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Emilio Campmany

Putin y España

Echarse en manos del ruso es caer de la sartén a las brasas.

Echarse en manos del ruso es caer de la sartén a las brasas.
Vladímir Putin

Putin está de moda. Se da por hecho que Donald Trump hará una política más acorde con los intereses rusos. El nuevo presidente de Francia, sea Le Pen o Fillon, querrá aproximarse a Rusia. Angela Merkel, cerrando centrales nucleares, ha hecho que Alemania dependa cada vez más de los hidrocarburos rusos. El Brexit fue ampliamente apoyado desde Moscú. Y cualquier partido euroescéptico que triunfe en Europa sabe que puede contar con abundancia de rublos para hacer su proselitismo antieuropeo.

En España, Putin quiso comprar Repsol en 2008 en una operación respaldada por Juan Carlos I. Y Podemos, el único partido con representación parlamentaria crítico con la UE, está financiado por Irán, aliado de Rusia. Pero, fuera de esto, hay escasa injerencia del Kremlin en nuestra política. Al menos, hasta ahora. Sin embargo, el eurasianismo que alimenta ideológicamente al Kremlin aspira a dominar desde Lisboa a Vladivostok. Y se lo están poniendo fácil. En toda Europa hay partidos dispuestos a ponerse al servicio de Putin. Los hay de derechas, xenófobos, contrarios a la inmigración, ansiosos de recuperar la soberanía cedida a la Unión Europea, que admiran el autoritarismo de Putin. Y los hay de izquierdas, que aborrecen el libre comercio, la globalización, las políticas de austeridad y admiran su antiliberalismo.

Aquí, el problema al que se enfrenta el viejo agente del KGB es que, a pesar de la crisis, los españoles seguimos siendo muy europeístas. Sin embargo, aparte Podemos, está brotando en la derecha mediática una cierta simpatía por el líder ruso. El fenómeno podría extenderse. Por una parte, la derecha española puede ser tan antiamericana, tan antisemita y tan antiglobalización como la izquierda. A esto se añade que aborrece el abandono de la tradición cristiana por parte de los europeos y teme la difusión del islam. Que no tenga líderes que lo expresen no quiere decir que no sea así. Aterrada por ello, podría ver en Putin al líder cristiano que tiene claro cómo hay que enfrentar la expansión del islam. Para entender que una reacción así sea posible, basta ver cómo enfrenta la izquierda los atentados islamistas. La culpa la tiene la Reconquista, las Cruzadas o la Toma de Granada. Y la forma de resolver el problema es descristianizar nuestra sociedad e islamizarla. Ante esto, la derecha española puede acabar apoyando al partido que vea en Putin un faro que permita apartarse de esa deriva. Si encima la izquierda se siente igualmente atraída por él, aunque sea por otros motivos, no cabe duda de que Putin podría en poco tiempo incrementar su influencia en España.

El abandono de los valores cristianos que alimentan moralmente a nuestra sociedad, por acción de la izquierda y omisión de la derecha, es una catástrofe de consecuencias imprevisibles. Mucho más cuando el islamismo, no sólo con atentados, pretende adueñarse ideológicamente de ella. Pero que eso tenga que resolverse arrojándose en brazos de Putin es caer de la sartén a las brasas. Estamos todavía lejos, pero nos dirigimos a ello.

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