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Emilio J. González

Economía de cartón piedra

The Economist ya habla de década perdida en España. Ojalá solo sea una década, porque el día en que los mercados decidan ser plenamente conscientes de que lo de nuestro país no es más que cartón piedra, nos vamos a enterar de lo que vale un peine.

Si tuviera que hacer un símil entre una película y la política económica de José Luis Rodríguez Zapatero, sin duda elegiría el film Mujeres en Venecia, de Joseph L. Mankiewicz. ¿Por qué? Porque todo lo que hace este Gobierno no es más que un engaño, una representación para ocultar la realidad y, para ello, entre otras cosas, construye escenarios de cartón piedra aparentemente lujosos pero que no son más que eso, escenarios para disimular la más absoluta pobreza; lo mismo hacía el protagonista de la película para evitar que se descubriera que vivía en la miseria mientras trazaba sus planes engañosos con el fin de tratar de salir de ella. ¿Un ejemplo? La decisión del Ejecutivo de que las entidades crediticias aplacen la actualización en sus balances del valor del suelo y los bienes inmuebles con que cuentan o que conforman garantías para préstamos hipotecarios y créditos al sector inmobiliario.

Si bancos y cajas tuvieran que valorar ahora esos activos a su precio real de mercado, incurrirían en fuertes pérdidas contables y tendrían que hacer importantes provisiones para cubrir el deterioro de ese valor, con lo cual no podrían dedicar todo el dinero que están destinando a la compra de las ingentes cantidades de deuda pública que está emitiendo el Gobierno. Es decir, el Ejecutivo pretende construir un escenario de cartón piedra en el sistema crediticio para ocultar la realidad, dar la impresión de que está mejor de lo que está y, de esta forma, seguir consiguiendo financiación abundante y barata porque se niega a hacer lo que hay que hacer para reducir el fuerte déficit público, esto es, recortar los gastos. En este sentido, Zapatero está demostrando una actitud verdaderamente preocupante. España está al borde de la suspensión de pagos y ZP trata de evitarlo a base de todo tipo de trucos y triquiñuelas, en lugar de hacer lo que tiene que hacer, que es gastar menos. Pero eso, por desgracia, es algo que va en contra de su personalidad y su ideología. Él quiere seguir tirando de chequera, aunque en la cuenta bancaria no haya más que telarañas y todo su afán es conseguir recursos como sea, con independencia de que esté colocando al país al borde del abismo. Y si para ello es necesario permitir que bancos y cajas hagan trampas con sus cuentas, no duda lo más mínimo en hacerlo.

Lo malo es que, con esta forma de actuar, jamás vamos a salir de la crisis, sino que nos vamos a hundir todavía más en ella. En primer lugar, porque todo esto no hace más generar desconfianza respecto a nuestro país y su sistema financiero. Los mercados ya sospechan que la realidad de muchos bancos y cajas no es como dicen sus directivos y se andan con muchas cautelas. No hay más que ver el comportamiento de la Bolsa española, que es la única europea que cae en lo que va de año debido, en buena medida, a la bajada de las acciones de los bancos. Y es que los inversores, poco a poco, se van marchando de nuestro sistema financiero, que hasta ahora se viene salvando del desastre porque el BCE todavía no ha empezado a cerrar el grifo del dinero barato. Pero el día que lo haga, que ahora se anuncia para octubre, nos vamos a enterar porque nadie va a encontrar recursos en los mercados y el Gobierno se las va a ver y se las va a desear para colocar la deuda.

Además, mientras bancos y cajas, sobre todo las segundas, no se vean obligadas a poner en orden sus cuentas, aquí no va a haber ni fusiones, ni nada de nada, sino que todo el mundo va a tratar de seguir adelante por su cuenta, agrandando todavía más el problema en lugar de ponerse a resolverlo. Y el día que estalle, el desastre puede ser monumental, sobre todo porque el Gobierno no está dejando al Banco de España, que de esto de crisis bancarias y como gestionarlas sabe mucho, hacer lo que tiene que hacer. Con todo ello, lo único que se está consiguiendo es agravar la crisis y prolongar su duración. The Economist ya habla de década perdida en España. Ojalá solo sea una década, porque el día en que los mercados decidan ser plenamente conscientes de que lo de nuestro país no es más que cartón piedra, nos vamos a enterar de lo que vale un peine.

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