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Emilio J. González

Los mercados no se dejan tomar el pelo

Varios bancos internacionales ya dijeron que sus cálculos arrojan un número de millones considerablemente superior, hasta 180.000 millones de euros

¿A quién trata de engañar Zapatero? A estas alturas de la crisis, y con un largo historial tras de sí de intentos de maquillar una y otra vez la realidad, el presidente del Gobierno debería saber que con los mercados no se juega, y mucho menos cuando ya ha tratado de engañarlos en otras muchas ocasiones y siempre han acabado por cogerle en renuncio. A ZP ya le tienen más que calado y no es que no le concedan el menor margen de confianza: es que ya empiezan a escrutar sistemáticamente cualquier anuncio, cifra o declaración que tenga que ver con la crisis para saber si, de una vez por todas, se está diciendo la verdad en cuanto a la situación y en cuanto a las medida para enderezarla o si, por el contrario, continúa con su estrategia de, por un lado, maquillar la realidad y, por otro, decir que va a hacer y que todo quede ahí.

Después de que el pasado lunes la vicepresidenta económica, Elena Salgado, convocara una rueda de prensa de urgencia a media tarde para presentar el plan del Gobierno para sanear el sector financiero, lo lógico hubiera sido que, al día siguiente, la bolsa española subiera como un cohete y la prima de riesgo recibiera un buen impulso a la baja. Lo que ocurrió, sin embargo, fue todo lo contrario: el mercado de valores cayó, arrastrado por los bancos, y la prima de riesgo, que llevaba varias semanas reduciéndose, empezó nuevamente a subir. El dictamen de los mercados fue claro: dudan nuevamente de Zapatero. ¿Por qué? Por dos razones fundamentales que tienen que ver con los acontecimientos de política económica que se están desplegando esta semana. Comencemos por las finanzas.

La ministra Salgado dijo que las cajas de ahorros españolas no iban a necesitar más de 20.000 millones de euros para completar su saneamiento. Esa cifra, sin embargo, no es casual; es la misma a partir de la cual la agencia de calificación Fitch estima que el saneamiento de aquellas entidades crediticias tiene repercusiones presupuestarias negativas. Así es que Salgado trató de convencer a unos y a otros de que, en el peor de los casos, la operación de salvamento de las cajas no iba a implicar un deterioro sensible de las finanzas públicas españolas. Lo malo para el Gobierno es que, a estas alturas, todo el mundo hace sus propias cuentas acerca del coste real de dicha operación y a nadie le sale una cifra tan baja como la ofrecida por Salgado. Varios bancos internacionales ya dijeron que sus cálculos arrojan un número de millones considerablemente superior y ya hay quien en el computo ha empezado a incluir no sólo los activos inmobiliarios tóxicos, sino también la deuda pública asumida por las cajas, tanto la estatal como, sobre todo, la autonómica, y habla de hasta 180.000 millones de euros. Hasta el comisario europeo, Joaquín Almunia, ha manifestado que las necesidades de capital de las cajas españolas son, en realidad, muy superiores a lo que dice el Gabinete. Y, claro está, los mercados han vuelto a coger el palo al observar que el Gobierno vuelve a las andadas. Este miércoles, para tratar de arreglar las cosas, Salgado ha dicho que el ratio de capital que exigirá a las cajas será del 9% y hasta del 10%, cuando el lunes habló del 8%, con lo que los mercados han encontrado una nueva prueba de que el Ejecutivo pretende volver a tomarles el pelo.

Con el otro gran acontecimiento económico de la semana ocurre tres cuartos de lo mismo. Zapatero se comprometió con los mercados a reformar el sistema de pensiones, recalcando aquello de "me cueste lo que me cueste", y, además, puso como fecha límite este viernes para aprobar dicha reforma. La propuesta del presidente del Gobierno fue, ni más ni menos, ampliar a 67 años la edad de jubilación. La medida fue presentada como parte del programa de ajuste presupuestario, si bien, aunque la reforma de las pensiones es necesaria para el futuro de nuestra economía, no tiene nada que ver con el verdadero problema actual de nuestras cuentas públicas, que es un gasto considerablemente superior a lo que este país se puede permitir. Aun así, los mercados, que siguen preocupados por la solvencia de España, se tomaron el anuncio como un termómetro de la voluntad del Gobierno de acometer los duros ajustes que necesita nuestra economía para salir de la crisis. A fin de cuentas, lo de las pensiones era algo que iba contra la ideología de ZP y que le enfrentaría, sin lugar a dudas, tanto con los sindicatos como con buena parte de la población y, por tanto, servía para medir la temperatura reformista del Ejecutivo. Esa temperatura, sin embargo, cada vez es más baja. La ampliación de la edad de jubilación no será inmediata, sino que su entrada en vigor se pospone bastantes años. Ahora, también esa edad será ‘flexible’ porque hay que contentar a los sindicatos, con lo cual la medida queda completamente descafeinada. Es lo mismo que ha sucedido con la reforma laboral. Después de aprobar que las empresas podían despedir con una indemnización de 20 días por año trabajado si estaban en pérdidas, ahora el Ejecutivo quiere matizar, al dictado de los sindicatos, que las empresas sólo se podrán acoger a esa modalidad si las pérdidas son permanentes. Vamos, que el reformismo de Zapatero se caracteriza porque donde dijo digo ahora dice Diego. Y los mercados ya están alerta.

Para salir de la crisis, lo primero que tiene que hacer el Gobierno es restaurar la confianza de los inversores en la economía española. Sólo así las cajas podrán encontrar en los mercados recursos con que capitalizarse, tal y como desea Salgado; las empresas españolas podrán financiarse al mismo coste que sus rivales y el Ejecutivo no tendrá problemas para colocar la deuda pública a tipos de interés razonables hasta que se cierre el déficit presupuestario. Lo que está haciendo Zapatero invita, más bien, a la desconfianza plena. Luego se quejará cuando vuelvan a pintar bastos.

En Libre Mercado

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