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Emilio Campmany

Alemania y el terrorismo islámico

Podemos seguir fingiendo que no hay unos fundamentalistas islámicos que quieren matarnos y esperar que a nosotros no nos toque. Pero esa actitud es inmoral.

Podemos seguir fingiendo que no hay unos fundamentalistas islámicos que quieren matarnos y esperar que a nosotros no nos toque. Pero esa actitud es inmoral.
Anis Amri, sospechoso de la matanza de Berlín | EFE

En toda Europa se burlan de las meteduras de pata de la Policía alemana. Y, si es cierto que Alemania está enfrentando el problema del terrorismo islámico con una culpable ingenuidad, no es menos verdad que es algo achacable a toda Europa. Es muy probable que Anis Amri sea el autor del atentado. Las autoridades alemanas intentaron deportarlo, pero tuvieron que ponerlo en libertad porque carecía de documentación y Túnez no lo reconocía como ciudadano propio. No sólo, sino que sabían que había pasado cuatro años en la cárcel en Italia por haber prendido fuego a un campo de internamiento. También se sabe que entabló contacto con un clérigo extremista que a día de hoy está en la cárcel. Y, en cualquier caso, fue calificado de peligroso por su patente radicalismo. Y a pesar de todo le perdieron la pista hasta que su documentación y sus huellas dactilares aparecieron en el camión.

Las críticas tienen fundamento, pero ¿es Alemania diferente al resto de Europa Occidental? Lo primero que hace cualquier inmigrante ilegal es desembarazarse de su documentación porque eso incrementa sus probabilidades de poder quedarse aquí. No se detiene a ningún inmigrante ilegal, por muchos indicios que haya de su peligrosidad. Y miente el país que diga que tiene bajo control a todos los musulmanes que hayan mostrado indicios de poder convertirse en terroristas porque no hay medios para hacerlo.

Combatimos la amenaza, en Alemania y en toda Europa, como si fuera un problema de política criminal, cuando es mucho más. Está muy bien decir que no nos rendiremos, que seguiremos disfrutando de nuestras libertades y que no nos cambiarán. Pero eso será para los que continuamos vivos. Los muertos en cambio ya no podrán disfrutar de nada. Si hemos restringido nuestras libertades para evitar los accidentes de carretera, aminorar los males que produce el tabaco, disminuir el daño que trae la contaminación o combatir el cambio climático, ¿qué inconveniente hay a que se establezcan controles sobre la conducta de los musulmanes en nuestras sociedades? Si es delito conducir ebrio, a una velocidad superior a la permitida, dejar de pagar impuestos o tener dinero metálico de procedencia sin justificar, ¿por qué no puede serlo inmigrar ilegalmente sin documentación?

Podemos seguir fingiendo que no hay unos fundamentalistas islámicos que quieren matarnos y esperar que a nosotros no nos toque. Pero esa actitud es inmoral porque nos hace responsables de los asesinatos que los islamistas perpetren en el futuro y que podrían haberse evitado si hubiéramos tomado las medidas que con más o menos renuncias pueden tomarse. No hay nada que nos exculpe de que Anis Amri estuviera conduciendo el lunes pasado el camión que acabó con la vida de esos 12 inocentes, si se confirma que fue él quien las asesinó. Porque donde tendría que haber estado Anis Amri es en Túnez o en un centro de internamiento o incluso en la cárcel, y no circulando libremente a consecuencia de estar indocumentado, con toda seguridad, por voluntad propia. Y la responsabilidad no es sólo de Alemania.

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