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Emilio J. González

¿Y la solvencia de los bancos centrales?

Los bancos centrales, en consecuencia, fueron el principal factor desencadenante de la actual crisis financiera y ahora dicen que han aprendido la lección exigiendo a la banca más reservas de capital.

Los bancos centrales ya tienen listo Basilea III, el acuerdo para fortalecer la solvencia de las entidades crediticias para que éstas puedan hacer frente a posibles turbulencias futuras mediante mayores reservas de capital. Con ello pretenden que el sector bancario no corra riesgos excesivos en sus inversiones y, además, en caso de dificultades, cuenten con medios para poder sobrevivir sin que los respectivos gobiernos tengan que inyectarles multimillonarias cantidades de dinero. De esta forma, los reguladores bancarios pretenden dar a entender que han aprendido las lecciones de la actual y ya muy prolongada crisis financiera internacional. Pero, ¿de verdad lo han hecho?

No cabe duda de que un incremento de las reservas de capital hará que los bancos sean más solventes, sobre todo si siguen jugando a la ruleta rusa con los derivados y los productos estructurados, a los que Warren Buffett tildó de bombas de relojería sobre el sistema financiero mundial, sin que los supervisores del sistema bancario dijeran ni hicieran nada al respecto, sino todo lo contrario. Esas bombas estallaron, convirtiéndose en el catalizador de los problemas actuales. Así es que el hecho de que los bancos acumulen más reservas de cara a lo que pueda suceder no está mal, sobre todo porque la base del sector financiero es la confianza de los clientes en que las entidades les devolverán el dinero depositado en ellas o invertido en sus productos. Con esta decisión, los bancos centrales pretenden enmendar su error. Sin embargo, ni fue ese el único que cometieron ni tampoco el más grave.

La banca probablemente no se hubiera involucrado en inversiones tan arriesgadas como las que llevó a cabo de no haber sabido que, en caso de dificultades, alguien acudiría a su rescate. Es lo que se conoce como riesgo moral y ha estado presente en el sistema financiero internacional desde que, a mediados de la pasada década, se produjo la crisis del peso mexicano y el Tesoro estadounidense y la Reserva Federal acudieron al rescate de las entidades con problemas, en lugar de dejar que quebrara quien tuviera que quebrar y dejar claro a todo el mundo que aquí quien se dedica a jugar a la ruleta rusa tiene que asumir las consecuencias en caso de un desenlace fatal. Los bancos centrales de todos los países desarrollados volvieron a repetir el mismo error con ocasión de la crisis asiática de 1997, la de la deuda rusa de 1998 y la del estallido de la burbuja de las puntocom en 2001. En todos los casos tendieron redes salvavidas y desplegaron operaciones de rescate para que no cayera quien tuviera que hacerlo y así pasó todo lo que pasó después hasta desembocar en la actual crisis financiera.

Lo mismo cabe decir de la política monetaria de los bancos centrales. La respuesta a las crisis citadas en el párrafo anterior fue bajar los tipos de interés, lo mismo que hicieron para evitar el efecto 2000, después de los atentados del 11-S y al comienzo de la guerra de Irak, con el fin, decían de garantizar en todo momento la liquidez del sistema. Un exceso de liquidez que después no supieron retirar a tiempo, lo cual provocó tanto que el crédito fuera barato y abundante para todo tipo de operaciones, desde los créditos hipotecarios a las inversiones en derivados, como que los márgenes de los bancos se comprimieran tanto que obligó a éstos a arriesgar más y más para poder sobrevivir, mediante apuestas tan arriesgadas como las hipotecas subprime. Y, en estas condiciones, cuando llegó el momento de empezar a retirar dinero del sistema, vino la crisis, todo porque los bancos centrales se dedicaron a salvar bancos a base de dinero barato.

Los bancos centrales, en consecuencia, fueron el principal factor desencadenante de la actual crisis financiera y ahora dicen que han aprendido la lección exigiendo a la banca más reservas de capital. Sin embargo, ello tendría que venir acompañado de un pronunciamiento claro en el sentido de que, en el futuro, no habrá más salvavidas para quien se dedique a jugar a la ruleta rusa, ya sea en forma de rescates, ya sea mediante bajadas de tipos de interés. Es la única forma de acabar de una vez por todas con esas situaciones de riesgo moral, que acaban como acaban y que, en última instancia, siempre pagan los mismos, esto es, los ciudadanos que tienen que aportar los recursos necesarios para los salvamentos mediante sus impuestos mientras muchos de ellos pierden sus empleos o sus empresas.

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