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Emilio J. González

El órdago soberanista de Mas

Los españoles ya no podemos seguir admitiendo chantajes y más chantajes de los nacionalistas catalanes.

En un intento a la desesperada por tratar de conseguir el pacto fiscal, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha lanzado un órdago soberanista ante el que Rajoy debe mantenerse firme y sin titubear en la negativa a conceder a Cataluña ese trato de privilegio con relación al resto de España. A estas alturas de la película, los españoles ya no podemos seguir admitiendo chantajes y más chantajes de los nacionalistas catalanes, y más cuando lo que subyace detrás de todo el asunto del pacto fiscal es la incapacidad del presupuesto catalán de allegar los recursos suficientes para financiar los servicios públicos y, además, todos los gastos vinculados o con el nacionalismo o con el clientelismo político que ha mantenido a CiU tantos años en el poder. Es más, lo que hay que hacer a partir de ahora es empezar a desvelar todo aquello que los dirigentes nacionalistas ocultan a la población catalana cuando hablan de que la independencia no solo no tendría coste para Cataluña sino que, incluso, sería una bendición. La negación más obvia de esta línea de pensamiento es que si las cosas fueran, en efecto, como dicen Mas y sus corifeos, Cataluña hace tiempo habría intentado claramente dejar de ser parte de España.

Pero concretemos por qué las cosas no son como dicen los convergentes.

Primero, la cuestión de la Unión Europea. Mas amenaza con que Cataluña se independizará de España y añade que, en ese caso, el Principado seguiría siendo parte de la UE. Nada más lejos de la verdad. La normativa comunitaria es muy clara al respecto: quien se independiza de un país, sale también de la UE; precisamente porque nadie quiere que se produzcan los movimientos secesionistas con que sueña el señor Mas.

¿Qué implica separarse de España y, por tanto, de la UE? Pues la pérdida de las ayudas europeas a la agricultura catalana, que tanto se beneficia de ellas, y, sobre todo, la reaparición de los aranceles con España y con la UE. Dicen los seguidores de Mas que esto último no tiene importancia, porque aprendieron la lección después del boicot al cava y diversificaron sus ventas a través de las exportaciones. Pero lo cierto es que para la mayor parte de las empresas catalanas el mercado español sigue siendo su primer destino, y no digamos ya si de lo que hablamos es del mercado comunitario. Con la independencia, ya pueden decir adiós a todo eso. A todo eso y a las multinacionales instaladas en Cataluña para poder acceder desde allí al resto del mercado español, porque se irán a las primeras de cambio; si no lo han hecho ya, que muchas lo han hecho. ¿De qué va a vivir entonces una importante parte del sector empresarial catalán, especializado en producir bienes y servicios para dichas multinacionales? En consecuencia, a la independencia le va a seguir la ruina económica y una gravísima crisis social.

Con lo de seguir con el euro sucede tres cuartos de lo mismo. De acuerdo con la normativa comunitaria, ningún Estado que no forme parte de la UE puede emplear el euro como moneda propia si no lo ha acordado así con la Unión; aquí hay muchos considerandos de gran importancia, desde el impacto sobre la política monetaria del BCE a las obligaciones del mismo para con esos Estados, pasando por la posibilidad de falsificación de monedas y billetes. A una Cataluña independiente la UE le puede prohibir utilizar el euro, y entonces Cataluña tendría un problema con la gestión de su moneda. Pero, incluso aunque se lo autorizase, el declive económico que padecería podría ser tan grande que, al final, la propia Cataluña podría no aguantar la convivencia con una moneda fuerte, al igual que les ha sucedido a Grecia y a Portugal.

Todo esto, y mucho más, es lo que tiene que perder Cataluña si se marcha de España. Por ello, Rajoy debe mantenerse firme ante el órdago soberanista de Mas.

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