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Emilio J. González

El salto exterior de los bancos

al Santander le está sentando muy bien el salto al exterior, a pesar de las dudas que suscitó su apuesta por Latinoamérica a mediados de la década de los noventa, una apuesta arriesgada pero fructífera y que ha equilibrado tras la compra del Abbey

Los dos grandes bancos españoles, el Santander y el BBVA, acaban de presentar sus resultados correspondientes a la primera mitad del año, y les ha ido bastante bien. Prueba de ello es la evolución de la cotización de sus respectivas acciones. El BBVA ha visto como el precio de sus títulos rompía la barrera de los 13 euros mientras que los del Santander superaban el techo de los 10 euros. Si las cosas irán o no a mejor en lo que resta de ejercicio, el tiempo lo dirá. Lo que sí se puede afirmar hoy es que los beneficios obtenidos por ambas entidades en los seis primeros meses de 2005 justifican una evolución positiva de las respectivas cotizaciones, una marcha en la que el negocio internacional de los dos bancos juega un papel muy importante.
 
En el caso del Santander destaca, sobre todo, la buena digestión que está haciendo de la compra del Abbey National Bank. Los hombres de Emilio Botín llevan tan sólo unos pocos meses gestionando la entidad británica y ya empiezan a enderezar la situación. Probablemente, lo que mejor refleja lo que está ocurriendo con el Abbey son las palabras del consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, quien, en el transcurso de la presentación de resultados manifestó que “Abbey era un avión con el morro hacia abajo y ya hemos conseguido estabilizarlo”. Eso en unos pocos meses y con una estabilización que hace que la entidad crediticia británica aporte cada vez más a los resultados del Santander y en una tendencia creciente, dentro de un proceso de asimilación que el Santander calculó en dos años y que, por ahora, marcha según lo previsto. Y en cuanto a Latinoamérica, no hay mucho más que decir excepto que sigue siendo una fuente importante de crecimiento de los ingresos y los beneficios del grupo, pero eso ya no es ninguna novedad. Así es que al Santander le está sentando muy bien el salto al exterior, a pesar de las dudas que suscitó su apuesta por Latinoamérica a mediados de la década de los noventa, una apuesta arriesgada pero fructífera y que ha equilibrado tras la compra del Abbey.
 
Con el BBVA ocurre lo mismo. El negocio exterior tiene cada vez más peso en los resultados del banco y en su evolución. Como en el caso del Santander, su apuesta internacionalizadora se centró en Latinoamérica y al banco, en cierto modo, se le critica por ello debido a lo expuesto que se encuentra a los riesgos de una zona económica y políticamente menos estable que Europa. Este fue uno de los motivos por los que la entidad que preside Francisco González se embarcó en la que luego resultó fallida operación de adquisición de la italiana Banca Nazionale del Lavoro (BNL), una operación destinada a equilibrar su balance como ha hecho el Santander con el suyo a través de la adquisición del Abbey. Sin embargo, a esa crítica hay que ponerle algunos peros. El primero es que el margen de beneficios de las actividades bancarias en Latinoamérica del BBVA es muy superior al que pueden obtener los bancos en Europa. El segundo es que, si bien BBVA no cuenta con una presencia destacada en el Viejo Continente para equilibrar los riesgos en su balance de América Latina, sí cuenta con ella en Estados Unidos, lo que supone una gran ayuda en este sentido y hace que las diferencias al respecto con el Santander sean mucho menos marcadas de lo que parece en un principio puesto que, si bien toda América es área dólar y, por consiguiente, lo que suceda al sur del río Grande está muy influido por lo que pase al norte, también hay que tener en cuenta que la libra esterlina es una moneda mucho más vinculada con el dólar que con el euro, con lo cual, y desde esta óptica, los riesgos para ambos bancos son más o menos similares.
 
Precisamente, esa dependencia que tienen los resultados de Santander y BBVA de lo que suceda en países con monedas muy vinculadas al dólar hace que las perspectivas de negocio hoy sean mejores. Desde el fallido referéndum francés, en el que los galos dijeron “no” a la Constitución europea, el euro ha entrado en una fase de debilidad frente al dólar que tiene poco de coyuntural y mucho de estructural. Esa debilidad supone que, al trasladar a euros los beneficios obtenidos por nuestros dos grandes bancos en el exterior, éstos sean mayores en términos de nuestra divisa. Los resultados de los dos bancos ya lo están reflejando; la cotización de sus acciones empieza a hacerlo.

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