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Emilio Campmany

Bonjour, incompétence

El gesto de Zapatero respaldando a su ministra cuando la atacan por hacer lo que él le pidió que hiciera puede ser todo lo noble que se quiera, pero es torpe, porque deja que la imagen de incompetencia e irresponsabilidad se extienda y le alcance a él.

Los socialistas en España tienen fama de ser gente espabilada cuando de ganar elecciones se trata. En sus filas cuentan con tipos, como el maestro Rubalcaba, que parecen conocerse todos los trucos y que son capaces, llegado el día de ir a votar, de darle la vuelta a las encuestas más adversas. Desdeñan las acusaciones de falta de escrúpulos con la convicción de que, siendo como son "la izquierda", lo mejor para todos es que sean ellos los que ostenten el Gobierno y que, en consecuencia, poco importan las tretas que empleen para alcanzarlo.

Sin embargo, en los últimos tiempos, se comportan con una torpeza impropia de su fama y capacidades. No cabe duda de que quieren ganar las elecciones, pero ¿saben cómo hacerlo? A veces da la impresión de que los que sostienen la manija del partido no escuchan las sabias voces de los veteranos que se curtieron en las sucias batallas del felipismo.

Éstos saben bien que, en unas elecciones, quien se examina no es la oposición, sino el Gobierno. Por eso, el mayor lastre que puede pesar sobre cualquier gobernante que se somete al veredicto de las urnas es el de la incompetencia. Es muy difícil que un gobierno percibido como incompetente pueda ganar unas elecciones, sobre todo cuando la oposición puede presentar el recuerdo, todavía cercano, de una gestión solvente.

Por eso, no se entiende cómo Zapatero y sus asesores han caído en la trampa de permitir que buena parte de los grupos parlamentarios del Congreso repruebe el trabajo de la ministra de Fomento. Es natural la resistencia de todo presidente a abandonar a cualquiera de sus ministros, porque es tanto como admitir su culpa in eligiendo. Sin embargo, esta actitud no debe llegar hasta el punto de consentir que una ministra sea reprobada por varios grupos parlamentarios a causa de su pésima gestión. De este modo, el presidente, no sólo asume la culpa in eligiendo, sino que acepta la responsabilidad de la misma gestión reprobada y, en este caso, alumbra la sospecha, convertida en certidumbre, de que los desastres de las obras del AVE no son culpa de la ministra, sino que son consecuencia directa de haber ordenado él insensatamente que los trabajos se acelerasen para poder inaugurar antes de convocar elecciones.

Si, como parece, es esto lo ocurrido, el gesto de Zapatero respaldando a su ministra cuando la atacan por hacer lo que él le pidió que hiciera puede ser todo lo noble que se quiera, pero es torpe, porque deja que la imagen de incompetencia e irresponsabilidad que hasta hoy era exclusiva de Magdalena Álvarez se extienda a todo su Gobierno y le alcance a él mismo.

Zapatero lleva meses dorándole la píldora a los sectores más sensatos del electorado, pero no son incompetencia e irresponsabilidad las cualidades que éstos buscan cuando eligen a sus gobernantes. Por eso tenía que haber dejado que Álvarez finalmente cayera. Sosteniéndola y salvando por los pelos su reprobación en el Congreso se ve abocado a que sean los electores los que lo reprueben a él.

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