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Emilio Campmany

Están locos estos independentistas

Lo primero que tiene que hacer un movimiento independentista para tener éxito es que los demás lo tomen en serio.

Lo primero que tiene que hacer un movimiento independentista para tener éxito es que los demás lo tomen en serio.
EFE

Lo primero que tiene que hacer un movimiento independentista para tener éxito es que los demás lo tomen en serio. Y lo primero para poder ser tomado en serio es tomarse uno a sí mismo en serio. Durante los últimos días se ha puesto en evidencia lo lejos que están de esto los líderes del movimiento catalanista. Ha resultado que los Jordis tienen la mandíbula de cristal y dicen que renuncian a la vía unilateral de independencia. Probablemente lo hacen tratando de emular la actitud de Forcadell, que abjurando de todo aquello en lo que supuestamente creía consiguió eludir la prisión preventiva. Los argumentos del juez Llarena para poner en libertad a la expresidenta fueron sin duda extrajurídicos, pero han tenido la virtualidad, no sé si querida o no, de sembrar la discordia en el independentismo. Y ello porque, si lo que hay que hacer para conseguir la libertad es rengar de los propios ideales, el ejemplo de Forcadell ha cundido entre los otrora acrisolados patriotas. No parece que les vaya a servir de mucho, porque el argumento es tan extrajurídico como lo era en el caso de Forcadell y por lo tanto es difícil que valga para su puesta en libertad. No se han dado cuenta los delincuentes que lo insólito no es que ahora les nieguen la libertad, pues las alegaciones son irrelevantes desde el punto de vista legal, sino que lo extraordinario es que con esos argumentos se la dieran a doña Carme.

La siguiente en dar espectáculo ha sido la propia Forcadell, que se ha negado a presidir el Parlamento, en un gesto raro entre los raros. Aquí no es costumbre que un político se niegue a aceptar una sinecura. Es evidente que a Forcadell le han aconsejado evitar asumir el mismo cargo que le permitió presuntamente delinquir, porque en tal caso tendría la oportunidad de continuar haciéndolo, y la probabilidad de que lo hiciera sí es un motivo jurídico para decretar su prisión incondicional. En otras palabras, Forcadell está evitando la posibilidad de volver a prisión. Es comprensible, pero incoherente. Se supone que para alguien como Forcadell la independencia está por encima de todo y, en consecuencia, por encima de sus intereses personales. Pero al parecer la liberación de la madre patria del yugo español no merece ni siquiera el riesgo de volver a prisión.

Y ya el colmo de lo ridículo y cobarde es lo de Puigdemont, que exige ser investido presidente a distancia para evitar ser encarcelado. No sólo, sino que parte de la Esquerra prefiere secundar semejante despropósito antes que arriesgar unas nuevas elecciones. ¿Es que no hay en el independentismo nadie con capacidad para presidir la Generalidad, que no hay más remedio que ponerse en manos de este botarate? Debe de ser que no y que el único que puede dirigir el movimiento es alguien que pueda demostrarse capaz de ser tonto en varios idiomas. Frente a este grupo de cobardes y estólidos incompetentes, la boutade de Tabarnia es un proyecto mucho más serio.

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