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Emilio J. González

Arenillas y la mujer del César

Por muy inocente que pueda ser Arenillas, no va a poder evitar que se piense aquello de que si el río suena, agua lleva, que es justo lo último que necesita la CNMV, y los mercados financieros españoles en estas circunstancias.

La Comisión Nacional del Mercado de Valores, como la mujer del césar, no sólo debe ser casta; además, tiene que parecerlo. Hoy por hoy, el honor del supervisor de los mercados financieros está más que mancillado, después de lo ocurrido en su seno en torno a las OPAs de Endesa y, por si no bastara con ello, todavía le puede venir otra más encima si se confirma que su vicepresidente, Carlos Arenillas, estuvo presuntamente gestionando una sociedad de valores después de acceder al cargo, tal y como informa el diario Negocio. Éste debería actuar ahora como corresponde a la mujer del César.

Recientemente, Arenillas encabezó la rebelión del consejo de la CNMV contra Manuel Conthe, pidiendo que formalizara ya su dimisión para no perjudicar aún más al organismo. Conthe replicó que lo primero que haría en su comparecencia ante la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados sería pedir la dimisión de Arenillas. Ahora empiezan a saberse las posibles razones que han llevado al todavía presidente del organismo supervisor a realizar semejantes declaraciones.

Arenillas no debería esperar para poner su cargo a disposición de quien corresponda ni a que Conthe hable ni a que se demuestre si, efectivamente, ha incumplido alguna incompatibilidad gestionando la sociedad de valores Tagomago durante varios meses después de su nombramiento. ¿Por qué? No porque haya hecho nada irregular, que es algo que todavía está por demostrar, sino porque en organismos como la Comisión Nacional del Mercado de Valores no puede haber nadie en su consejo que suscite la más mínima sospecha de haber cometido una irregularidad, porque esas sospechas se trasladan de forma inmediata al supervisor y siembran la desconfianza en los mercados españoles.

Para que la CNMV pueda desplegar una labor eficaz, una de las cosas que necesita es el contar con una imagen intachable de seriedad, honestidad e imparcialidad. Dicha imagen ha quedado seriamente dañada después de lo ocurrido en torno a Endesa, E.On, Enel y Acciona. Ahora, lo que precisa la comisión son elementos que contribuyan a devolverle la imagen y la credibilidad perdidas, entre ellos que Conthe pueda hablar el próximo martes en el Congreso con toda libertad acerca de lo acontecido en el seno del regulador en las últimas semanas.

Sin embargo, desde el PSOE se han puesto todas las trabas posibles para intentar amordazar a Conthe y no se ha tomado decisión alguna respecto a la CNMV y su futuro, cuando este tipo de medidas son del todo punto necesarias para recomponer la imagen de la misma. Que recuerden los socialistas cómo actuó el Gobierno del PP en el caso Gescartera en relación a la CNMV, imponiendo dimisiones, renovando el consejo del supervisor y aprobando la Ley Financiera. Pues bien, el PSOE no solo no ha hecho nada por el estilo sino que ha profundizado en la grave crisis abierta en el seno del regulador.

En este contexto, la dimisión de Arenillas, sea o no culpable, resulta del todo punto necesaria para empezar a restaurar la credibilidad de la comisión. Su permanencia en el cargo, por voluntad propia y sin que el Gobierno diga o haga nada al respecto, no contribuye sino a deteriorar todavía más una situación ya de por sí podrida. Por muy inocente que pueda ser Arenillas, no va a poder evitar que se piense aquello de que si el río suena, agua lleva, que es justo lo último que necesita la CNMV, y los mercados financieros españoles en estas circunstancias.

En su momento, cuando el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, estuvo bajo sospecha por el caso Ibercorp –un escándalo relacionado con información privilegiada–, dimitió para evitar dañar la imagen de la entidad, con independencia de lo que luego pudieran decir los tribunales, quienes, por cierto, luego acabaron por condenarlo. Arenillas debería seguir su ejemplo porque de lo que se trata no es de si el vicepresidente de la CNMV ha hecho o ha dejado de hacer sino de preservar el poco honor que aún le queda sin mancillar a la comisión. Así es la vida y Arenillas debe aceptarlo, en lugar de empecinarse en permanecer en el cargo contra viento y marea, porque con ello se hace un flaco favor a sí mismo, al organismo del que forma parte, al Gobierno que le ha puesto en el cargo y a la economía española. Son las reglas del juego para la mujer del César.

En Libre Mercado

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