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Emilio J. González

¿De qué presume Zapatero?

Zapatero teme lo que pueda decir la oposición, sobre todo un Partido Popular cuya gestión de la economía entre 1996 y 2004 fue de alta calidad.

Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Así reza un conocido refrán español que se puede aplicar perfectamente a Zapatero y su política económica. El presidente del Gobierno acaba de presentar su primer Informe Económico y tanto la forma de hacerlo como su contenido revelan a las claras las graves carencias de las acciones del Ejecutivo en este terreno.

Cualquier balance de la gestión del Gobierno, sea en el ámbito que sea, debería presentarse ante el Parlamento, donde los diputados de uno y otro partido puedan expresar sus opiniones y ejercer las labores de control del Ejecutivo propias del Legislativo en toda democracia. Zapatero, sin embargo, ha rehuido el comparecer ante sus señorías para realizar este balance. En su lugar, ha elegido la Bolsa de Madrid para llevarlo a cabo, un hecho ya de por sí significativo que revela, claramente, dos cosas. Por un lado, pone de manifiesto algo que, a estas alturas de la legislatura, ya todo el mundo sabe, esto es, el desprecio manifiesto de ZP por el Parlamento a pesar de que durante la campaña electoral de 2004 se hartó de decir que cuando llegara a la Presidencia del Gobierno convertiría a las Cortes en el centro de la vida política nacional. Nada más lejos de la realidad. Por otro, revela que Zapatero teme lo que pueda decir la oposición, sobre todo un Partido Popular cuya gestión de la economía entre 1996 y 2004 fue de alta calidad. ZP no quiere comparaciones y mucho menos odiosas; no quiere escuchar lo que tenga que decir el PP al respecto, que es mucho, bueno y difícil de criticar por parte de los socialistas que, a fin de cuentas, llevan tres años viviendo de las rentas económicas que dejó el Partido Popular tras ocho años en el poder.

Precisamente, la primera y gran crítica que Zapatero quiere evitar es esa. Desde que los socialistas volvieron al poder en 2004, en la economía española no ha habido reformas estructurales ni nada que se le parezca. Si las cosas van bien es por la inercia del periodo anterior y porque cuando Zapatero y su asesor económico, Miguel Sebastián, quisieron tocar algo de lo fundamental para que la maquinaria económica siguiera bien engrasada, el vicepresidente económico, Pedro Solbes, no les dejó hacer. En cambio, cuando el Gobierno ha actuado, ha sido para mal. Por ejemplo, después de crear, a bombo y platillo, el Ministerio de Vivienda, el problema de la carestía de los pisos en España sigue sin resolverse. Y eso por no hablar de las intervenciones del Ejecutivo en el ámbito empresarial, como en las OPAs sobre Endesa, donde Zapatero y los suyos han acabado con la credibilidad de instituciones tan importantes como la Comisión Nacional del Mercado de Valores o la Comisión Nacional de la Energía, y están destrozando, a pasos agigantados, la confianza internacional en la economía española.

Esto nos lleva al segundo gran problema para la economía de nuestro país. Zapatero presume en su informe de cifras económicas excepcionales, las mejores de la historia de la democracia, dice. Y es cierto, son bastante buenas. Pero ni son fruto de su gestión, sino de la del PP, ni resuelven los problemas de futuro a los que ya se está enfrentando nuestro país. Zapatero dice ver muchas luces verdes en dicho futuro, pero la realidad es muy distinta. Por ejemplo, aunque la inflación pueda reducirse, sigue sin resolverse el problema del fuerte crecimiento de los precios de los alimentos, un incremento que está llevándose de por medio el reducido poder adquisitivo de los pensionistas y de las familias de rentas bajas. Y este problema no se soluciona porque no ha habido reformas en la distribución comercial, ni en la mayorista ni en la minorista. Es lo que trae consigo la falta de liberalizaciones.

Zapatero también se muestra ufano con los resultados en materia de empleo, pero lo cierto es que su creación, así como la reducción del paro, están desacelerándose porque no se han producido nuevas reformas en el mercado de trabajo. El empleo hoy vive del crecimiento económico, pero en cuanto lleguen los tiempos de vacas flacas, el paro volverá a dispararse porque sigue sin actuarse sobre aquellos mecanismos que impidan un fuerte repunte del desempleo cuando pinten bastos para la economía española.

Con la balanza de pagos ocurre tres cuartos de lo mismo. Zapatero dice que el abultado déficit comercial, el segundo más elevado de la OCDE después del de Estados Unidos, se reducirá, pero en lugar de reducir la dependencia energética del exterior, uno de los principales componentes de ese desequilibrio, ésta aumenta debido al rechazo a la energía nuclear. Además, ese déficit se compensa con los ingresos derivados de las inversiones internacionales en España, pero ¿quién va a invertir a partir de ahora en un país que hace lo que ha hecho el Gobierno con E.On y con organismos clave como la CNMV o la CNE? ¿Quién va a venir a invertir en una economía con un déficit de credibilidad como el que vive en estos momentos España?

Por último, Zapatero dice con orgullo que España se ha convertido en la octava economía del mundo. Cierto, pero también lo es que ese puesto nos va a durar muy poco. El crecimiento de China, India, Brasil, Indonesia o Malasia pronto va a empujar a nuestro país hacia abajo en esta clasificación internacional y España será cada vez menos influyente en el escenario mundial. Por ello es preciso acometer reformas e incorporarse a los órganos que gobiernan la globalización, como el G-8. Pero el Gobierno ha rechazado de plano semejantes oportunidades. Por tanto, ¿dónde están esas luces verdes que Zapatero dice ver? En resumen, dime de qué presumes y te diré de qué careces.

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