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Emilio J. González

El marketing del paro

Ante la ausencia de reformas estructurales en los últimos cuatro años, la economía española no está preparada para continuar en la senda del crecimiento y la creación de empleo ante las circunstancias adversas que se avecinan

Por mucho que se empeñe el Gobierno, los datos de paro correspondientes a septiembre no son nada buenos. Es verdad que la cifra de desempleados se reduce, frente al crecimiento tan inusitado como inesperado que registró en agosto, pero la cuestión de fondo, que es la tendencia al incremento del desempleo, sigue latente y sin corregirse.

Al Gobierno le supuso un problema aquellas malas cifras de agosto porque se producían en los meses previos a unas elecciones generales a las que el Ejecutivo concurre después de cuatro años de inexistencia de política económica y de ausencia de reformas estructurales. Eran una de las primeras pruebas de que, por mucho que diga Zapatero, en la economía española las cosas no están nada bien, en parte por circunstancias internacionales, pero también porque los socialistas se han dedicado a vivir de las rentas que dejó el PP y ahora resulta que dichas rentas pueden agotarse antes de que llegue el momento de rendir cuentas ante los ciudadanos en las urnas. Así es que los nervios empiezan a cundir y los especialistas en marketing político empiezan a trabajar a fondo en la imagen del Gobierno y en la transmisión del mensaje de que aquí no pasa nada.

La realidad, sin embargo, es que sí que pasa. Septiembre ha dado un respiro al deterioro de la situación laboral, pero no ha cambiado la tendencia de fondo. De esta forma, el mes pasado hubo 50.000 parados registrados más que en el mismo periodo del ejercicio anterior, lo que ya de por sí matiza los mensajes de optimismo que se están lanzando desde el ámbito de Caldera y su equipo. Además, la contratación ha caído con respecto a septiembre de 2006. En consecuencia, aunque el balance final entre altas y bajas se salda de forma positiva, esto es, con una reducción del número de parados, el análisis detallado de las cifras y su composición indica claramente que hay mar de fondo, y no precisamente bueno.

Conviene recordar que todo esto se produce en un momento en que los distintos indicadores están hablando de parón en la construcción, hasta ahora el motor del crecimiento económico, a los que se suman datos también que hablan de frenazo en seco del consumo, por ejemplo, la caída del 7% en las ventas de automóviles. El clima económico, por tanto, no invita precisamente al optimismo y eso se refleja en la tendencia del paro.

Las cosas, además, no parece que vayan a cambiar de la noche a la mañana. Las subidas de tipos de interés del Banco Central Europeo empiezan a poner contra las cuerdas a todas aquellas familias que se endeudaron hasta las cejas para adquirir una vivienda. Hoy, la letra del piso supone, por término medio, cien euros más que hace un año y 160 más que hace dos. Además hay que añadir el impacto tanto del encarecimiento del petróleo y el gas como de los alimentos, todo lo cual resta capacidad de consumo a los ciudadanos y alimenta una inflación en la zona del euro que acabará por exigir más subidas de tipos o, al menos, impedir que éstos bajen. La preocupación por las consecuencias de lo que pueda hacer el BCE en los próximos meses ya se siente en los ámbitos empresariales, que ven con preocupación el futuro como consecuencia del encarecimiento de la financiación de la economía y sus repercusiones sobre un euro fuerte que empieza a amenazar las exportaciones de la zona euro y su crecimiento económico. Así es que el panorama, lejos de despejarse, se presenta cada vez más cargado de densos nubarrones negros.

Todo esto explica la tendencia de fondo de las cifras de desempleo y la razón por la cual no es previsible que vaya a cambiar de dirección a corto plazo, sino todo lo contrario. Ante la ausencia de reformas estructurales en los últimos cuatro años, la economía española no está preparada para continuar en la senda del crecimiento y la creación de empleo ante las circunstancias adversas que se avecinan, que podrían agravarse como consecuencia de la crisis internacional de las hipotecas. Esta es la realidad del paro que el ministro Caldera no puede ocultar, por mucho marketing político que se haga ahora.

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