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Emilio J. González

Aquí no pasa nada

Si Moncloa estuviera tan libre de sospecha como el presidente pretende hacer creer a todo el mundo, no habría puesto impedimento alguno a que el presidente de su Oficina Económica, David Taguas, compareciese en el Congreso de los Diputados

El descrédito internacional en que está cayendo la economía española, provocado por el Gobierno y amplificado por los medios de información económica más influyentes del mundo, exige por parte del Ejecutivo un conjunto de acciones inmediatas y contundentes encaminadas a recomponer la situación. El Gobierno, sin embargo, ha optado por echar balones fuera, con aquello de que la reforma de los organismos supervisores se llevará a cabo en la próxima legislatura, apuntándose así a la política del aquí no pasa nada. Según ha dicho Zapatero en el Senado, a preguntas del Partido Popular, en el escándalo de Endesa y de la Oficina Económica del Presidente, o sea, el clan de Intermoney, ni ha habido intervenciones ni injerencias gubernamentales, ni informes sobre nadie, ni corrupción, ni nada de nada. Solo le ha faltado decir aquello de Felipe González de yo me he enterado de esto por la televisión.

Por desgracia para Zapatero, su argumentación no se sostiene por ningún lado, se mire como se mire. Si Moncloa estuviera tan libre de sospecha como el presidente pretende hacer creer a todo el mundo, no habría puesto impedimento alguno a que el presidente de su Oficina Económica, David Taguas, compareciese en el Congreso de los Diputados, tal y como ha pedido el PP. Sin embargo, Zapatero quiere esconder a Taguas, protegerle no solo de los dardos afilados de la oposición, sino de lo que pudiera salir de exponerle a la luz y los taquígrafos. Al hacerlo, lo único que está consiguiendo es confirmar tanto la denuncia que realizó en su momento el ex presidente de la CNMV, Manuel Conthe, respecto a las injerencias de Moncloa en el caso Endesa y a la procedencia de los informes sobre el presidente del BBVA, Francisco González.

La negativa de Moncloa a entregar el libro de visitas correspondiente al pasado 16 de febrero, el día en que se reunieron allí Taguas, el consejero delegado de Enel, Fulvio Conti, y algunos empresarios, vuelve a desmentir al presidente del Gobierno en eso de que aquí no pasa nada. Y si hablamos, una vez más, de la continuidad de Carlos Arenillas como vicepresidente de la CNMV, no podemos dejar de tener en mente que su comportamiento es incompatible con el ejercicio de su cargo y pesa en exceso sobre el prestigio de la Comisión. Hay que recordar su implicación como administrador de la sociedad de inversiones Tagomago cuando ya ocupaba su cargo en el supervisor de los mercados financieros; o la opípara cena a la que le invitó uno de los supervisados, Vega Fund, antes de que el hermano de Arenillas se incorporase a dicha sociedad y antes también de que la CNMV autorizase a Vega Fund, en los momentos más críticos de la gestora, a participar en Próxima, la sociedad de inversiones globales alternativas promovida por el BBVA. Y Zapatero diciendo que aquí no pasa nada.

Con ello, el Gobierno acaba de perder la oportunidad de devolver las aguas a su cauce, algo del todo punto necesario para la economía española, que ya está sufriendo las consecuencias: la Bolsa de nuestro país es la de peor comportamiento de la UE y los informes de las grandes casas de bolsa recomiendan reducir participaciones en España esgrimiendo como uno de los principales argumentos el intervencionismo del Gobierno y el descrédito de los supervisores. Zapatero ha preferido encastillarse en argumentos que no se cree nadie, que no se sostienen bajo ningún concepto, en lugar de entonar el mea culpa y empezar a corregir los errores y desmanes cometidos. Por mucho que lo niegue el presidente del Gobierno, con su Oficina Económica y con la CNMV ha ocurrido lo que ha ocurrido y no sólo todo el mundo conoce los nombres y apellidos de los responsables, sino que la verdad ha salido a la luz aunque ahora Zapatero intente negarla. Con ello no hace favor alguno ni a la economía española ni a sí mismo, que pierde un poco más del escaso crédito que le resta.

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