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Emilio J. González

Una operación cantada

La decisión del Santander Central Hispano de adquirir el británico Abbey National Bank parece la crónica de una compra anunciada. Desde hace tiempo, la entidad que preside Emilio Botín buscaba la forma de llevar a cabo una operación corporativa y había enviado varios mensajes en ese sentido. Ahora, esas intenciones, esos rumores que circulaban por los mercados, se han convertido en realidad.
 
Para el SCH la operación es interesante en un doble sentido. Por un lado, con la adquisición del Abbey, equilibra sus riesgos internacionales. Su negocio más allá de nuestras fronteras hasta ahora se encuentra muy concentrado en Latinoamérica, en especial en Brasil y Argentina, donde los riesgos económicos y políticos para el negocio bancario son muy superiores a los que se corren en Europa. Esa situación del grupo ahora queda más equilibrada tras la adquisición del banco británico. Por otra parte, el SCH tenía necesidad de crecer si quería mantener su posición como jugador de peso en las finanzas internacionales.
 
En este mundo, el mapa bancario mundial, lejos de encontrarse cerrado, se haya expuesto a movimientos corporativos compulsivos, como la unión que preparan los gigantes bancarios japoneses UFJ y Mitsubishi Tokio, de la que surgirá el mayor banco del mundo, o como los que se adivinan en el mercado europeo a medio plazo como consecuencia de la entrada en vigor de Basilea II, la nueva normativa internacional sobre riesgos bancarios preparada por el Banco Internacional de Pagos de Basilea. Si la entidad que preside Botín quería mantener su papel, no le quedaba más remedio que crecer, pero en el mercado español eso apenas ya es posible ante la fuerte competencia de otros bancos y de las cajas de ahorros. Por ello, el SCH no tenía más remedio que engordar en el extranjero y así lo ha hecho, aprovechando la ocasión que se le ha presentado tanto por la situación del propio Abbey, al que también pretendía una entidad estadounidense, como por la fortaleza del euro, que hace más fácil y barata la operación.
 
La compra que acaba de anunciar el SCH también abre interrogantes. Respecto al propio grupo Santander, el principal de ellos es cómo va a gestionar y reestructurar el Abbey, un banco que viene de tres años de pérdidas y que el año pasado cosechó unos números rojos de más de mil millones de euros. Después está la reacción de los accionistas del banco británico, a los que el Santander ofrece una parte en títulos del SCH y otra en dinero. El temor de la Bolsa es que los accionistas británicos, muchos de ellos poco acostumbrados a tener en sus carteras acciones que no coticen en la City, como las del SCH, vendan éstas y provoquen a corto plazo el desplome de la acción del Santander.
 
Y la gran pregunta para el conjunto del sector no es otra que qué va a hacer ahora el BBVA. El banco que preside Francisco González también venía anunciando desde hace tiempo la posibilidad de llevar a cabo una operación corporativa. Ahora, probablemente, tiene más necesidad de ella que antes. La cuestión es dónde la va a hacer. En Europa no hay muchos bancos que pueda comprar, y eso si previamente consigue superar las dificultades que ponen muchas autoridades nacionales, como las alemanas y las italianas, a que entidades de otros países adquieran esos bancos. En Estados Unidos, en cambio, hay menos problemas, y BBVA se ha fijado en el gran país norteamericano, en el que ya ha penetrado con compras de entidades en California en busca del negocio de las remesas de dinero que los inmigrantes envían a sus países. Pero puede que todavía sea pronto para saber dónde ha puesto el BBVA el punto de mira. En cualquier caso, en todas las quinielas se da por seguro que hará algo. Sólo falta saber cuándo y con quién.

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