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Emilio J. González

Las poco frecuentes críticas de Botín

Al aprobar Zapatero el plan de compra de acciones de entidades en dificultades, el presidente del Gobierno mete a todas, injustamente, en el mismo saco cuando buena parte de ellas no deben estar dentro de él.

Son raras las ocasiones en las que Emilio Botín manifiesta en público sus opiniones acerca de lo que dice o hace el Gobierno. Pero cuando habla, el presidente del Santander lo hace con toda la claridad que demandan las circunstancias. Botín acaba de decir que la banca española no necesita que el Gobierno compre sus acciones lo que, viniendo del primer ejecutivo de uno de los bancos más importantes del mundo al estar en todas las para rescatar a entidades extranjeras, tiene una gran relevancia: por quien lo dice y por cuando lo dice.

Zapatero se apuntó rápidamente y sin pensar a las medidas acordadas por los dirigentes de la Unión Europea para salvar a sus respectivos sistemas crediticios del huracán financiero que asola ambos lados del Atlántico. El presidente del Gobierno quiso, así, dejar bien claro a todo el mundo que, lejos de permanecer de brazos cruzados ante la que está cayendo en la economía financiera y en la real, actúa. El problema es que lo hace sin pensar, copiando ideas de otros que no necesariamente son las soluciones que se precisan en estos momentos en nuestro país. Porque nuestro problema no es el de salvar al sistema financiero, sino el de afrontar una crisis en la economía real que se adivina larga, dura y profunda. Por ello, apuntarse al carro de las medidas para salvar bancos, como ha hecho Zapatero de forma tan precipitada, para lo único que sirve es para sembrar todo un mar de dudas acerca del estado de salud de nuestras entidades crediticias. Un estado que, teniendo en cuenta las circunstancias en otros países avanzados, se puede calificar de razonablemente bueno. Un punto en el que el presidente del Gobierno, precisamente, insistió por activa y por pasiva. Por eso no deja de resultar sorprendente que ahora se apunte el primero a tomar medidas que aquí no se necesitan. Con ello hace un flaco favor a la banca porque da la sensación de que, en su momento, ZP no dijo la verdad, como ya hizo con la crisis, y que por estos pagos las cosas están bastante peor de lo que parece. Ello perjudica innecesariamente a bancos como el Santander o el BBVA, que están saneados y lo han hecho bien. En consecuencia, es lógico que Botín critique en este sentido al presidente del Gobierno.

Por supuesto, aquí nadie va a negar que haya entidades con problemas. Algún que otro banco está pagando los excesos del crédito al sector inmobiliario, pero tiene capacidad para salir adelante. Donde de verdad reside el problema es en las cajas de ahorros, sobre todo en las pequeñas y medianas, ahogadas por impagos derivados de la crisis inmobiliaria y del aumento del paro, asfixiadas por la sequía de préstamos que reina desde hace tiempo en el mercado interbancario y sin capacidad para solventar sus problemas por sí solas, debido a su escaso tamaño y a la falta de activos que vender para sanear su balance. Pero las cajas de ahorros no son bancos privados, sino entidades que siguen bajo el control político a través de los representantes de los Gobiernos regionales y locales en sus consejos de administración y a través de las facultades con que cuentan las comunidades autónomas para hacer y deshacer a su gusto. En consecuencia, porque una parte del sector crediticio tenga problemas, no quiere decir que todo el sector esté contaminado, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, Reino Unido y otras naciones de la Unión Europea. Sin embargo, al aprobar Zapatero el plan de compra de acciones de entidades en dificultades, el presidente del Gobierno mete a todas, injustamente, en el mismo saco cuando buena parte de ellas no deben estar dentro de él.

Lo que Zapatero debería haber hecho era seguir insistiendo en su mensaje de que el sistema financiero español es sólido y solvente (lo que es cierto) y explicar que, aún así, hay algunas entidades con problemas, pero que estos son manejables. No obstante, ha querido actuar de otra forma, pudiendo perjudicar a quien nada tiene que ver con esta película. Además, como el Gobierno insistió tanto en que aquí no había una sola entidad con problemas, cuando sí existían, ahora le resulta difícil decir lo contrario. Por ejemplo, en todo el proceso de reordenación del mapa de cajas de ahorros, derivado de las dificultades que tienen algunas de ellas, del que Zapatero acaba de empezar a hablar, lo primero que tendría que haber hecho era empezar por reconocer las cosas en su momento y, a partir de ahí, trazar un plan, esa hoja de ruta que le demanda Botín, para arreglar las cosas. Pero entre el optimismo antropológico del Gobierno, su negativa a ver las cosas como son cuando no le gustan, a no hablar de ellas y el no prepararse para la crisis, el resultado es la improvisación permanente y a destiempo. Con razón Botín, hombre que no suele saltar a la palestra de los debates públicos, critica a Zapatero. Y es que al presidente del Santander le va mucho en esta cuestión.

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