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Emilio J. González

Un mal balance

¿Qué balance cabe hacer de la política económica del Gobierno en este ecuador de la legislatura? Pues ni más ni menos que el que refleja la balanza de pagos, esto es, el deterioro de la situación sin que el Gobierno haga nada por evitarlo.

Si hubiera que elegir una cifra representativa del balance de la gestión económica del Gobierno en este ecuador de la legislatura, esta sería la del déficit de la balanza de pagos. De acuerdo con los datos ofrecidos por el Banco de España, el desequilibrio exterior ascendió a 68.952 millones de euros al finalizar 2005, lo que representa un incremento del 55% respecto al año anterior. Si la cifra ya es de por sí preocupante, porque sitúa a España entre los países de la OCDE con mayor déficit exterior, más todavía lo son las causas que están detrás de este deterioro: el aumento del déficit comercial y la caída del superávit de la balanza de servicios. ¿Cómo se relaciona todo esto con la política económica del Gobierno o, mejor dicho, con su ausencia? Muy sencillo.

El aumento del déficit comercial viene motivado porque las exportaciones no crecen al mismo ritmo que las importaciones, y ello es consecuencia, en buena medida, del constante deterioro de la competitividad de la economía española, provocado por una tasa de inflación que duplica la media de la Unión Europea. Corregir esta situación exige la puesta en marcha de todo un conjunto de reformas estructurales, encaminado a introducir nuevas dosis de liberalización y competencia en los mercados que el Gobierno ni ha llevado a cabo ni, por ahora, tiene previsto hacerlo en lo que queda de legislatura. En estas circunstancias, por tanto, el deterioro de la competitividad de la economía española, vía inflación, continuará de manera paulatina porque no se ha hecho nada para ponerle remedio.

En el pasado, el superávit de los servicios compensaba en gran medida el desequilibrio comercial, gracias, sobre todo, al turismo. Sin embargo, las cosas están cambiando en este terreno. Por un lado, surgen nuevos destinos turísticos alternativos a España, pero mucho más baratos, que están restando visitantes e ingresos de forma gradual. Por otro, el Gobierno no ha sabido articular una política adecuada de estímulo del sector, para adaptarlo a esa nueva realidad, que exige buscar una alternativa al modelo de sol, playa y destino barato. En consecuencia, hoy por hoy no hay nada en la balanza de pagos que compense el creciente déficit comercial, sino todo lo contrario.

Si estuviéramos todavía en la década de los noventa, lo que no hace el Gobierno lo haría el mercado de divisas, provocando la depreciación de nuestra moneda y, de esta forma, corrigiendo el déficit de la balanza de pagos. Pero ahora vivimos en el mundo del euro, en el que España representa poco más del 10% de la economía de la zona del euro y, en consecuencia, lo que suceda en nuestro país no afecta al tipo de cambio de la moneda única, con el que ya no podemos contar como elemento corrector cuando todo lo demás falla. Así es que el déficit de la balanza de pagos campa tranquilamente por sus respetos, reduciendo la capacidad de crecimiento y de creación de empleo de nuestro país. Y esto se produce en un momento en el que las cosas empiezan a cambiar.

En su último informe, la OCDE advierte que en España empiezan a asomar síntomas de agotamiento del crecimiento económico, no tanto por el deterioro de los indicadores macroeconómicos como por una pérdida paulatina de confianza de consumidores y empresarios en la que el Gobierno tiene mucho que ver. La discrecionalidad con la que viene actuando el Ejecutivo en todo el asunto de las opas sobre Endesa está minando la confianza internacional en nuestra economía, lo que se traduce en menos inversiones. La pérdida de aliados en la Unión Europea pone en entredicho los fondos comunitarios que recibirá España a partir de 2007, que ahora tienen que volver a negociarse tras el rechazo del Parlamento Europeo, a finales de 2005, a la propuesta de reparto de dinero surgida en la Cumbre de Bruselas, y se negociarán con una Alemania y una Comisión Europea muy molestas con nuestro país por los intentos de Zapatero y los suyos de frenar a cualquier precio la entrada de E.On en Endesa. Todo eso lo percibe la población, que empieza a preguntarse por el futuro de una economía que puede asistir, a partir del año próximo, a una caída drástica de las ayudas europeas que viene percibiendo, a un deterioro de la inversión exterior por el clima de desconfianza que está generando el Gobierno y a una reducción de su capacidad de gasto como consecuencia de los elevados precios del petróleo y de las subidas de los tipos de interés, sobre todo de los hipotecarios.

Muchas de estas cosas, por ejemplo, la evolución de los tipos de interés, se veían venir desde hace tiempo, por lo que exigían medidas y reformas desde el principio de la legislatura. Pero el Gobierno ha optado por no llevar a cabo nuevas liberalizaciones, mientras que la tan necesaria reforma del mercado laboral para seguir creando empleo puede haber entrado en vía muerta después del "trágala" impuesto por el Ejecutivo a los empresarios con la Ley de Igualdad.

¿Qué balance cabe hacer, por tanto, de la política económica del Gobierno en este ecuador de la legislatura? Pues ni más ni menos que el que refleja la balanza de pagos, esto es, el deterioro de la situación sin que el Gobierno haga nada por evitarlo, sino todo lo contrario.

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