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Emilio Campmany

Prisión para las cajas

Cuando Aguirre quiso sacarlo, los sindicatos se negaron. No estaría mal preguntarles hoy por qué

Cuando Aguirre quiso sacarlo, los sindicatos se negaron. No estaría mal preguntarles hoy por qué

Hace mucho que España necesitaba oír una noticia así. Es verdad que el hecho de que la prisión decretada contra Miguel Blesa sea eludible por medio de una fianza significa que, de momento, como la romería de políticos que hay imputados, aquél no pisará la cárcel. También es cierto que Blesa, a pesar de haber sido directivo de una de las cajas más importantes, no es un político. Quizá por eso haya sido el primero en caer. En cualquier caso, es el paradigma de lo que los políticos han hecho al frente de las cajas.

Y es que, en esta crisis, las cajas en general, y Caja Madrid en particular, son casi todo. Son las responsables de la quiebra del sistema financiero y de que haya sido necesario rescatarlo. Son las que trajeron las sombras que lo ponen en entredicho, lo que es injusto para los bancos, que han tenido una gestión mucho más cauta y profesional. Son las principales causantes de la burbuja inmobiliaria, creada para generar grandes plusvalías con las que financiar a los partidos. Son el ejemplo más sangrante de los privilegios de que disfrutan políticos y sindicalistas. Son ese retiro dorado donde acaban los que, dócilmente, siempre hicieron lo que el jefe les pidió. También son el pesebre donde colocar a sindicalistas y dirigentes de la patronal, el lugar donde se hace más obvia la participación de éstos en el reparto del pastel. Son, por último, las que, contando con la indiferencia, cuando no con el apoyo, de las instituciones de control, Banco de España y Comisión Nacional del Mercado de Valores, timaron a decenas de miles de inversores con el cuento de las preferentes. La prisión de Blesa, aun siendo eludible bajo fianza, es una manera de empezar a hacer justicia con las cajas y con los políticos que las dirigieron, responsables en buena medida de la crisis que nos atenaza, aunque el expresidente de Caja Madrid no sea en sentido estricto un político.

Ahora que el todopoderoso Blesa cae, los medios recuerdan su amistad con Aznar. No está de más hacerlo, ya que fue esa amistad, y no ninguna otra capacidad o aptitud, la que lo condujo hasta la presidencia del monstruo que llegó a ser Caja Madrid. Pero tampoco sobra acordarse de que Blesa, una vez arrojado a la piscina de los tiburones, aprendió muy pronto a sobrevivir entre ellos a base de convertirse en uno de los más voraces. Para apuntalarse en el cargo, supo aliarse con todos los que mojaban en Caja Madrid, muy especialmente con los sindicatos, a cuyos dirigentes tenía bien engrasados con dietas y prebendas. Con tal habilidad supo atraerse su apoyo que, convencida Aguirre de la conveniencia de deshacerse de él, no fue capaz de lograrlo precisamente por la enérgica resistencia de UGT y Comisiones Obreras, que se negaron en redondo a que, lo que son las cosas, el amigo de Aznar fuera defenestrado. No estaría mal preguntarles hoy por qué.

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