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Emilio J. González

Las pulgas de Zapatero

La coalición catalanista ya salvó el año pasado in extremis al Gobierno de Zapatero y su presupuesto para ver después cómo los socialistas catalanes les traicionaban y les dejaban fuera de la Generalitat para reeditar el tripartito.

La decisión de Esquerra Republicana de Catalunya de no apoyar los presupuestos para 2007 abre un nuevo periodo de incertidumbre para la economía de nuestro país que no se resolverá, como pronto, hasta que se celebren las próximas elecciones generales. Ya no se trata solo de que el proyecto de presupuestos de Solbes no vaya a destinar a Cataluña el 18,8% de la inversión estatal, tal y como establecía el nuevo estatuto catalán –algo que nunca gustó a Solbes–, sino de una crisis más profunda entre los socialistas y ERC que tiene como telón de fondo el conjunto de la política catalana y acarrea consecuencias más serias para el Ejecutivo. Es aquello de que, a perro flaco, todo son pulgas.

Zapatero, por ahora, sólo cuenta con el respaldo parlamentario de Izquierda Unida para sacar adelante los presupuestos, un apoyo cargado de exigencias de gasto público que los presupuestos no pueden asumir así como así. En consecuencia, al Gobierno no le queda más remedio que volver de nuevo la vista a los partidos nacionalistas. La cuestión es si éstos van a aceptar respaldarle y a qué precio.

Para el PNV, las monedas de cambio pueden no ser de naturaleza presupuestaria, sino adoptar una forma distinta. Por ejemplo, ahora que se están negociando los acuerdos de Gobierno en aquellas autonomías y corporaciones locales en las que las últimas elecciones autonómicas y municipales no han arrojado una mayoría absoluta ni para el PP ni para el PSOE, una de las cosas que los nacionalistas vascos van a poner encima de la mesa de negociaciones con toda seguridad es la fusión de las tres cajas vascas. La unión de BBK, Kutxa y Caja Vital fue frenada en 2005 por la negativa del PP a que la caja de ahorros alavesa se integrase en un proyecto destinado a dar al PNV el control de las tres entidades vascas.

Con CiU, las cosas son mucho más complicadas. La coalición catalanista ya salvó el año pasado in extremis al Gobierno de Zapatero y su presupuesto para ver después cómo los socialistas catalanes les traicionaban y, en lugar de respaldarles para hacerse con el Gobierno de la Generalitat, tal y como habían acordado, les dejaban fuera del mismo para reeditar el tripartito. Ahora, CiU podría devolverles la jugada, como hizo en 1996 cuando provocó la caída del Gobierno de Felipe González con su negativa a apoyar el presupuesto. Pero los convergentes también podrían optar por forzar a Zapatero a realizar importantes concesiones, presupuestarias y de otra índole a Cataluña a cambio de los votos de CiU, concesiones que la coalición catalanista utilizaría como arma política de cara a las próximas elecciones generales con el fin de ganar votos sobre los socialistas. La posición de CiU aún está por aclarar, pero no cabe duda de que, si finalmente se olvidan de la traición del PSOE y optan por apoyar sus presupuestos, el precio a pagar será muy elevado.

En este escenario, cualquier cosa puede ocurrir en torno a los presupuestos. Zapatero, por ejemplo, puede optar por alcanzar acuerdos a cualquier precio, hipotecando de esta forma el futuro de la economía, con tal de no dar su brazo a torcer y agotar la legislatura sin verse obligado a concurrir a las próximas elecciones generales con un golpe político de la importancia de ver rechazado el presupuesto. Ese rechazo, en cambio, es lo mejor que podría ocurrir en estos momentos. Además de evitar las onerosas facturas de los nacionalistas, conduciría a un superávit en las cuentas públicas mucho mayor del previsto por el Gobierno, algo que resulta del todo punto necesario para reducir el diferencial de inflación con la UE y frenar el deterioro de la competitividad.

Sin embargo, no es preciso llegar a esos extremos. Basta con que Zapatero adelante las elecciones para acabar con todo tipo de especulaciones acerca de las cuentas públicas y su contenido, para cercenar de raíz cualquier petición a cambio de apoyos parlamentarios que puedan poner en peligro los logros presupuestarios de los últimos once años. La verdadera cuestión, por tanto, estriba en si en Zapatero va a predominar la sensatez o el empecinamiento. Esta es la clave para todo lo que tiene que venir en los próximos meses en materia económica.

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