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Emilio J. González

¿Piensa ZP en la economía?

A lo mejor, si hubiera estudiado psiquiatría, podría ser capaz de entender al presidente del Gobierno, porque desde la óptica del más común de los mortales, no comprendo nada de nada.

Cada vez con mayor frecuencia me pregunto qué le pasa a Zapatero por la cabeza en lo que a la economía se refiere. Hace tiempo que sostengo la tesis de que a nuestro presidente del Gobierno la economía le importa un carajo y que cree que las cosas se arreglarán por sí mismas, sin necesidad de que el Ejecutivo tenga que tomar medida alguna más allá de garantizar la percepción del subsidio de desempleo a quienes se quedan sin trabajo (un derecho, por otra parte, que ya tienen por ley sin necesidad de que Zapatero tenga que garantizar nada de nada). Porque lo único que está haciendo el Gobierno es eso, dar aguinaldos a los banqueros y sus familias y utilizar el dinero de todos para traspasárselo a unas entidades de crédito que no conceden préstamos; cuando debería emplear esa ingente cantidad de miles de millones de euros en abrir líneas especiales de crédito para las empresas y las familias.

La última vez que me ha venido a la mente semejante interrogante ha sido con ocasión de leer aquí, en Libertad Digital, que sólo en la primera mitad de diciembre ya hay más de 300.000 solicitudes para percibir la prestación por desempleo, lo que quiere decir que vamos a terminar el año con una cifra de parados que va a superar con holgura los tres millones de personas. A cualquier Gobierno que partiera de una situación económica tan buena como de España en 2004 y viera lo que está sucediendo en estos momentos, se le pondrían los pelos de punta y empezaría a tomar medidas ya, con carácter de urgencia. Es más, hace ya tiempo que se hubiera puesto manos a la obra para amortiguar la gravedad de la crisis y hacer que ésta sea menos intensa y duradera. Esas consideraciones, tan propias del más elemental sentido común, sin embargo, no entran dentro de la perspectiva de Zapatero y su optimismo antropológico. Ante el grave deterioro de la situación económica y laboral, lo único que se le ocurre es marcarse el farol de que en febrero y marzo va a haber una fuerte creación de empleo, por supuesto gracias a su plan para dar 8.000 millones de euros a los ayuntamientos para que hagan obras. Aparte de que eso va a ser pan para hoy y hambre para mañana –porque el empleo que se cree desaparecerá nuevamente cuando esas obras finalicen– lo más probable es que ese supuesto aluvión de contrataciones tarde en llegar porque los ayuntamientos, para movilizar esos recursos, necesitan cumplir con toda una serie de plazos administrativos, como aprobar planes o abrir concursos para la licitación de esas obras.

En cualquier caso, ésa es una cuestión que no deja de resultar meramente anecdótica frente a lo que se avecina el próximo año. Por ejemplo, ¿alguien se ha parado a pensar en las repercusiones que va a tener para España que los fabricantes estadounidenses de automóviles Chrysler y General Motors puedan ir a la quiebra? Porque la Administración Bush ya no habla de ayudas a esos dos gigantes del motor, sino de que el proceso de quiebra sea ordenado. En caso de llegarse a tal extremo, las plantas españolas de esas compañías también sufrirán las consecuencias. ¿Y con los fabricantes japoneses de automóviles que, como Toyota, empiezan a entrar en pérdidas? ¿Y con la industria auxiliar del sector de automoción? ¿Y con las multinacionales de electrónica de consumo instaladas en España que, como Sony, consideran que el número de bajas previstas en su expediente de regulación de empleo (ERE) no es suficiente y ya habla de más despidos? ¿Y con la cantidad de pymes a las que las Administraciones Públicas no pagan y a las que los bancos no les admiten a descuento los pagarés que les dan dichas administraciones? Como sigan así las cosas, cuando la crisis toque fondo aquí no van a quedar compañías capaces de generar empleo.

Con semejante panorama, no es de extrañar que cada vez que se revisan las previsiones para la economía española, que se hace prácticamente una semana sí y otra también, sea para peor. El último cuadro de previsiones económicas de The Economist ya habla de una horquilla de crecimiento para España de entre el 0,4% y el -2%, de acuerdo con las estimaciones de los distintos analistas, incluidos el FMI, la Comisión Europea y la OCDE. Y lo más probable es que esa horquilla se quede corta, teniendo en cuenta a qué velocidad se está destruyendo empleo y están desapareciendo empresas.

Después viene la cuestión de los presupuestos y la financiación de la economía. Según publicaba esta semana Libertad Digital, los analistas estiman un déficit público del 7% del PIB para 2009, lo que deteriorará la calificación de la deuda pública española y forzará nuevas subidas de tipos de interés; subidas que ya se están produciendo. El bono a diez años, por ejemplo, ya está casi en el 4% cuando hace un mes estaba en menos del 3,5%. Y, encima, el diferencial de tipos con Alemania se ha ampliado en ese mismo periodo desde menos de cuatro décimas a casi nueve a fecha de hoy. El desastre macroeconómico es total, y eso sin hablar del posible riesgo de deflación, que empeoraría todavía más una situación, aunque parezca mentira.

Dicho todo esto, vuelvo a la pregunta que me hago con tanta reiteración. ¿Qué le pasa a Zapatero por la cabeza en relación con la economía? Porque, a la luz de todo lo anterior, está claro que no va a recuperarse por sí sola ni va a hacerlo en los plazos tan optimistas como irreales que considera el presidente del Gobierno. Y, lo que es más grave, cuanto más tiempo pase sin que el Ejecutivo haga nada, más difíciles y dolorosas van a tener que ser las medidas que haya que aplicar, por si no hubiera ya bastante con el sufrimiento de todos aquellos que están perdiendo su puesto de trabajo y los que se quedarán sin él en los próximos dos años. A lo mejor, si hubiera estudiado psiquiatría, podría ser capaz de entender al presidente del Gobierno, porque desde la óptica del más común de los mortales, no comprendo nada de nada.

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