Menú
Emilio J. González

Una crisis made in Zapatero

ZP optó por no hacer nada porque le gustaba pasear por todo el mundo las cifras españolas de crecimiento económico y creación de empleo, y pavonearse de ellas ante italianos, franceses y todo aquel que pudiera servir a sus fines propagandísticos.

Acosado por la gravedad de la crisis, fruto en buena medida de su política económica o de la ausencia de la misma, al presidente del Gobierno, tan amigo de no asumir jamás la menor responsabilidad y de buscar culpables de los males de España por todas partes menos por Moncloa, ahora no se le ha ocurrido nada mejor que culpar al Partido Popular de la burbuja inmobiliaria, como si lo que ha ocurrido en estos últimos años con la vivienda, y con la actividad productiva en general, no fuera con él. Pero lo cierto es que ZP tiene mucho que ver con lo que está pasando.

Antes de su llegada al poder, Zapatero y los suyos se hartaron de criticar el modelo económico del PP, y no hacían más que hablar de la necesidad de cambiarlo, por estar basado en el consumo y la construcción y no en el impulso de la competitividad. Sin embargo, una vez instalados confortablemente en los sillones del Consejo de Ministros, ZP y los suyos, en lugar de hacer lo que había que hacer –o lo que decían que había que hacer– se dedicaron a echar más leña al fuego. Al presidente, al que la economía nunca le importó hasta que la crisis empezó a socavar sus apoyos electorales, le gustaba ver fuertes tasas de crecimiento y de creación de empleo y lejos de preguntarse hasta qué punto eso era sostenible, se dedicó a poner más gasolina a los motores de ese proceso, hasta que el consumo y la vivienda estallaron. El Gobierno sabía perfectamente lo que estaba sucediendo con el sector crediticio: esto es, que se concedían créditos y más créditos a los promotores y a los compradores de vivienda. Un fenómeno fuera de control que impulsaba la burbuja inmobiliaria y que acabó por estallar, llevándose de por medio muchos empleos, mucho crecimiento económico y, como ya estamos viendo con la Caja de Castilla-La Mancha –por mucho que lo niegue su presidente, Juan Pedro Hernández Moltó– a más de una entidad financiera.

Mientras los bancos y cajas tomaban en el exterior ingentes cantidades de recursos a bajos tipos de interés y a corto plazo, para financiar el boom inmobiliario y, con él, el crecimiento económico y la creación de empleo, el Gobierno y el Banco de España miraban hacia otro lado y dejaban hacer. Era el momento de poner coto a una política crediticia y a un endeudamiento familiar que ya alcanzaban elevados niveles de riesgo y que, destinados como estaban a estallar, iban a meter a la economía española en su más grave crisis desde la Gran Depresión. Es más, cuando en 2004 la Reserva Federal y el Banco Central Europeo decidieron bajar los tipos de interés a mínimos entonces históricos para combatir una supuesta deflación, el Ejecutivo y el Banco de España deberían haber actuado con prontitud y contundencia para evitar que la burbuja siguiera creciendo. Pero Zapatero optó por no hacer nada porque le gustaba pasear por todo el mundo las impresionantes cifras españolas de crecimiento económico y creación de empleo, y pavonearse de ellas ante italianos, franceses y todo aquel que pudiera servir a sus fines propagandísticos. Eso es lo que hoy estamos pagando tan caro, al igual que su decisión de no acometer una sola reforma estructural para combatir la pérdida de competitividad, que desde que ZP llegó al poder ha caído un 35%.

Por supuesto, el PP tuvo que ver en toda la historia de la burbuja inmobiliaria, porque optó por un modelo de impulso de la demanda interna. Pero también es cierto que si el euro ha tenido un impacto tan negativo en la economía española, como señala Alberto Recarte en su magnífico Informe Recarte 2009, no lo es menos que ese impacto habría sido mucho menor si los populares se hubieran encontrado en 1996 una economía en mejor estado y no ese desastre que Solbes dejó tras de sí. Recordemos unas cifras: en noviembre de 1995, el tipo de interés a tres meses del Banco de España estaba en el 9,5% y el del bono a diez años en el 15%, como consecuencia de una inflación galopante y un déficit público descontrolado; el 1 de enero de 1999, cuando entró en vigor la Unión Monetaria Europea, el tipo a tres meses del Banco Central Europeo era del 3% y el del bono español a diez años de poco más del 5%. Eso significó un fortísimo impulso monetario que estimuló la burbuja inmobiliaria, pero que no habría sido tal si los socialistas no hubieran dejado a los del PP una economía hecha unos verdaderos zorros. De la misma forma, es cierto que desde 1998 el PP ha querido llegar a un pacto de Estado en materia de suelo y vivienda con los socialistas y estos jamás lo aceptaron. Así es que, por mucha culpa que puedan tener los populares, la responsabilidad de Zapatero y los suyos es mucho mayor, porque no sólo dejaron hacer sabiendo los peligros que se corrían, sino porque echaron todavía más leña al fuego y pretendieron compensarlo con otra de esas medidas de propaganda tan de ZP: la creación del más que inútil Ministerio de Vivienda, que no ha servido para nada más que para tirar el dinero de los contribuyentes. Diga lo que diga el presidente del Gobierno, la burbuja inmobiliaria y la crisis a la que ha dado lugar tiene mucho de crisis made in Zapatero.

En Libre Mercado

    0
    comentarios