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Emilio J. González

Almunia y el cuento del traje del rey

Las palabras de Almunia no deberían caer en saco roto. A este Gobierno no le queda apenas tiempo para reaccionar, pero, al menos, tiene margen para empezar a hacer algo.

Qué mal deben de pintar las cosas para la economía española cuando hasta Joaquín Almunia empieza a advertir ya de que la crisis va a golpear con más dureza a nuestro país que al resto de la Unión Europea. Cuando el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios presentó el informe de otoño de la Comisión Europea, con las perspectivas económicas para cada uno de los Estados miembros de la UE, Almunia, siempre próximo al Gobierno español, quitó hierro al impacto de la crisis crediticia sobre nuestro país y poco menos que defendió la validez de las previsiones económicas del Ejecutivo, a pesar de que ya eran muchas y muy autorizadas las voces que advertían de que dichas estimaciones eran a todas luces insostenibles. Dos meses después, la realidad se abre paso frente al voluntarismo y al comisario español no le queda más remedio que admitir la evidencia, esto es, que España lo va a pasar peor que otros países europeos.

El diagnóstico de Almunia empieza por poner en tela de juicio la validez de las previsiones económicas del Gobierno, cosa que no hizo dos meses antes. El comisario, por primera vez, cuestiona abiertamente que las estimaciones del Ejecutivo sobre las que se basan los presupuestos vayan a cumplirse. Y que esto lo opine Almunia, que siempre mide mucho sus palabras, por ser comisario europeo y por ser socialista español, ya dice mucho. Porque con ello no solo está advirtiendo acerca de la necesidad de corregir los cálculos económicos del Ejecutivo; está llamando también la atención acerca de la política presupuestaria de Zapatero, basada en dichos cálculos, que, a la luz de la realidad, resulta insostenible.

Para Almunia, el quid de la cuestión se encuentra en el elevado endeudamiento externo de la economía española, un endeudamiento que es, sobre todo, familiar. El Banco de España viene advirtiendo desde hace tiempo acerca del riesgo que supone esta situación, pero sus palabras han caído una y otra vez en saco roto. Ahora estamos a punto de pasar de las palabras a los hechos, en forma de un impacto mayor de la crisis en España que en otros países. Y ese golpe se está notando ya en lo que han sido hasta ahora los motores del crecimiento económico y la creación de empleo: el consumo privado y la construcción. Ambos se han estado financiando con créditos baratos obtenidos en el exterior. Esos créditos ahora son más caros y muy escasos, lo que está dando lugar al parón de la construcción y el gasto familiar y al desplome de las expectativas de los hogares. Esta es la naturaleza de la crisis que se nos avecina.

Por todo ello, las palabras de Almunia no deberían caer en saco roto. A este Gobierno no le queda apenas tiempo para reaccionar, pero, al menos, tiene margen para empezar a hacer algo, para empezar a tratar de resolver las cosas. Por desgracia, la política del Ejecutivo, sobre todo de Moncloa, es negar la evidencia y confiarlo todo a que Solbes repita como titular de Economía si Zapatero repite triunfo electoral. Con eso, sin embargo, no basta. En cierto modo, eso es lo que ha venido a decir Almunia con sus advertencias. Pero como la política oficial en materia de economía es la que es, la situación empieza a parecerse a una versión esperpéntica del cuento del traje del rey: ya son muchos los que se atreven a decir lo que todos ven, esto es, que el rey está desnudo y que éste y su corte se empeñan en negarlo.

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