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Eduardo Goligorsky

Sálvese quien pueda

Estos dejarían a Cataluña arruinada y desguarnecida, en la órbita de influencia de los Putin, los Maduro, o los degolladores del Estado Islámico.

Estos dejarían a Cataluña arruinada y desguarnecida, en la órbita de influencia de los Putin, los Maduro, o los degolladores del Estado Islámico.
EFE

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, afirmó en una oportunidad que "Cataluña vagaría por el espacio sideral si se independizara". Los secesionistas no se lo perdonaron, pero deberían haberlo aplaudido. Fue muy optimista. El espacio sideral sería el desiderátum si se lo compara con lo que vaticinan para la Cataluña independiente las disputas entre los tiburones que aspiran a gobernarla. Los que asistimos a esas embestidas alevosas entre quienes deberían ser los artífices de la nueva patria tememos que si realmente saciaran su apetito de poder dejarían a Cataluña arruinada y desguarnecida, no en el beatífico espacio sideral, sino en la órbita de influencia de los Putin, los Maduro, o los degolladores del Estado Islámico. El espectáculo fratricida que brindan cuando todavía no son más que caciques de banderías sectarias en una parcela de territorio español augura lo peor para el caso de que logren desconectarse e invita a pensar, preventivamente, en el sálvese quien pueda.

Diagnóstico apocalíptico

Este diagnóstico apocalíptico no es fruto de los delirios de un plumilla de la Brunete Mediática, como sospecharía un lector empedernido de Avui o Ara. Quienes lo formulan son precisamente los guías del agitprop secesionista, cada día más alarmados por la estulticia que exhiben sus cuadros dirigentes, tanto cuando desempeñan funciones de gobierno como cuando maniobran en las trastiendas para defenestrarse los unos a los otros. Es en las funciones de gobierno, precisamente, donde muestran su peligrosa deslealtad a nuestra civilización. Lo denuncia nada menos que la panfletista Pilar Rahola ("Cristianos", LV, 30/3):

El último ejemplo lo ha dado el Gobierno catalán en un penoso comunicado que tenía, como voluntad, la solidaridad con las víctimas de Lahore. Veamos. El atentado tenía un único objetivo mortífero, alardeado por la propia Jamaat-ul-Araar, la organización terrorista, escisión del trágicamente conocido Movimiento Talibán de Pakistán, el famoso Tehrik. Y como muestra, el comunicado de los asesinos: "Reivindicamos el ataque contra los cristianos que celebraban la Pascua". Y añadía: "Es nuestro mensaje al Gobierno que vamos a llevar a cabo este tipo de ataques hasta que la charia se imponga en el país".

Sin embargo, el comunicado catalán, dirigido a los pakistaníes de Catalunya, no hablaba de cristianos, ni de terrorismo islamista, ni de nada que pudiera contradecir el catecismo progre. Sólo se nombraba a víctimas genéricas y al horror del mal, como si ese mal no tuviera nombres y apellidos. Es decir, unos pasaban por allí y los atacó algo. (…) Están matando a cristianos por su fe. Basta ya de esconderlo.

El catecismo progre, señora Rahola, es muy estricto. Fieles a él, los diputados de la también gobernante ERC denigran, junto a sus camaradas de IU y En Comú, y acompañados por el embajador de Venezuela, la Ley de Amnistía para los presos políticos de la dictadura chavista (El País, 19/3). ERC y sus cofrades de la Generalitat suman a la olla podrida antiespañola estos ingredientes: salafistas pakistaníes, chavistas venezolanos y montoneros argentinos.

Una ópera bufa

Los gerifaltes rivales que encabezan la epopeya secesionista la han convertido en una ópera bufa, y los comparsas del proceso ponen el grito en el cielo. Nuevamente Pilar Rahola arremete contra los que a su juicio están estropeando el guion y hurga en los antecedentes, aunque estos no dejan muy bien parados a los próceres Macià y Companys ("Cupeando", LV, 31/3):

Si repasamos con lupa las acciones de los años treinta, la cantidad de decisiones tomadas por vía hormonal, sin ninguna inteligencia estratégica, darían para un museo del esperpento. (…) La CUP deberá decidir si lo suyo es la heroicidad fugaz o tiene capacidad de pensar más allá de la pancarta. Y en caso negativo, Junts pel Sí deberá asumir que el principal escollo del proceso está dentro del proceso.

Rahola termina de demoler la reputación de sus socios políticos, sin dejar títere con cabeza, en un artículo titulado "Vías de agua" (LV, 2/4):

Tres son las vías de agua abiertas en el barco hacia Ítaca y cabe poner luz en lo que se cuece a la oscuridad. Por una parte, el estómago siempre hambriento de la CUP, que necesita cabalgar de pancarta en pancarta hasta la derrota final. (…) La segunda vía la conocemos mucho y la mencionamos poco, las malas relaciones entre convergentes y republicanos, entre los cuales hay tantas buenas palabras como malas acciones. Y ahora sólo faltaba la abrupta guerra por el poder en la ANC, la entidad clave para el éxito del proceso. Lejos de preservar el carácter transversal de la Assemblea, alejado de la vida cainita de los partidos, estos han olido su envidiable poder y han metido las pezuñas. (…) De trasfondo, la desconfianza entre las familias del independentismo, siempre más preocupadas por conseguir un palmo más de terreno para su masía que por liberar al territorio entero. Miserias conocidas…

Ningún observador hostil al secesionismo podría haber ofrecido un retrato más preciso de los vicios de ese movimiento, retrato que, además, nos da la imagen de lo que sería un país independiente y aislado de la comunidad de naciones civilizadas, desgarrado por la codicia y los sectarismos de sus ocasionales sátrapas.

La descripción del desbarajuste no acaba aquí. El predicador Francesc-Marc Álvaro aporta más argumentos para abrazar el sálvese quien pueda. Su crítica, en todo caso, es más racional y fundamentada que la pataleta de su colega Rahola. Sostiene Álvaro ("Los tabúes constituyentes", LV, 31/3):

Las relaciones imposibles de Junts pel Sí y la CUP dan del proceso una imagen caótica. El proceso como olla de grillos, una estampa que hace las delicias de los contrarios a la independencia.

El dedo en la llaga

Aclarado este punto y repetidos por enésima vez los testimonios sobre las desconfianzas entre convergentes y republicanos y entre Junqueras y Puigdemont, Álvaro pone el dedo en la llaga de los que él denomina tabúes constituyentes, dos cuestiones que hacen saltar por los aires la cohesión y la coherencia programáticas del heterogéneo bloque secesionista y también el entramado del nuevo país en gestación:

Fijémonos: nos cuesta ponernos de acuerdo sobre dos elementos clave de la vida de cualquier Estado: la defensa y el idioma. Hablar del ejército es imprescindible pero nos desagrada, porque representa asumir la parte menos amable de la soberanía plena o cosoberanía europea. (…) Hablar de la lengua es también imprescindible –lo hacen España y Francia constantemente–, pero parece que entra en contradicción con un independentismo de nuevo cuño que ha escondido la base identitaria y ha subrayado las razones materiales y prácticas para llegar a más gente. Hoy se presenta un manifiesto de expertos que son críticos con las tesis soberanistas a favor del bilingüismo, una acción que otros sectores ven como la expresión de una preocupación carente de visión política en conjunto. Más allá de las razones de unos y de otros, no deja de ser inquietante que el abordaje público de este asunto tan delicado se haga en unos términos que parecían superados.

Lo que inquieta a Álvaro es que, aprovechando la anarquía imperante, los talibanes del grupo Koiné canonicen en público la política discriminatoria contra el castellano que desde los tiempos del patriarca caído Jordi Pujol se aplica dictatorialmente en el sistema de enseñanza y en la administración pública. "Un error táctico", confesó, sin disimulo, Marta Ribas, de Catalunya Sí Que Es Pot. Y hasta el energúmeno contumaz Joan Tardà protestó en Twitter: "¡Las dos lenguas, nuestras!" (LV, 2/4).

El gurú Enric Juliana fue curiosamente explícito ("Universos paralelos", LV, 3/4):

Aromas padanos en una fracción del independentismo. El veneno de la Liga Norte puede estar entrando en Catalunya disfrazado de patriotismo.

"Un manifiesto lamentable", sentenció, el día siguiente, el editorial de La Vanguardia, que captó en el texto un "muy desafortunado tufillo etnicista" y remachó:

Considerar ahora que el castellano es una lengua "exógena" y que sus hablantes son "colonizadores involuntarios" es no sólo políticamente delirante, y éticamente inquietante, sino también un ataque al corazón de la tradición catalanista, que ha sido siempre una corriente integradora, portadora de un mensaje abierto, inclusivo y transversal.

Nos sentamos a esperar que otro editorial invoque esa misma tradición catalanista para exigir que se elimine todo "tufillo etnicista" y se cumpla la ley de enseñanza del castellano en las escuelas. Mientras tanto, no descartamos el sálvese quien pueda para una emergencia, al ver que continúa el choque entre las facciones rapaces del tótum revolútum secesionista, y que sin ley ni fuerzas del orden interconectadas y respetadas, una Cataluña independiente entraría en la órbita de los Putin, los Maduro y los degolladores yihadistas.

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