemónicas de sus protagonistas.

Planes golpistas

El árbol totalitario tiene muchas ramas y los secesionistas catalanes están encaramados en una de ellas, la nacional-populista. La Assemblea Nacional Catalana lleva la batuta, con el aval del reciclado Josep Ramoneda, que, complacido, la ve "encauzando (…) las reivindicaciones soberanistas de amplios sectores de la sociedad catalana" (El País, 27/3). Más realista, Antoni Puigverd contabiliza, alarmado, sus 22.000 socios, 17.000 colaboradores, 510 asambleas locales y 65 ámbitos sectoriales, y advierte (LV, 19/3):

La coincidencia de la propuesta de la ANC (secesión el 2015) y la aceptación por parte de Mas de la hipótesis de una declaración unilateral de independencia han reforzado la impresión de que el presidente ni es un flautista [de Hamelin] ni es un acompañante del pueblo, sino un político sin margen de maniobra que no puede sino obedecer el plan fijado por una organización civil muy potente y respetable (sic), pero a la que nadie ha votado.

La lectura de los planes golpistas de la ANC (Pablo Planas, Libertad Digital, 27/3, y Joaquim Coll, El País, 24/3), inspirados en un documento oficial del Consell Assesor per a la Transició Nacional, del que forma parte la panfletista Pilar Rahola, confirma que la semilla totalitaria de ERC, regada por sus afinidades con las dictaduras tercermundistas, está germinando en todo el entramado secesionista. La identidad milenaria aporta, a este entramado, sus peores componentes feudales, inquisitoriales y fratricidas. Y es aleccionador comprobar que la misma élite mesocrática que prometía fundar la Holanda del Sur se entregó atada de pies y manos a este contubernio totalitario nacional-populista empeñado en convertir a Cataluña en la primera factoría europea de la mal llamada revolución bolivariana. Mal llamada bolivariana porque está en las antípodas del pensamiento del libertador Simón Bolívar.

El cartesiano puro y duro Manuel Valls, aunque nació en el barrio barcelonés de Horta, sería implacable con tamaños brotes de irracionalismo retrógrado si asomaran en su país.

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