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Emilio J. González

Keynes resucitado

Este fin de semana han empezado a sonar campanadas en ciertos ámbitos políticos y periodísticos. Por lo visto, el motivo de los fastos es que el PSOE tiene un programa electoral atractivo, liberal, interesante y demás adjetivos positivos. Sin embargo, antes de empezar a repicar, sería mejor sacar la calculadora para comprobar, una vez más, que dos y dos son y siguen siendo cuatro por mucho que la política sea el arte de lo posible.
 
El sábado, los socialistas se descolgaron con su propuesta fiscal, que incluye una bajada importante de los tipos del IRPF y una subida de la tributación de las ganancias de capital, y empezaron las celebraciones. Pero vayamos con cuidado, porque una cosa es tomar una copa de vino y otra muy distinta emborracharse. Desde luego hay que felicitar al PSOE por apuntarse a las bajadas de impuestos. Nada hay más saludable para la buena marcha de la economía y para la libertad de las personas de disponer del fruto de sus esfuerzos como quieran que la reducción de la presión fiscal. Sin embargo, una cosa es recortar los tipos del Impuesto sobre la Renta y otra muy distinta es que, con ello, vaya a bajar el IRPF. Todo depende del tratamiento que se dé a las deducciones y exenciones, que puede resultar, efectivamente, en la bajada que se presume o en que todos acaben pagando más.
 
Donde la cosa empieza a ponerse más peliaguda es en eso de incrementar la tributación de las ganancias de capital. La mera formulación de semejante propuesta recuerda inevitablemente a los postulados de la izquierda del siglo XIX que dividía a la sociedad decimonónica en dos grupos: los ricos capitalistas por un lado y los pobres trabajadores por otro. Si alguna vez esto ha sido así, cosa que dudo porque también existía y existe la clase media, hoy desde luego no es el caso. Las ganancias de capital no son ya patrimonio exclusivo de los económicamente más pudientes. Por el contrario, toda la sociedad disfruta de ellas. Un simple dato lo atestigua. En España, en estos momentos, hay ocho millones de personas (la gran mayoría cabezas de familia) que tienen sus ahorros colocados en Bolsa, bien directamente, bien a través de los fondos de inversión y los planes y fondos de pensiones. La subida de la imposición sobre las ganancias de capital en quien repercute es, precisamente, en ellos, ya que los ricos colocan su dinero en sociedades patrimoniales domiciliadas generalmente en el paraíso fiscal de Luxemburgo y, por tanto, no se ven afectados por este tipo de medidas.
 
Pasemos al domingo, concretamente al apartado educativo. Está muy bien que el PSOE se preocupe por esta cuestión, dada la baja calidad de la enseñanza en nuestro país. La cuestión es si la propuesta de los socialistas de aumentar a doce las horas diarias de colegio y el periodo lectivo a once meses implica más horas de clase y estudio y la inclusión de actividades importantes como la enseñanza de música a los niños o si ese tiempo se dedicará a otras cosas. Pero la cuestión clave vuelve, otra vez, a ser económica. ¿De dónde va a salir el dinero para pagar esa ampliación de horarios, para contratar a profesores de idiomas nativos, para reducir el número de alumnos por clase, para poner en los colegios un ordenador por cada dos niños? ¿Y para financiar las becas prometidas o la gratuidad de los libros? Todas estas propuestas, por interesantes que puedan resultar, cuestan dinero y si no se recortan otras partidas del gasto público para financiar estas iniciativas, el resultado es la vuelta al déficit presupuestario.
 
Quizá aquí es donde está la clave de todo. Los socialistas siempre han sido complaciente con cierto desequilibrio en las cuentas públicas, siempre que no llegue a superar el límite del 3% establecido en el Pacto de Estabilidad, si es que el Pacto todavía sirve para algo. A esa complacencia ahora se suma la intención de volver al déficit si las circunstancias políticas así lo requieren. Esta actitud recuerda mucho a la política fiscal propugnada por Keynes en su ‘Teoría general’, que dio lugar en el siglo XX a la invasión por parte del Estado de todos los ámbitos económicos y sociales. ¿Estos son los “vientos liberales” que empiezan a soplar en el PSOE?

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