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Emilio J. González

Las alarmas se disparan

Zapatero parece pensar que basta con que desee que el Euribor no suba para que deje de hacerlo.

Hace unas pocas semanas, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, criticaba abiertamente al presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, por unas declaraciones en las que avanzaba una próxima subida de tipos para combatir la inflación en la zona  del euro. Los datos de precios correspondientes al mes de junio, con una subida del 5,1 por ciento interanual no sólo dan y quitan razones, sino que dejan en evidencia al discurso y a la política económica del Gobierno.

Zapatero insistía en que Trichet no debería decir lo que dijo, con un mensaje subliminal en el sentido de que debería abstenerse de tocar los tipos de interés teniendo en cuenta los problemas de crecimiento económico, así como los relacionados con las hipotecas, que están experimentando España y los españoles. Pero es que las circunstancias no son como para andarse con chiquitas con esto de la inflación. El petróleo vuelve a estar en máximos históricos, los alimentos siguen subiendo y si ahora se adoptase una política monetaria diferente a la de subir tipos, los problemas se agigantarían. Si España ya está en una situación delicada con una inflación del 5,1 por ciento y, probablemente, ya en recesión, no contener ahora la escalada de los precios agravaría todavía más las cosas. El discurso de Zapatero, por tanto, carece de sentido, de lógica, no se adapta a lo que está ocurriendo ni por asomo.

Por supuesto, la inflación en la eurozona, que es lo que le importa al BCE, cuenta con unos responsables a los que se puede identificar perfectamente con nombres y apellidos. Se llaman petróleo y alimentos. Pero si se analiza la aportación de cada país a la inflación del conjunto de la eurozona, la española es la que más está deteriorando esas cifras agregadas. Sin embargo, el Gobierno no está haciendo nada para contener la inflación, sino todo lo contrario. El incremento del gasto presupuestario y del déficit público previstos para el año que viene echan más leña al fuego, en España y en la zona euro. Y luego Zapatero se queja del BCE, cuando él y el Ejecutivo que presiden tienen su cuota de responsabilidad en la más que probable subida de tipos que el BCE lleve a cabo a primeros de julio.

Las cosas con la inflación, desde luego, no están para bromas. Así lo entienden los mercados financieros, quienes, previendo un escenario de precios bastante negativo, ya han llevado al Euribor, el tipo de interés de referencia para los créditos hipotecarios, al entorno del 5,4 por ciento. Esto lo hacen los mercados a la luz de los datos económicos, no Trichet con sus palabras, le pese lo que le pese a Zapatero. Lo que pasa es que, probablemente, nuestro presidente del Gobierno no quiere ver la realidad, por mucho que le puedan decir lo contrario tanto su flamante Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno como su vicepresidente económico, Pedro Solbes. Zapatero parece pensar que basta con que desee que el Euribor no suba para que deje de hacerlo. Pero las cosas en la vida real son muy distintas y obedecen a reglas claras y perfectamente conocidas. El Euribor no sube porque Trichet haya dicho que el BCE va a incrementar los tipos de interés; sube porque en la eurozona hay un problema real de inflación, y si a Zapatero no le gusta lo que tiene que hacer es aplicar las recetas que son de sobra conocidas para reducir el ritmo de crecimiento de los precios en España y contribuir con ello a que suceda lo mismo en el conjunto de la eurozona. 

A Zapatero le preocupa tanto el crecimiento económico como la situación de las familias que soportan una hipoteca. A él y a todos. Pero la mejor contribución que podría hacer por ambos es empezar a desplegar una verdadera política económica para afrontar la crisis. Sin embargo, ni lo está haciendo ni parece que tenga la menor intención de hacerlo, al menos por ahora. No es de extrañar, por tanto, que la confianza de los consumidores se haya desplomado hasta los niveles de 1995, cuando la situación económica era poco menos que desastrosa. Esa caída de la confianza afecta de forma negativa al crecimiento porque los ciudadanos optan por no gastar y ahorrar lo que buenamente puedan ante las incertidumbres que rodean su futuro económico y laboral.

Si Zapatero quiere relanzar el crecimiento, tendrá que empezar por tomar medidas que generen confianza, entre ellas las relativas a la inflación para que las familias no se vean mes a mes cada vez más ahogadas como consecuencia no solo de una letra del piso cada vez más onerosa, sino también de unos precios que están mermando con suma rapidez su capacidad de gasto y, en consecuencia, su bienestar y su confianza en el futuro de la economía. No hay otra ni se puede esperar más tiempo porque los últimos datos de precios han hecho saltar todas las alarmas.

En Libre Mercado

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