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Emilio J. González

Del desastre al caos

El escenario energético que está dejando el Gobierno tras de sí es un verdadero caos. Ya no se sabe ni por qué energías apuesta ni las empresas energéticas saben a qué tienen que atenerse.

Parecía imposible que la política energética de Zapatero pudiera ser peor; sin embargo, una vez más, el Gobierno está a punto de conseguirlo. Después de tanta cháchara y tanta matraca con eso de la economía sostenible, las energías del futuro –verdes, por supuesto–, el ahorro energético y demás, todo ello respaldado con ingentes recursos presupuestarios y sin prestar la menor atención a las verdaderas necesidades y los verdaderos problemas energéticos de la economía española, ahora el Ejecutivo nos sale con que planea recortar las ayudas a las renovables. Y es que los caprichos caros son siempre un lujo, porque lo de las renovables lo es, que uno no se puede permitir así como así, sobre todo cuando tiene un agujero descomunal en el presupuesto público que tiene que reducir como sea, aunque sea a costa de dejar colgadas de la brocha a las empresas que han apostado por invertir en el desarrollo de este tipo de energías.

Francamente, a mí me parece bien que se acabe con el apoyo artificial a las energías renovables. Si hay mercado para ellas, en el presente o en el futuro, ya se encargarán las empresas que apuesten por ellas de invertir todo lo que sea necesario para hacerlas competitivas. Lo que ya no me parece tan bien es que el Gobierno primero diseñe un programa energético que es un verdadero desastre para después empezar a desdecirse del mismo y generar un verdadero caos, que es lo que va a suceder en este sector. ¿Por qué? En primer lugar, porque el dar marcha atrás ahora a las primas a las renovables, y encima, para más inri, con carácter retroactivo, no hace más que incrementar ostensiblemente la inseguridad jurídica, sin la cual difícilmente alguien va a invertir en energía en España, en renovables o en lo que sea. Este tipo de inversiones necesitan de periodos de maduración largos y, por tanto, requieren de un marco jurídico estable que evite sorpresas tan desagradables como la que se están llevando en estos momentos las renovables. Con el Partido Popular en el poder se estableció un marco estable que redujo las incertidumbres que rodeaban al sector y estimuló las inversiones. Sin embargo, fue llegar Zapatero al poder y el Gobierno empezar a dar patadas al mismo, y lo malo es que lo hizo sin ton ni son, por razones ideológicas y sin tener de verdad una alternativa estructurada a los planes que heredó del PP. Lo único que tenía claro ZP es que eso no lo quería, porque provenía de su adversario político, y que, al igual que quiso ser el campeón del socialismo, también pretendió serlo del ecologismo más rancio posible y así se embarcó tanto en el cierre de las centrales nucleares como en la apuesta por las energías renovables, una alternativa en general poco viable y que, además, ahora resulta que no puede financiar, dejando colgados, de esta manera, a todos cuantos desarrollaron sus planes de negocio sobre la base de esas ayudas. Eso, para que se fíen del Gobierno.

Y ahora viene la pregunta del millón: si se van a recortar las ayudas a las renovables, el tipo de energía por el que apostó Zapatero en sus planes, ¿cuáles van a ser las fuentes de abastecimiento de electricidad? Porque los ciclos combinados, es decir, las centrales que producen electricidad quemando gas natural, no pueden seguir creciendo así como así, incrementando con ello la dependencia energética española del exterior y, además, de unas fuentes –el petróleo y el gas– cada vez más caras y cuya seguridad en el abastecimiento resulta cada vez más dudosa. Con las centrales hidráulicas, ya se sabe, depende de si llueve o no. Y con las térmicas de carbón a lo que estamos condenados es a una electricidad muy cara y altamente contaminante. ¿Qué queda entonces? Sobre el papel, la energía nuclear, pero claro, como este Gobierno ha dictado su sentencia de muerte, aunque sea a medio plazo, no se puede contar con ella mientras no rectifique o no llegue al poder otro partido que le enmiende la plana y actúe con lógica, devolviendo al átomo el protagonismo tan importante que debe de tener por ser una energía barata, limpia y cuyo abastecimiento está garantizado.

Recapitulando, el escenario energético que está dejando el Gobierno tras de sí es un verdadero caos. Ya no se sabe ni por qué energías apuesta ni las empresas energéticas saben a qué tienen que atenerse porque donde ayer se decía "digo", hoy se dice "Diego" y con efectos retroactivos.

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