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Emilio Campmany

El cortijo de don Mariano

Los barandas del PP no se quitan de encima a Rajoy porque no tienen dónde caerse muertos fuera de la política.

Los barandas del PP no se quitan de encima a Rajoy porque no tienen dónde caerse muertos fuera de la política.
Mariano Rajoy | EFE

Todos los electores, simpatizantes, militantes, gerifaltes y cargos electos saben que el PP obtendría unos resultados sustancialmente mejores casi con cualquier otro candidato. Entonces, ¿por qué se presenta con uno tan malo? Porque el PP ya no es un partido, es el cortijo de don Mariano. Es un lugar donde ya no hay dirigentes, sólo pelotas y enchufados que saben que su futuro político, y a veces simplemente su futuro, depende de la arbitraria voluntad del dueño del cortijo. Aquello está lleno de gente que a los veinte años se apuntó a Nuevas Generaciones y no conoce otra cosa que no sea medrar a base de adular y defender lo que el amo hace o dice, aunque para hacerlo haya que sobornar las leyes de la lógica y corromper los ideales para cuya defensa se hicieron un día militantes. No sólo, sino que han visto el ejemplo de sus mayores, que se dividen entre los que se rebelaron, que hoy se ganan la vida con desigual fortuna, dependiendo de la profesión y formación que tengan, y los que quebraron obedientes el espinazo ante el patrón, que cuando finalizó su carrera política se marcharon a sestear a embajadas, consejos de administración y chollos varios.

Quién va a acudir a un Comité Ejecutivo a decir que Mariano es mal candidato, si muchos de ellos no tienen dónde caerse muertos fuera de la política y saben que importunar al propietario del cortijo garantiza el verse en la calle con una mano delante y otra detrás. Incluso los que tienen buenas profesiones y podrían ganarse bien la vida fuera de la política obedecen pastueños porque creen estólidamente que sucederán a Rajoy o ascenderán rápidamente cuando éste se retire. Todos saben en el cortijo que, para dejar de ser labrador y convertirse en guardés, hay que hacerle la rosca al señorito hasta que le duelan a uno las pestañas. No digamos si a lo que se aspira es a heredar el cortijo: entonces hay que ser un lameculos de primer orden, un cobista profesional, un maestro en el arte de la lisonja.

Y así es como sucede que un partido político se presenta a unas elecciones con el peor candidato posible, a costa de decenas de escaños y en perjuicio del futuro de España. Por eso, cuando Rajoy apela al voto útil, quienes serviles lo presentan como candidato deberían saber que son ellos los primeros en conspirar contra la utilidad del voto, por presentar a quien más rechazos provoca. La disyuntiva que se nos plantea a los votantes liberal-conservadores es la de votar al amo, a sabiendas de que se ha limpiado los mocos con todos nuestros principios y de que lo seguirá haciendo, o la de facilitar que venga Podemos a imponer su ideología totalitaria. Choca que el partido no haya sido capaz de librarse de semejante lastre. Y la explicación está en lo que digo: que aquello ya no es un partido, es el cortijo de don Mariano.

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