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Emilio J. González

No más cheques en blanco

Zapatero no quiere más desgaste político a causa de los problemas de la economía pero, en vez de ponerse manos a la obra y empezar a resolverlos, pretende seguir a lo suyo y que, además, el PP le respalde.

El Partido Popular se está equivocando en una serie de cosas en su oposición a la política económica de los socialistas. Pero si en algo tienen razón los populares es en su negativa a respaldar el proyecto de presupuestos para 2009 que el Gobierno ha remitido al Parlamento. Y acierta por motivos tanto económicos como políticos.

El presupuesto para el próximo ejercicio dista mucho de ser el que necesita la economía española para afrontar la crisis, no la financiera de carácter internacional, sino la real propia de nuestro país. De entrada, el proyecto se basa en unas previsiones macroeconómicas que nadie se cree, con una previsión de crecimiento económico para 2009 del 1%, cuando tanto los analistas privados, como los organismos multilaterales, como el FMI, hablan de recesión en el conjunto del año. Por consiguiente, y con este escenario, los ingresos están sobrevalorados y como luego no se van a cumplir esas estimaciones, entonces ocurrirán dos cosas: que el déficit público será mayor de lo que estima el Ejecutivo (con lo que habrá que emitir más deuda para financiarlo) y que los mercados verán que Zapatero y los suyos no les han dicho la verdad y desconfiarán todavía más de la economía española y de quien la gobierna. Esa desconfianza ya se está notando en la evolución del diferencial de tipos entre el bono español y el alemán, que en los últimos meses ha pasado de ser nulo a seis décimas. Si, además, tenemos en cuenta toda la deuda que puede emitir el Gobierno como consecuencia de las medidas que acaba de aprobar para afrontar la crisis financiera, el mercado se puede ver tan saturado de papel con sello español que va a exigir una prima de riesgo todavía mayor para absorberlo. Todo ello, por supuesto, se va a hacer en detrimento de la inversión privada, que es la que se necesita para salir de la crisis, volver a crecer y generar puestos de trabajo.

El presupuesto tampoco se ajusta a las necesidades reales de la economía española en estos momentos. El proyecto de cuentas públicas pone mucho énfasis en las promesas electorales de Zapatero y se olvida de que, con la que está cayendo en el sector financiero y en la construcción, debería tener un sesgo muy favorable a la obra pública y dejar para otro momento, para cuando haya algo que repartir (que no es el caso ahora) las promesas y las propuestas sociales del presidente del Gobierno.

Zapatero, y los socialistas, sin embargo, están pidiendo al PP que les firme un cheque en blanco, que respalden cualquier cosa que digan o hagan en materia económica y se olviden de realizar el ejercicio de oposición que les corresponde. Los socialistas empiezan a ponerse nerviosos con las encuestas que hablan de su deterioro en la intención de voto y del ascenso del PP. Los ciudadanos, que no tienen un pelo de tontos, saben que no tendrían ni que pasarlo tan mal ni verse inmersos en una crisis tan grave si el Ejecutivo hubiera hecho política económica en la pasada legislatura y hubiera tomado en esta las medidas necesarias para combatir la crisis (en vez de negarla por activa y por pasiva hasta que ya no pudo seguir dando la espalda a la realidad). Zapatero se ha desentendido por completo de la economía y no ha ejercido el liderazgo que cabía esperar en las actuales circunstancias del presidente del Gobierno del que hasta ahora era uno de los países más avanzados del mundo.

Zapatero ahora quiere reaccionar y demostrar que las acusaciones que le dirige el PP carecen de fundamento. De ahí que estos días haya aprobado un conjunto de medidas para paliar los efectos de la crisis financiera en España que además de que no gustan al vicepresidente económico y al Banco de España (quienes debería tener mucho que decir en este sentido), no surgen del análisis de la realidad española sino que son una mera copia de lo que están haciendo otros países. Todo ello le delata, pero en su permanente huida hacia delante, el presidente pretende que la oposición sea cómplice de sus errores, ya sean en materia financiera, ya en materia presupuestaria. Zapatero no quiere más desgaste político a causa de los problemas de la economía pero, en vez de ponerse manos a la obra y empezar a resolverlos, pretende seguir a lo suyo y que, además, el PP le respalde con una renuncia al legítimo y obligatorio ejercicio de oposición que le corresponde. Los populares, lejos de caer en la trampa que pretenden tenderles los socialistas, deben mantenerse firmes en su posición, por mucho que les critiquen, por mucho que les llamen de todo, porque la razón les asiste.

Eso sí, deben mejorar la forma en que llevan a cabo la oposición en el terreno económico: plantear al PSOE y a los ciudadanos una verdadera alternativa de modelo y de políticas y andar más listos en el manejo de la dialéctica para no cargar con las culpas que Guerra, Pepiño y otros pretenden imputarles. Porque una cosa es el diálogo entre Gobierno y oposición y otra muy distinta firmarle a Zapatero un cheque en blanco para que siga diciendo y haciendo todo lo que se le venga a la mente mientras la situación económica y laboral del país se deteriora a pasos agigantados.

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