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Emilio J. González

Y lo peor está por llegar

Solbes decía que en el peor escenario, la tasa de paro se movería entre el 9 y el 10 por ciento. Pues bien, sólo en el primer trimestre del año ya se ha situado en el 9,6 por ciento y esto no ha hecho más que empezar

Los datos de paro del primer trimestre que muestra la Encuesta de Población Activa (EPA) constituyen un mal presagio de lo que aguarda a la economía española en los próximos meses. Empecemos por la cifra, 246.000 desempleados más. Esta es la primera noticia porque si bien la mayor parte de ellos corresponden al sector de la construcción, inmerso en la crisis propia del estallido de la burbuja inmobiliaria, también hay que tener en cuenta que este año la Semana Santa ha tenido lugar en marzo, lo que siempre promueve las contrataciones relacionadas con el turismo vacacional. Con la celebración en abril, las cifras, probablemente, hubieran sido peores, con más peso sobre el total del paro en los sectores distintos al de la construcción. Por consiguiente, la destrucción de empleo está acelerando su ritmo de crecimiento porque, por la naturaleza de las cifras, no se puede hablar de personas que demandan trabajo y no lo encuentran, sino de que los puestos están desapareciendo.

El segundo aspecto preocupante es la tasa en sí misma. Solbes decía que en el peor escenario, la tasa de paro se movería entre el 9 y el 10 por ciento. Pues bien, sólo en el primer trimestre del año se ha situado ya en el 9,6 por ciento y esto no ha hecho más que empezar. Todos los análisis serios acerca de la crisis hablan de caída este año y de crecimiento prácticamente nulo en 2009. Si estamos en las primeras etapas de la crisis y el paro ya se ha situado en esos niveles, es lógico deducir, como hacen los informes de los analistas, que puede llegar al 15 por ciento en los peores momentos de la crisis. Todo esto no es, ni más ni menos, que la consecuencia de no haber continuado con el proceso de reformas estructurales, incluyendo la del mercado de trabajo, detenido durante los últimos años. Y es que si la economía fuera más flexible, a un incremento semejante del desempleo seguiría una reducción igual de drástica. Pero teniendo en cuenta las rigideces que aún persisten en la economía española, va a costar mucho superar esa situación y volver a la normalidad, a la senda de aproximación al pleno empleo.

El tercer elemento es el contexto en el que se producen estos datos. No se trata ya sólo de la escasez de crédito para financiar al sector inmobiliario, ni de la caída del precio de los bienes inmuebles, tanto solares como viviendas, con lo que ello conlleva tanto de pérdida de riqueza para las empresas y los ciudadanos como de problemas con las garantías de los créditos inmobiliarios e hipotecarios. Es que, además, está teniendo lugar una crisis de precios de los alimentos a nivel mundial que, como es lógico, también se deja sentir en España, acompañada de la persistente subida de los precios del petróleo, y del conjunto de las materias primas, que reduce el poder adquisitivo de las persona, agravando aún más la situación. Cuando hay que dedicar más dinero a la cesta de la compra y a los derivados del petróleo, queda menos para gastar en otras cosas, lo que afecta a muchos sectores productivos que ya están empezando a notar lo difícil que es la situación.

Todo ello, desde luego, no invita, ni mucho menos, al optimismo del Gobierno acerca de la situación, sino todo lo contrario. La crisis tiene muchas papeletas para ser bastante seria y, por desgracia, larga por lo que puede costar salir de ella. Pero las perspectivas serían mejores si hubiera una política económica con una verdadera vocación de resolver las cosas, cosa que hoy por hoy no existe. Tan solo esas propuestas de Zapatero que, en el mejor de los casos, no son más que paños calientes para mitigar un poco el dolor de la crisis, no su solución. A partir de aquí, y viendo lo que dicen las cifras de la EPA, hay que empezar a prepararse no sólo porque lo peor aún está por llegar, sino porque va a ser bastante malo.

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