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Emilio J. González

Medidas enérgicas

Un buen ejemplo lo tiene en lo que hizo Reagan con la huelga indefinida de los controladores aéreos: los despidió a todos y militarizó el servicio.

Un buen ejemplo lo tiene en lo que hizo Reagan con la huelga indefinida de los controladores aéreos: los despidió a todos y militarizó el servicio.

Mariano Rajoy se equivocaría de pleno si interpretara la decisión de los sindicatos de mantener de forma indefinida los paros en el metro de Madrid como un problema del Ejecutivo regional, que solo a éste afecta. Por el contrario, se trata de la punta de lanza de la estrategia de los sindicatos contra el Gobierno de Rajoy.

Ya sabíamos desde hace tiempo que UGT y Comisiones Obreras no quieren que gobierne el PP, con independencia de lo que puedan decir los españoles a través de las urnas, por lo que hicieron cuanto estuvo en su mano para evitar su llegada al poder. Ahora, además, cuentan con nuevos motivos, dolidos como están en sus bolsillos a causa de los dineros que están dejando de percibir como consecuencia de los recortes que el Gobierno está aplicando a las subvenciones públicas que reciben los partidos políticos, las patronales y las centrales sindicales, así como por la pérdida de la gestión de los cursos de formación para el empleo, otra de sus grandes fuentes de ingresos. Pero lo que más les duele de todo es que, por fin, este Gobierno haya puesto fin al sistema de negociación colectiva centralizada, uno de los grandes responsables de los más de seis millones de parados que hay en nuestro país, que suponía la auténtica fuente de poder político de los sindicatos y que quieren recuperar a toda costa con independencia de que ese modelo de negociación colectiva sea el peor posible para la economía de un país miembro de una unión monetaria y, por ende, para el empleo.

Los sindicatos han elegido Madrid para lanzar su ofensiva contra el Gobierno de Rajoy porque todo cuanto pasa en esa comunidad tiene repercusión nacional e internacional. Pero también han elegido Madrid porque Rajoy, con su rechazo al euro por receta médica que quiere cobrar el Ejecutivo regional o su negativa a regular el derecho de huelga –como le pidió a finales del pasado año el presidente madrileño, Ignacio González, ante los abusos que están cometiendo las centrales sindicales en el metro–, parece querer desentenderse de los problemas de la región. Eso es un grave error porque transmite una imagen de debilidad en el Gobierno de la Nación y de diferencias cada vez más profundas en el seno del PP, que animan a los sindicatos a seguir haciendo de las suyas. Rajoy, por ello, debería empezar a demostrar que en este país sigue mandando el Gobierno, que para eso fue elegido. Un buen ejemplo lo tiene en lo que hizo Reagan con la huelga indefinida de otros privilegiados, los controladores aéreos: los despidió a todos y militarizó el servicio, que para eso es público y estratégico. Con el metro de Madrid habría que empezar a pensar en medidas similares, además de en regular de una vez por todas el derecho de huelga, no ya porque, como sigan así las cosas, el PP, con Rajoy el primero, lo va a pagar caro, sino, sobre todo, porque es inadmisible que se siga tomando a los ciudadanos como rehenes en las batallas políticas entre unos y otros.

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