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Emilio J. González

Lehman Brothers nos pone contra las cuerdas

La quiebra de Lehman Brothers va a desencadenar un efecto dominó que afectará a todas aquellas entidades crediticias con las que tenía suscritas líneas de financiación, poniéndolas también en una situación difícil

La espectacular quiebra de Lehman Brothers, la mayor de la historia, supone una mala noticia para la economía española, inmersa como está en su particular vía crucis de crisis financiera, estallido de la burbuja inmobiliaria y un Gobierno que no hace nada para resolver las cosas. Y es una mala noticia por las consecuencias que puede tener sobre las entidades crediticias de nuestro país y sobre la financiación de nuestra economía.

Lehman Brothers ha tenido que acogerse al capítulo 11 después de que fracasaran los intentos de venta del cuarto banco de inversión de Estados Unidos, primero al británico Barclays y luego a Bank of America. Este último decidió finalmente adquirir Merrill Lynch, otro de los grandes de Wall Street para los que la crisis de las hipotecas de alto riesgo ha supuesto todo un torpedo en plena línea de flotación. En ese mismo grupo estaba Lehman Brothers, que, después de ser el mayor inversor en ese tipo de productos financieros, se ha encontrado con una deuda de 618.000 millones de dólares a la que no ha podido hacer frente y le ha llevado hasta las puertas del juzgado de quiebras de Manhattan.

Todo esto constituye una mala noticia para la economía española por varios motivos. En primer lugar, ha puesto nuevamente a las entidades de crédito españolas en el punto de mira de los inversores, que van a tardar un tiempo en distinguir entre aquellas entidades que están saneadas y las que no. El desplome bursátil que está registrando el sector bancario así lo atestigua, pero eso no es lo peor para el sistema financiero español. Lo peor es que los bancos medianos y las cajas de ahorros pequeñas y medianas están cargados de créditos relacionados con la actividad inmobiliaria que los coloca nuevamente en el ojo del huracán, porque hasta que los mercados hagan la digestión de todo cuanto está ocurriendo con Lehman Brothers y Merrill Lynch va a pasar tiempo y no van a querer saber nada de nadie que tenga que ver con créditos al sector inmobiliario o con créditos hipotecarios.

Si todo quedara en eso, el sector financiero español podría capear razonablemente bien el temporal. Pero todo hace pensar que la quiebra de Lehman Brothers va a desencadenar un efecto dominó que afectará a todas aquellas entidades crediticias con las que tenía suscritas líneas de financiación, poniéndolas también en una situación difícil y provocando una escasez aún mayor de financiación en los mercados internacionales. Y lo malo es que los bancos y las cajas españoles necesitan captar recursos fuera de nuestras fronteras porque el ahorro en nuestro país no basta, como demuestra un déficit exterior equivalente al 10% de nuestro PIB, el mayor del mundo, que expone plenamente a la economía española a los golpes de la crisis financiera internacional.

Nuestras entidades crediticias no solo necesitan de recursos para continuar con sus actividades, sino también para no tener problemas como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria y del aumento de la morosidad de las familias. Esos recursos ya venían escaseando porque a los mercados les producía alergia todo lo que tuviera que ver, de una u otra forma, con el sector inmobiliario. Esa alergia se va a disparar en las próximas semanas. Todo esto, además, coincide en el tiempo con la decisión del Banco Central Europeo de endurecer las condiciones para que las entidades financieras puedan acceder a los créditos del BCE, que, durante los últimos años, han permitido a las entidades españolas obtener grandes cantidades de recursos a tipos de interés tres puntos por debajo de los del mercado con los que han financiado los créditos hipotecarios, los préstamos a los promotores y el crédito al consumo. Eso se ha acabado y ahora les toca afrontar un periodo de dificultades más que serias, que se agravan con lo que acaba de suceder en Estados Unidos. Como consecuencia de ello, aquí alguien, con toda probabilidad, lo va a pasar bastante mal y, por desgracia, lo más probable es que no sean uno ni dos.

Todo ello afecta de forma muy negativa a la economía española. Sin acceso a la financiación, muchas de las inmobiliarias que aún subsisten no van a poder sobrevivir; las empresas difícilmente van a poder encontrar financiación para sus actividades, lo que va a colocar a más de una en serios aprietos. Y todo ello, al final, redundará en un agravamiento de la crisis económica y del problema del paro.

Por último, no cabe duda de que la quiebra de Lehman Brothers y todas sus secuelas van a afectar a la economía estadounidense, reduciendo su crecimiento, y a la mundial, no sólo porque los norteamericanos siguen siendo la locomotora de la actividad productiva internacional sino porque, probablemente, los países emergentes que habían invertido en activos estadounidenses van a ver seriamente dañadas sus inversiones y eso también les va a afectar. En consecuencia, la crisis financiera internacional va a trasladarse a la economía real a escala mundial y, con ello, va a poner las cosas aún peor para la economía española, no sólo porque necesita financiarse en el exterior, sino porque nuestro principal sector económico, el turismo, depende sobremanera de lo que ocurra más allá de nuestras fronteras. Mientras tanto, Zapatero sigue sin hacer nada para afrontar la crisis. Así nos va a ir. Y eso que hace un año el presidente del Gobierno decía que a España no le iba a afectar la crisis de las subprime.

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